Opinión

Progresar es producir cosas e ideas “Todo lo que hacemos, pasa antes por nuestras cabezas”

En la Utopía de Tomás Moro, existe un pasaje que encantaba a Carlos Marx en el cual se habla de un país donde las ovejas devoran a los lobos…La metáfora parecía evocar el momento en que los proletarios expropiarían a los burgueses que, antes habían expropiado a los campesinos.

Confieso que, respecto al origen del capitalismo, durante décadas permanecí en la ignorancia por dos razones. La primera es que tardé en comprender que, en El Capital, Marx no describe un proceso histórico, sino que realiza una reflexión teórica, de ahí que su texto no sea homologable con ningún país, sino con todos.

La confusión debe haber afectado a muchos marxistas. El segundo error consistió en considerar la “llamada acumulación originaria del capital” descrita en el capítulo XXIV de El Capital como un fenómeno de amontonar bienes y saberes, lo cual convertía aquel episodio en un bucólico, casi bíblico capítulo, una especie de “transición pacífica” que legitimaba al capitalismo.

Todo terminó cuando descubrí que la acumulación originaria fue un violento y relampagueante proceso de expropiación de la propiedad de la tierra, arrebatada, no solo a los campesinos sino a las jerarquías menores de las sociedades feudales europeas. El despojo supuso la proletarización del campesinado. Violento fue también el capitalismo salvaje del siglo XIX en el cual el proceso de extracción de plusvalía se realizó a sangre y fuego. A esas formas de violencia, no a la violencia de las armas, se le atribuyó el rol de “partera de la historia”.

Así es posible comprender que la acumulación originaria constituye la prehistoria del capitalismo formada por procesos en lo fundamental extraeconómicos, como fueron las leyes de cercados en Inglaterra, pero sobre todo el descubrimiento y la conquista de América que dieron lugar a la más descomunal operación de saqueo conocida y cuya violencia es difícil de igualar. En cierta ocasión comenté que una de las carencias del socialismo de matriz soviética era que carecía de fuentes de acumulación propias. “No las necesita”, comentó un profesor. De una parte, porque el socialismo llegara como parte del proceso histórico y, cuando no ocurra, así como hasta ahora ha sucedido, tal como ocurrió en Rusia y en todos los demás países que han acudido a la apropiación como sucedáneo moderno de la acumulación originaria.

Comprender de este modo estos procesos permite entender la idea de que el advenimiento del socialismo que no necesita crear su propia base, ni ser “construido” sino que, como parte de procesos históricos, en cada lugar y momento, hereda la economía, la base material y técnica, la cultura, las infraestructuras y las técnicas gerenciales, no solo del capitalismo sino todo lo creado por la humanidad a lo largo de la historia de las civilizaciones.

Una parte del problema es que debido a la ineficiencia del modelo que se implantan, la impericia de sus operadores y el sabotaje externo, ocurre que se consumen los recursos expropiados sin lograr una reproducción ampliada, lo cual origina déficits económicos, estancamiento e incluso retrocesos que, o bien perjudican el consumo y la inversión, o son cubiertos con préstamos, asistencia externa, o en el mejor de los casos, con inversiones extranjeras directas.

El quid del asunto es que el socialismo no es un régimen que se construye sino un estadio civilizatorio al cual se arriba y en el cual el poder, no solo cambia de manos, sino que modifica sus esencias. En ese entendido, lo importante no es lo que se produce ni en qué cantidades, sino el modo como se distribuye, lo cual deviene en el cometido esencial del estado que, de gobernar a las personas, debería pasar al gobierno de las cosas y la orientación de los procesos sociales.

En su Crítica al Programa de Gotha, el texto donde de modo más explícito y extenso Marx aborda el asunto, no se enfatiza la idea de crear riquezas, sino de compartirlas: “En una fase superior de la sociedad… cuando con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces…la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!

La fórmula exacta es que el estado ejerza el poder de modo democrático, en nombre y en beneficio de las mayorías, sin aplastar a las minorías, deje la producción y la creación de riquezas en manos de los que saben cómo hacerlo y se ocupe de la distribución equitativa de las riquezas sociales. El socialismo es progreso, justicia social, cultura y democracia, lo demás, paisaje. Allá nos vemos.