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Fiscalía de Estados Unidos solicita cadena perpetua para Genaro García Luna

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Opinión

La historia se repite otra vez, las corporaciones se imponen y capturan a las Naciones Unidas. Qué hubiera pasado hace 30 años, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, 1992, si los Estados Unidos hubieran aceptado que se establecieran compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Estaríamos en otro escenario de cambio climático. Sin embargo, G. Bush y su Gobierno advirtieron que no asistirían a la Cumbre si se planteaba llegar a un acuerdo en reducción de emisiones. La amenaza estadounidense respondía a los intereses de las grandes empresas petroleras, mineras del carbón, automotrices, entre  otras, que se habían agrupado en la Coalición Global del Clima para frenar cualquier política de reducción de emisiones que afectara sus intereses. Además de su participación directa en la Cumbre, la voz de estas encabezada por el propio Gobierno de los Estados Unidos, el mayor emisor de gases de efecto invernadero en ese momento. Tuvieron que pasar varios años para que los efectos del calentamiento global fueran tan evidentes que ya no se pudiera seguir engañando más a la población con las dudas generadas por las corporaciones, disfrazadas de ciencia, de que el fenómeno no existía y que si existía no era por causas humanas. La catástrofe planetaria tuvo que avanzar para que la respuesta comenzara a darse, para que iniciará la transición energética. Los pasos han sido lentos y no han logrado revertir la tendencia creciente en emisiones, pero ya no hay duda del fenómeno y sus causas. Las propias empresas petroleras comienzan a ser obligadas, judicialmente, a reducir emisiones, como el caso ejemplar de Shell. En este proceso, no sólo se reconoce el calentamiento global del planeta por causas humanas, se ha comenzado a reconocer también que la forma dominante en que producimos nuestros alimentos es la principal causa de la destrucción de ecosistemas, destrucción que ha provocado ya la “Sexta Extinción Masiva de Especies”, además de ser una de las principales causas de emisiones de gases de efecto invernadero. Se reconoce que el sistema alimentario imperante, dominado por un puñado de inmensas corporaciones transnacionales, contribuye de manera muy importante a las emisiones de gases de efecto invernadero, a la degradación y perdida de fertilidad de los suelos, es el principal contaminante del planeta, a la vez que es causa de hambre y expulsión de las familias campesinas de las tierras fértiles. Esta dominación corporativa ha provocado que las poblaciones de varias naciones de las llamadas naciones del Sur sufran hambre, mientras que en sus territorios se producen alimentos para ser exportados a las naciones del Norte. Este sistema ha provocado que se destinen enormes extensiones de tierras agrícolas a la producción de ingredientes para la elaboración de elementos ultraprocesados, productos que no tienen valor nutricional alguno y, al contrario, son un riesgo para la salud. Estos productos son la causa principal de la epidemia global de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares.

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