Hace poco más de una década, un grupo de vecinos de la colonia Popotla, alcaldía Miguel Hidalgo de la Ciudad de México, encabezados por Alejandro Arias, promovieron una iniciativa para sustituir el nombre del llamado Árbol de la Noche Triste por el de Árbol de la Noche Victoriosa.
Su argumento era muy lógico y sencillo, pero al mismo tiempo, profundo: si el que lloró su derrota aquella noche del 30 de junio de 1520 fue el invasor de las tierras mexicas, ¿por qué tendría que asumirse su tristeza como un sentimiento nacional?
Cuenta la leyenda que Hernán Cortés sufrió una derrota inesperada a manos de los guerreros aztecas y llegó hasta un ahuehuete de la calzada Tacuba, donde se sentó a llorar su frustración. Transmitida oralmente de generación en generación, esta leyenda la escuchamos de nuestros padres, y ellos de nuestros abuelos. ¿Sucedió tal llanto? ¿Se sentó ahí Hernán Cortés? A ciencia cierta no se sabe. No hay pruebas. Es un mito popular.
Sin embargo, convertido el mito en monumento y en nombre de un árbol, una plaza y una calle, con el tiempo pasó a formar parte de los íconos oficiales.
El cuestionamiento de los vecinos era lógico. Fuesen ciertos o inventados los hechos relacionados con relación al árbol mencionado, la verdad del caso es que la batalla sí existió y la derrota de Hernán Cortés en esa batalla específica, también. El mito en cuestión convertía en pena nacional la derrota del conquistador.
La ceremonia realizada el pasado martes 27 de julio, encabezada por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, doctora Claudia Sheinbaum, y la Presidenta honoraria del Consejo de Memoria Histórica y Cultural, doctora Beatriz Gutiérrez Müller, hace justicia al reclamo vecinal y coloca la atención sobre la reflexión de los símbolos históricos. Sheinbaum y Gutiérrez Müller explicaron el proceso por el cual los jefes de aquella guerra de conquista impusieron sus símbolos a los pueblos vencidos.
Los conquistadores, después de guerras sangrientas en las que fueron masacrados miles y miles de habitantes originarios de estas tierras, impusieron su concepción del mundo y su versión de la historia. Internalizaron en los habitantes sojuzgados sus propias ideas y hasta sus sentimientos. El llanto de Cortés se convirtió así en el llanto del pueblo aplastado. El pueblo oprimido hizo suyo el sufrimiento de su verdugo. El árbol de la noche triste de Cortés se convirtió así en el árbol de la noche triste de México.
Como bien dijo Sheinbaum en el evento, la conquista de estas tierras que hoy conforman México no fue un romántico encuentro entre dos culturas, sino una cruel guerra de conquista.
Revisar la nomenclatura de esta zona para llamarle Plaza de la Noche Victoriosa al lugar en el que la leyenda cuenta que Hernán Cortés lloró una de las pocas batallas en las que fue derrotado, es no sólo un acto de justicia y congruencia, sino también una forma efectiva de reconocer un momento heroico de resistencia frente a la invasión europea y una forma efectiva en sí misma de plantear una resistencia cultural en nuestros días. Una forma de escribir la historia desde la resistencia, desde los oprimidos.
Tal vez los aztecas no ganaron muchas batallas, pero con esa que produjo el mito del llanto del conquistador en una noche, con esa es suficiente para construir un símbolo de resistencia, de rebelión frente a la opresión y la destrucción de un imperio.
Por Martí Batres