Uno de los problemas más grandes de los mexicanos con sus partidos y sus políticos es la decepción. No hay manera de que no desilusionen. En menor o mayor grado, todos son generosos con las propuestas pero en cuanto llegan al poder hacen a un lado sus compromisos, cierran las puertas de sus oficinas y los volvemos a ver hasta que es hora de prometer otra vez y pedir el voto. Y entonces sí: besos a los niños, foto con la viejita, gestos de ternura con la ama de casa y un futbolito con los adolescentes del barrio.
Las promesas son el producto más eficiente de políticos y partidos. No las cumplen pero, ah, cómo son rendidoras. Mantienen las promesas sin cumplir durante décadas y de esa manera garantizan que tendrán qué ofrecer en la siguiente elección. El descarado señor Calderón ofreció seguridad, por ejemplo; decenas de miles de muertos después vuelve a ofrecer lo mismo sin rubor alguno. Y no sólo es él y no sólo a ése nivel. Decenas de miles de desvergonzados regresan a las colonias sin haber cumplido y con las mismas promesas de la elección anterior.
La mentira es una patología que los ciudadanos declaramos incurable en el subconsciente. Sin embargo, aunque sabemos que mentirán volvemos a caer. Y si la decepción es un problema de partidos y políticos, otro es que no existe manera de hacerlos cumplir. Y me lamento por los que pensaron que Va por México, la coalición electoral del PAN, PRI y PRD, puede hacer la diferencia. Separados, cada uno de esos partidos es mentiroso y decepcionante. Y cuando el ciudadano vote por esa alianza apostará por esos mismos mentirosos con un vestido distinto. Además, votará por un ente fantasma que sólo se reunió para fines electorales y no ofrece una sola garantía de que se hará responsable de sus candidatos cuando sean electos. Entonces se habrá votado por una fórmula políticamente perfecta para engañar: un ente constituido para ofrecer pero no para cumplir. Cuando se acabe la elección ocuparán sus cargos individuos con siglas de partidos que son maestros del engaño y nada más.
Pero no es sólo la alianza. Morena misma no ha cumplido con sus ofrecimientos de la campaña de 2018, y ahora además carga con décadas de mentiras de ese partido engaña bobos que se dice “verde” y que no lo es. Por alguna razón todavía incomprensible Mario Delgado decidió darle legitimidad a esa ensalada de engañadores y deje usted la legitimidad: darle votos que eran de Morena. Todas las encuestas dicen que el movimiento del Presidente decrecerá en la Cámara de Diputados pero el Partido Verde “está a dos semanas de conseguir el que probablemente sea el mejor resultado electoral de su historia”, de acuerdo con la última encuesta de SIMO Consulting para el diario español El País.
El “verde” tendrá 53 escaños de acuerdo con El País, es decir, casi cinco veces más que los 11 que tiene actualmente. El cálculo de Oraculus es casi el mismo: le da entre 41 y 55 escaños. Lamento decir que el parásito se acomodará sobre un muslo rico en carne y ahora, gracias al error de Delgado, Morena y el propio Presidente necesitarán de sus votos para cumplirle a los ciudadanos en la segunda mitad del sexenio, que es clave. Pero qué necesidad, diría Juan Gabriel. No entiendo por qué.
La pésima reputación del “verde” tiene que ver en parte con las promesas que hace sin preocuparse por cómo las cumplirá. Pero también está ligada directamente con la podredumbre. Para no ir más lejos: es coautor, junto con Enrique Peña Nieto, de las llamadas “reformas estructurales” y ayudó a llevar al poder a Vicente Fox Quedada, otro bueno para prometer pero no para cumplir. El “verde” responde a Manuel Velasco, exgobernador de Chiapas señalado de corrupto y corruptor por Santiago Nieto Castillo desde antes de que asumiera la Unidad de Inteligencia Financiera. Por abrazar la pena de muerte, la alianza de partidos verdes europeos expulsó a esa cosa podrida que es, además, la cuna de uno de los individuos más sucios de la política mexicana: el llamado “Niño” Verde, quien ahora es un señor y debería responder por todo lo que hizo durante su fingida infancia.
Un movimiento que se ha vendido como “moralizador” y cuya principal oferta es ir contra la corrupción no debería abrazar a un parásito disfrazado de partido y mucho menos darle sangre para que se siga alimentando. La decisión de Mario Delgado camina en la misma lógica de Va por México: no importa que las promesas se queden con cumplir: lo importante es ganar votos. Nada más que aquí ni siquiera se ganaron votos. Si las encuestas están en lo cierto, el partido del Presidente perderá votos. Y todo para regalárselos a la cosa verde, que no es partido y tampoco es verde.
El “verde” es lo mismo que la alianza: parásitos con disfraz de partidos políticos. El PVEM es una fuerza mediocre y tramposa que se aprovecha de la buena voluntad de los electores. Hágase un favor: no vote por parásitos. Yo sé que estará difícil escoger con tantos en la boleta, así que mucha suerte.
Por Alejandro Páez Valera