Opinión

Corporaciones de la chatarra piden arbitraje internacional

Ha trascendido que una empresa productora de cereales ultraprocesados, puede tratarse de Kellogg’s o Nestlé, “ya metió al Gobierno en un lío debido a que existe una queja formal bajo un Acuerdo de Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones” (APPRIs), señalando que la queja es contra la norma que estableció el etiquetado formal de advertencia y que prohibió el uso de personajes dirigidos a la infancia en aquellos productos que tuvieran advertencias por exceso de azúcares, grasas, calorías, sodio, o la presencia de edulcorantes no recomendables para niños.

Desde el 14 de agosto de 2019, que iniciaron los trabajos para la reforma de la Norma Oficial Mexicana 051 de etiquetado de alimentos y bebidas no alcohólicas, las grandes corporaciones de los productos ultraprocesados, comestibles y bebibles argumentaron públicamente y al interior del grupo de trabajo, que el entonces anteproyecto de norma violaba otro acuerdo, el Acuerdo de los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados al Comercio (ADPIC).

Desde el inicio de estas discusiones las corporaciones aseguraban que la norma no caminaría por violaciones a diversos acuerdos internacionales de comercio firmados por el Gobierno mexicano, por violación a los propios principios establecidos en la Organización Mundial de Comercio. Pero también, desde el inicio de ese proceso, dejamos ver que eran amenazas de humo, que las amenazas habían sido realizadas por las mismas corporaciones de ultraprocesados y comida chatarra contra el etiquetado en Chile y contra el etiquetado en Perú, y no habían prosperado. Fueron las mismas amenazas que realizaron las tabacaleras contra el Gobierno de Uruguay, y antes contra el Gobierno australiano por la decisión de esos países de establecer el etiquetado genérico en las cajetillas de cigarros, es decir, que no tuvieran ningún diseño, ningún logo de la marca, sólo la marca escrita en letras pequeñas con las advertencias e imágenes del daño que genera fumar en toda la cajetilla.

Era curioso ver que esas corporaciones, unos años antes, en el Gobierno de Peña Nieto, habían tenido todo el respaldo del Gobierno mexicano que fue a todos esos espacios a oponerse a los etiquetados de advertencia en alimentos de Ecuador, de Chile, de Perú y a oponerse a las regulaciones a las cajetillas de tabaco en Australia. Mientras la propia Organización Mundial de la Salud reconocía públicamente a esos países por sus políticas para mejorar la alimentación y combatir el tabaquismo, el Gobierno mexicano, aliado entonces a esas corporaciones, enviaba cartas y participaba en estos espacios de regulación del comercio, para oponerse a ellas. En la práctica, el Gobierno mexicano actuaba del lado de las corporaciones en contra de la salud de la población de otras naciones, tal como los Estados Unidos lo venía haciendo.

Estas controversias, al parecer, no buscan mas que hacer ruido, ya que la propia Organización Mundial de Comercio reconoce que los derechos comerciales e, incluso, las propias patentes están por debajo del derecho a la salud cuando un país se enfrenta a una emergencia sanitaria. Curiosamente, el mismo Gobierno de Peña Nieto, mientras asistía a presentar controversias internacionales para apoyar a las corporaciones de los ultraprocesados y las bebidas azucaradas, declaraba en el país emergencias epidemiológicas por obesidad y diabetes. Estas declaraciones deberían haber llevado al Gobierno a implementar en el país las medidas que combatía en otras naciones, pero las corporaciones que afectaría estaban bien sentadas en las secretarías de economía y salud, y muy bien sentadas en la agencia reguladora, Cofepris.

En este caso de las empresas que producen “cereales” ultraprocesados es interesante señalar que estos productos, que no deberían llamarse cereales porque el nivel de procesamiento los ha hecho perder las características de lo que es un cereal realmente, son productos que representan uno de los daños más visibles a la salud de los niños por su alto contenido de azúcares, su bajo nivel de fibra y su muy bajo valor nutricional. Pero, sobre todo, porque desplazan el consumo de cereales reales como la avena, la cebada, el centeno y el amaranto, que aunque no es un cereal cubre todas sus cualidades y más, con un alto contenido proteínico y un mejor balance de aminoácidos superior a la mayoría de los cereales. El engaño de estas corporaciones lo podemos ilustrar con el cereal ultraprocesado de Kellogg’s que se presenta como un cereal con “Amaranto”. La palabra amaranto es la que más se distingue en el empaque de este “cereal” de Kellogg’s. El engaño es extremo, uno pensaría que el “cereal” está elaborado con amaranto, sin embargo, el producto tiene solamente 5 por ciento de harina de amaranto.

Desde 2004, la OMS recomienda no consumir productos con las características de la mayoría de estos “cereales” ultraprocesados y llama a retirar su publicidad dirigida a la infancia. La esquizofrenia de las corporaciones es total, desde hace ya varios años ellas mismas se comprometieron a nivel internacional, con la OMS, y a nivel nacional, con la Secretaría de Salud, a no realizar publicidad a la infancia de productos que no fueran saludables y, por otro lado, cuando la autoridad le pone límites a esa publicidad y les obliga a informar cuando sus productos presentan concentraciones altas de los nutrimentos críticos ligados a las epidemias de obesidad y diabetes que vivimos (azúcar, grasas, sodio), amenazan y van ante los organismos internacionales de comercio a denunciar y tratar de bloquear estas políticas.

En lo que el doctor Victor Toledo llamó recientemente “el mercantilismo totalitario” este tipo de prácticas se han normalizado, y cuando se trata de enfrentarlas se juzga que quien pretende hacerlo atenta contra una sociedad libre. La libertad se construye en una sociedad donde los intereses superiores están en los derechos humanos, en los derechos a la información, en el derecho a la salud, donde existe una verdadera democracia donde el bien común está por encima de la dictadura de los intereses privados. Robert Reich, exsecretario del trabajo de Clinton, expone claramente cómo el capitalismo ha sido secuestrado y sometido por las corporaciones en su obra Saving Capitalism. Se refiere al capitalismo del bienestar que existió antes de Reagan y Thatcher, antes del neoliberalismo, en que se lograron reducir las jornadas laborales, en el que se creo el derecho de los trabajadores a unirse en sindicatos, en el que las mujeres lograron el derecho al voto, en el que el Estado buscaba ofrecer salud y educación gratuita permitiendo la permeabilidad social, así como establecer las regulaciones para proteger el medio ambiente. No se trata de revindicar esa etapa del capitalismo, sabemos lo que hacían en ese periodo las naciones poderosas en los países de la llamada periferia, la devastación y los golpes de Estado para proteger sus intereses. Se trata solamente de mostrar cómo el neoliberalismo, el capitalismo corporativo, es una amenaza para la democracia y el bien común y lo que está causando a escala planetaria.