Opinión

Soluciones óptimas

El capitalismo no tiene que probar sus virtudes, sino corregir sus defectos. El socialismo necesita hacer ambas cosas. Quien primero dé pasos al encuentro habrá logrado el cetro de la historia. Así lo han entendido los nórdicos y los europeos empeñados en construir estados de bienestar en los cuales se trata de combinar la eficiencia del capitalismo para crear riquezas y generar ganancias con la propuesta del socialismo para distribuirlas.

Los ingenieros suelen utilizar la expresión: “soluciones óptimas” para referirse a fórmulas que no pueden ni necesitan ser mejoradas. Los autos poseen cuatro ruedas y la corriente eléctrica dos polos. Así ocurre con las verdades absolutas, como aquella de que la Tierra es redonda y gira alrededor del sol. La ciencia no se ocupa de lo establecido, sino de lo desconocido y de lo que no ha sido resuelto.

Los filósofos y tratadistas que elaboraron los fundamentos de las sociedades y los estados modernos, inspiraron las grandes revoluciones, iluminaron las luchas por la independencia en el Nuevo Mundo y de los individuos por su libertad, figuran entre las mentes más lúcidas de todos los tiempos. Aunque criticadas, sus tesis basadas en la democracia liberal, incorporadas a la cultura universal y realizadas de modo imperfecto en Occidente y partes de Asia y África, no han sido desmentidas y han soportado las pruebas del tiempo.

El mayor hallazgo de esas celebridades es la democracia, la más importante categoría política de todos los tiempos y entre cuyas esencias figuran: soberanía popular, elección mediante sufragio universal y secreto, separación de los poderes del estado y estado de derecho.

 Cien años atrás, mediante audaces maniobras, los bolcheviques tomaron el poder en Rusia y, en lugar de hacer avanzar la historia, se propusieron enmendar sus cánones y, en medio de las circunstancias más adversas y en el lugar menos propicio, se propusieron construir “una nueva sociedad” con una nueva economía, otra institucionalidad, códigos morales, y expresiones artísticas diferentes, religión laica y “hombres nuevos”. La desmesura del empeño se asoció con la escala del revés.

No obstante, el esfuerzo de aquellos precursores no fueron energías malgastadas, sino inversiones en la transición que en 70 años llevó a Rusia del capitalismo primitivo con rasgos feudales al capitalismo moderno con matices socialistas, incluyendo algunos territorios exsoviéticos.

En ese mismo período histórico, de la mano de Kemal Atatürk, Turquía sobrevivió a la derrota del Imperio Otomano y se transformó en una república laica desarrollada, mientras detenidos en el tiempo otros países del Oriente Medio y Afganistán, apenas evolucionaron. Se trata de la diferencia entre quienes apuestan por la modernidad y aquellos que dominados por el conservadurismo voluntariamente, se atan a experiencias fallidas.

Con múltiples experiencias a la vista, Cuba patina en el empeño de distribuir con equidad lo que no logra producir con eficacia y pretende probar la funcionalidad de una institucionalidad sobrepasada por la experiencia y construir nuevos consensos a partir de consignas trascendidas. Las tendencias civilizatorias nunca están equivocadas, lo están quienes se apartan de ellas.