Opinión

Peras y manzanas

El jueves pasado el Inegi sorprendió al mercado al anunciar la tasa de inflación de la primera quincena de junio, que marcó un incremento en términos anuales de 6.02%.

La inflación es quizás la variable económica que menos explicaciones necesita. Todos vivimos sus efectos. Sin embargo, no todos lo resentimos de la misma manera. La inflación afecta a quienes dedican más proporción de su ingreso al consumo y a quienes no pueden protegerse de la misma con productos de ahorro o inversión. Por eso se suele decir que la inflación es uno de los impuestos más regresivos que existen: afecta más a quienes menos tienen.

La lectura de la semana pasada de inflación sorprendió a varios no por su porcentaje mayor a 6% (cuando la meta de Banco de México es 3% sino porque en repetidas ocasiones había sido comentado –por funcionarios y por subgobernadores del banco central– que la inflación fuera de rango, que se había observado en meses y quincenas previas, era un fenómeno transitorio por la base de comparación tan baja del año previo.

En esa lectura de inflación, la inflación subyacente –aquella que se refiere a los precios de los bienes y servicios que fluctúan con la oferta y la demanda– mostró un incremento de 4.58% en términos anuales, y la no subyacente –cuyos precios tienen un comportamiento más volátil o responden a regulación gubernamental– tuvo un aumento de 10.61% anual. En específico, el incremento en el precio de los energéticos rebasó 18%, incluso ya habiendo entrado en vigor los subsidios energéticos en ciertas regiones del país.

Pero más allá de la lectura inflacionaria revelada ese jueves, lo que más sorprendió fue el incremento en la tasa de interés de referencia que la junta de gobierno de Banco de México anunció en punto de la una de la tarde de ese día. En un incremento que nadie esperaba, el banco central aumentó en 25 puntos base la tasa de interés de referencia. La decisión no fue unánime, dos miembros de la junta votaron por mantener la tasa en el nivel que estaba, 4%.

El comunicado que acompañó la decisión dejó ver las mismas preocupaciones que ya se han manifestado: la interrupción en las cadenas de suministro y en diferentes procesos productivos, el estímulo monetario en diferentes lugares del mundo y la inflación en Estados Unidos. Si bien se insiste en que el incremento inflacionario es transitorio, Banco de México agrega en su boletín que se espera que la inflación general converja a la meta de 3% en el tercer trimestre de 2022. Si el fenómeno es transitorio, ahora la pregunta debería de ser qué tan transitorio porque el incremento repentino de tasa aunado a esa expectativa muestra que puede ser más duradero de lo pronosticado.

Pero más allá de la sorpresa de la decisión, y de los millones de dólares que la misma pudo haber costado a las instituciones financieras, se abre la puerta a la especulación de qué tantas subidas más se esperan en el año y cuál será su impacto en el tipo de cambio y en el crecimiento económico. Aunque quizás lo que más especulación generará será el rol que jugará el futuro gobernador de Banco de México (en caso de ser aprobado por el Senado) –el actual secretario de Hacienda, Arturo Herrera– en un momento de presión inflacionaria y presión económica… por no hablar de presiones presidenciales. El tiempo dirá.