A propósito de las caravanas migrantes, política migratoria mexicana y estadounidense, y de los excesos cometidos por agentes del Instituto Nacional de Migración en la región fronteriza del sur de México en días pasados, se desataron comentarios en redes sociales que pienso vale la pena analizar. Me llamaron particularmente la atención aquellos comentarios de figuras importantes de la oposición al Gobierno de la llamada Cuarta Transformación (4T) con relación a los desafortunados eventos (de uso extremo de la fuerza contra los migrantes) ocurridos en esos días. Los críticos implacables del Gobierno actual salen aparentemente en defensa férrea de los migrantes y denuncian con ahínco las acciones de las autoridades mexicanas en frontera sur, así como las condiciones deplorables en las que viven los extranjeros en nuestro país que se ven forzados a migrar. Al analizar el contenido de estas comunicaciones—y los mensajes en medios y redes sociales que culpan al Gobierno de AMLO de esta situación. puedo identificar más bien la politización del tema migratorio y no un deseo genuino de contribuir a mejorar realmente la calidad de vida de personas vulnerables a través de la crítica constructiva y la acción social.
Me llamó mucho la atención la crítica infame a las declaraciones del Padre Alejandro Solalinde, conocido activista pro-migrantes, en una entrevista que dio la semana pasada a la periodista Azucena Uresti de Milenio Televisión. A Solalinde se le ha considerado una autoridad en el tema de la movilidad humana en México por su trabajo directo con migrantes y refugiados a lo largo y ancho del país. El director y fundador de “Hermanos en el Camino” es un personaje sumamente polémico, pero que conoce como nadie la tragedia migrante y a casi todos los actores que participan en la facilitación de las migraciones masivas por territorio mexicano—y que mantienen una compleja relación. Alejandro Solalinde fue considerado en el pasado un crítico acérrimo del Gobierno, pero hoy en día mantiene una relación cercana y cordial con el actual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Lo anterior le ha acarreado todo tipo de críticas e insultos en medios de comunicación y redes sociales. Me escandaliza y llama mi atención sobremanera el nivel de violencia y las agresiones contra este sacerdote activista.
Ciertamente, el Padre Solalinde tiene ahora un acercamiento distinto a las autoridades mexicanas por su cercanía con AMLO, pero eso no justifica insultos, reclamos, ni coberturas mediáticas que parecen ser por encargo y podrían tener tintes más bien políticos. Es trágica la situación que ha forzado a miles de personas (y familias) en condiciones de extrema pobreza a dejar sus hogares. Es aberrante la hipocresía de los países ricos receptores de migrantes, a quienes parece convenir esta situación al tiempo que se benefician de mano de obra barata (casi esclava) a través de un esquema de fronteras semi-cerradas y la militarización de las misma. Ello mantiene a los migrantes como entes invisibles ante la justicia, sin derecho a las prestaciones que por ley les correspondería, y como trabajadores de segunda. Ellos pagan sus impuestos y contribuyen enormemente la economía de las naciones desarrolladas a las que entran sin documentos; muchas veces son deportados cuando ya no son útiles al sistema. Solalinde conoce mejor que nadie esta tragedia y, hasta la fecha, continúa con su intensa labor de ayuda al migrante irregular o indocumentado en México, pero como dice él, ahora con otra perspectiva, dadas sus simpatías por el actual proyecto de la 4T. No cabe la menor duda que el Padre ha cambiado su discurso hacia el Gobierno y esto le ha hecho caer de la gracia de muchos, algunos de los cuales antes fueron sus aliados o aparentemente sus amigos. Recuerdo bien la entrevista que le hizo el periodista Carlos Martínez del también muy controvertido portal de noticias El Faro de El Salvador en 2019 (reproducida por la revista Proceso). Aquí, el medio deliberadamente destacó la frase del sacerdote cuando afirmaba que los migrantes era “muy importantes”, pero que “la prioridad [era] México”. Esto le atrajo a Solalinde una serie de vituperios, reproches e incluso amenazas en redes sociales. Me sorprende y ofende el nivel de odio y violencia que se reproduce actualmente en las redes sociales. El tema migratorio es un claro detonante de agresiones, tanto desde uno como “desde el otro lado” del espectro ideológico.
Solalinde ha sido un constante y ferviente crítico de las caravanas migrantes. No hay que olvidar que él ve y ha visto de todo, y que conoce a una gran parte de los protagonistas en los procesos de facilitación de la movilidad humana y el tráfico de personas. Asimismo, su postura con respecto a la solución del tema migratorio ha cambiado con el tiempo, como sucede lógicamente con las personas que más saben de un tema y perciben su evolución desde las trincheras. En la entrevista a Azucena Uresti, el Padre sugiere que en la organización de las caravanas existen intereses obscuros (o hay “mano negra” como él afirma literalmente) y argumenta que éstos se relacionan quizás con acciones de actores gubernamentales estadounidenses que intentan desestabilizar al Gobierno de México.
Es cierto que Solalinde no muestra las pruebas contundentes de esta supuesta “mano negra” al hacer sus declaraciones. En realidad, parecen no existir evidencias fehacientes a la fecha de esto último que dice el sacerdote. Sin embargo, lo que sí es cierto es que cada vez que llega una caravana migrante y se enfrenta con las fuerzas del orden—en el marco de acuerdos (no escritos) que México parece tener con sus vecinos del norte—se genera una cobertura mediática organizada y dirigida a mostrar ciertas imágenes que desatan críticas voraces contra el Gobierno mexicano y su uso de la fuerza para impedir el paso de los migrantes hacia Estados Unidos. Estas acciones gubernamentales y su cobertura alimentan desacuerdos fundamentales qué más que lograr soluciones en el tema de derechos humanos, generan caos y una discusión evidentemente politizada. La discusión sobre las caravanas migrantes sí llega a desestabilizar (como asegura el Padre) al Gobierno mexicano, pero no estamos muy seguros de todas las fuerzas que les dan origen a estos fenómenos.
Otro tema que es importante destacar en el caso de los dichos de Solalinde tiene que ver con lo que él se refiere a la supuesta “mano negra.” No se niega de ninguna manera la tragedia de aquellos que deben dejar su tierra por hambre, por miseria, por inseguridad, por violencia doméstica o para reunificar a sus familias. La necesidad es bárbara y los incentivos están del otro lado (en Estados Unidos)—me refiero a los trabajos y a la promesa (no siempre cumplida) de una mejor vida. No obstante lo anterior, como cualquier otro movimiento social exitoso, un fenómeno como el de las caravanas migrantes no puede de ninguna manera ser totalmente orgánico o espontáneo.
Y digo exitoso, porque si no lo fuera (para algunos actores) no se continuarían organizando caravanas. Se requiere al mismo tiempo de oportunidades políticas, recursos materiales, marcos de enmarcamiento (incluyendo cobertura en medios informativos), liderazgos, etcétera. Recordemos que en 2019, por ejemplo, la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la SHCP bloqueó cuentas bancarias de diversas personas físicas y morales que “presuntamente habían participado en el tráfico ilícito de personas y la organización ilegal de caravanas.” En fechas más recientes, esta misma institución “detectó que algunas caravanas de migrantes que transitan por México hacia Estados Unidos, reciben dinero de organizaciones criminales relacionadas con el tráfico de personas, que se localizan en diferentes países del Medio Oriente y de África” (Grupo Zócalo, 2020).
Ya hemos escrito bastante sobre las caravanas, sus apoyos y organizadores. También reconocemos que en el seno de estas movilizaciones forzadas están la extrema violencia y la pobreza. Desafortunadamente, detrás de estos fenómenos parecen existir también muchos intereses, incluyendo los de algunos traficantes de personas (que ofrecen sus servicios al terminar o durante la caravana) o miembros de la delincuencia organizado en muchas de sus fases. Por otro lado, ¿cómo se explica la organización de caravanas en momentos políticos/electorales claves como las elecciones intermedias de Estados Unidos, coincidiendo exactamente con cambios de Gobierno (en México o Estados Unidos), o en el marco de la decisión de la Suprema Corte de los Estados Unidos de reinstalar el Programa “Quédate en México” (el cual requiere de la venia del Gobierno mexicano)? Después de analizar con mucho cuidado estos fenómenos, tengo más dudas que respuestas. Me parece pertinente mencionar algunas:
¿Cómo se forma una caravana?¿Quién la facilita?¿Con quién se enfrenta?¿Quién la cubre (medios, periodistas, documentalistas, usuarios de redes sociales, etcétera) de forma sistemática (principalmente los enfrentamientos)?¿En qué momentos específicos?¿Qué resulta?
Contestar con certeza estas preguntas me parece fundamental. También es preciso ir recopilando evidencias en el caso de que se encuentre efectivamente alguna “mano negra”. En la situación de incertidumbre en que se dan estos fenómenos migratorios, parece existir un espacio para la especulación. Sin embargo, confío en que eventualmente proporcionaremos respuestas más certeras y nos explicaremos estos fenómenos con argumentos avalados con pruebas fehacientes, y no con ideología o motivaciones políticas. Solalinde podría estar equivocado—todos podemos estarlo—pero cada quien tiene derecho a expresar su opinión. Podemos estar o no de acuerdo con el Padre, pero esto no lo hacer de ninguna manera acreedor a críticas mal intencionadas, violencia verbal o discurso de odio.
Solalinde es un hombre que en las últimas décadas de su vida se ha enfocado en el apoyo a los migrantes de diversas maneras y … a su manera—como todos en esta vida: a nuestra manera. Yo he tenido la oportunidad de ver en acción al padre Solalinde en varias ocasiones. Recuerdo el día que lo vi en Ixtepec, Oaxaca dando acompañamiento y comprando los medicamentos personalmente a una mujer hondureña (casi niña) que había sido atacada sexualmente por varios hombres en el camino. La mujer había quedado embarazada.
Se puede estar o no de acuerdo con el Padre. Todos tienen derecho a no comulgar con sus ideas o a desaprobar su relación con el Presidente. Se vale no estar de acuerdo con la nueva filosofía del fundador de “Hermanos en el Camino” o con su forma de trabajo. Los jueces implacables del Padre Solalinde, muy interesados supuestamente en los derechos humanos y en la tragedia del migrante y refugiado en México, deberían empezar a actuar ellos mismos y dejar de criticar. Deberían pensar en apoyar a los migrantes directamente de la manera que consideren más pertinente. Los migrantes no dejan sus países por gusto sino por necesidad. Existe entonces un grandísimo espacio para la acción solidaria de todos nosotros.
Es indignante que en redes sociales se pregunte cada vez que llega una caravana al país y que hay enfrentamientos con las autoridades mexicanas o que se atenta contra la integridad de los migrantes: “¿Y dónde está el Padre Solalinde? También son indignantes las declaraciones de comunicadores, personalidades y políticos de oposición como Javier Lozano, Xavier Tello, Denise Dresser, Alejandro Hope y Brozo, entre otros, que critican ferozmente las declaraciones del Padre y al Estado mexicano, pero que muy probablemente nunca han pisado un albergue, o dado apoyo directo a los migrantes y mucho menos conocen el trabajo de Solalinde en los albergues y en el camino.
A los jueces y verdugos de Alejandro Solalinde, yo les recomiendo que dejen de preguntar por él y se pongan a trabajar en solidaridad con la causa migrante. Hay mucho por hacer por nuestros hermanos que debieron dejar la tierra que los vio nacer, ya sea por hambre, pobreza extrema, por ser perseguidos por las pandillas, porque su casa quedó destruida por un huracán en plena pandemia, o por el deseo de poder reunirse con sus familiares que les mandan dinero pero que hace años no pueden ver. Ya basta de violencia y de odio irracional; si tanto les interesan los migrantes, dejen el teléfono celular para atacar a otros que sí hacen trabajo. Y si no les gusta ese trabajo, pónganse a trabajar ustedes por la causa migrante, que mucha falta hace.