Opinión

La paz, un comodín para la derecha

El gobierno colombiano, su partido (el Centro Democrático) y su mentor y verdadero poder detrás del trono, se han manifestado como enemigos acérrimos del Acuerdo de paz que significó la desmovilización de 13 mil guerrilleros y abrió la posibilidad de verdad, justicia y reparación para las víctimas y la construcción de un país más equitativo.

Iván Duque, en serios aprietos porque no ha podido desactivar las protestas que colman las calles desde hace 25 días en demanda de salud, empleo, educación y paz, gastó los primeros dos años de su mandato tratando de desmontar ese Acuerdo. Se ha dedicado a socavarlo, a torpedear los intentos de su aplicación en ciudades y campos sobre erradicación de cultivos ilícitos, diseño de un catastro multipropósito para que los campesinos puedan producir en condiciones decorosas y los grandes latifundistas paguen los impuestos que hoy les son perdonados olímpicamente, que en mucho es lo que los manifestantes están demandando hoy.

Van más de cuatrocientos ex guerrilleros asesinados sin que el gobierno se inmute; por el contrario, sus pronunciamientos han sido para minimizar la gravedad del asunto: un exministro de Defensa dijo que eran asesinados por problemas causados por ropa puesta a secar en alambres, o por líos de faldas; el Alto Comisionado de Paz actúa en contrario a lo que ese título indica y permanentemente lanza declaraciones incendiarias; la ex canciller, defenestrada por presión ciudadana, dijo que las FARC eran responsables de las acciones de las disidencias, lo cual equivale a que a uno lo culpen por los asaltos de que es víctima.

En medio de este panorama, nos enteramos de que el expresidente Uribe, que comanda las huestes antiAcuerdo de Paz, que desde cuando se iniciaron las conversaciones en La Habana no hizo otra cosa que atravesarse a los avances en la mesa de diálogo, ahora resulta que ha venido haciendo acercamientos con el ELN con miras a su desmovilización.

Al parecer a espaldas del gobierno, como indica la reacción del comisionado de paz, quien dijo que habían pasado por encima de él y que desconocía esos intentos.

¿Todo este tiempo diciendo que el Estado no puede negociar con terroristas para atacar el acuerdo de paz y ahora ellos buscando al ELN? Además de la falta de coherencia, esta cortina de humo para tratar de levantar la imagen del expresidente que bajó del 89 por ciento de sus mejores días a un lánguido 27 por ciento actual y para desviar la mirada de las protestas que no sólo se mantienen sino que han convocado a nuevas manifestaciones para el 28 y 29 del presente mes.

Este gobierno, donde no se mueve una hoja sin la aquiescencia de Uribe, lleva más de un año buscando meter a Cuba en la lista de los países auspiciadores del terrorismo, exigiéndole que expulse a los negociadores del ELN que se encuentran allá a pedido ofi cial para adelantar conversaciones con esa guerrilla en su territorio.

Hace pocos días el embajador cubano, como se acostumbra según las reglas diplomáticas, avisó al gobierno colombiano que se había enterado de que esa misma guerrilla preparaba un atentado potente. El agradecimiento fue decir que por qué entonces no habían desarmado el atentado ellos mismos.

La cúpula del ELN sigue en la Habana; si pretenden negociar con esa organización tendrían que allanarse a conversar con ellos allá. Luego de tantas agresiones ¿estará Cuba dispuesta a prestar su suelo nuevamente para que el gobierno adelante conversaciones de paz allá? Y si lo hace ¿aceptará de nuevo ser garante de un nuevo proceso luego de la experiencia anterior? Por ahora, según ha trascendido, ha permitido las reuniones de acercamiento gobierno- guerrilla en su territorio.

No es ese el único obstáculo: el ELN es una organización federada en la cual la cúpula parece ser una autoridad moral pero sin mando sobre la tropa como lo demuestra el hecho de que cuando en 2019 se produjo el atentado a la Escuela de Cadetes General Santander en Bogotá, con saldo de 23 cadetes muertos y 100 heridos, por el cual el gobierno rompió las conversaciones en curso, los comandantes que se encontraban en la Habana no tenían ni idea de lo ocurrido, tal como ellos mismos manifestaron.

El alto comisionado dice que los cuatro encuentros exploratorios en la Habana se han desarrollado en el transcurso de 17 meses con apoyo de la iglesia católica, Naciones Unidas y la OEA. Uribe entra exigiendo un cese unilateral e indefinido del fuego que en el proceso de las FARC solo se logró bien avanzadas las negociaciones y cuando ya se veía la posibilidad de firmar un acuerdo.

Lo ideal sería un cese bilateral, pero viendo cómo siguen asesinando a los desmovilizados, como han incumplido el acuerdo de paz ¿lograrán generar credibilidad? Mientras tanto, el expresidente Uribe ha lanzado trinos en medio de la crispación social por los excesos de la fuerza pública contra los manifestantes aupando al ejército a usar las armas, por lo cual su cuenta de Twitter fue suspendida como le ocurrió a Trump: “Apoyemos el derecho de soldados y policías de utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la acción criminal del terrorismo vandálico… El Ejército en las calles es urgente y mejor que estar registrando la noticia del asesinato y la destrucción vandálica”

A los ex comandantes guerrilleros que están en el congreso de la República en virtud del acuerdo de paz el Centro Democrático, partido de gobierno del cual es líder Uribe, no deja de llamarlos terroristas -en contraste con algunos exguerrilleros que militan en susfilas y que sólo por eso se consideran lavados en las aguas salutíferas que los convierten en “personas de bien”- pero ahora nombran gestores de paz a dos ex guerrilleros del ELN. No hay que hilar muy delgado para imaginar que éstos deben estar preguntándose si les pagarán con esa misma moneda.

Por supuesto lo deseable es un cese al fuego y ojalá un acuerdo de paz con el ELN, pero con los ataques del gobierno a Cuba y su declarada enemistad a Venezuela, dos países indispensables en cualquier proceso de paz en Colombia, el incumplimiento de lo acordado con las FARC, las declaraciones inamistosas hacia las organizaciones sociales, el estallido social en muchas ciudades del país y la dificultad de negociar con una guerrilla cuyos frentes se mueven con total autonomía, es difícil esperarlo.

Por Zheger Hay Harb