Opinión

Al leer ciencia ficción, me pregunto: En caso de un ataque extraterrestre: ¿Quién defenderá a la Tierra? Obviamente no podían ser otros que las superpotencias que, como ya hicieron una vez salvaron a derechas e izquierdas y a tirios y troyanos.

Al respecto el precedente estableció cuando el fascismo hitleriano hizo peligrar a la humanidad. En 1941 Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, convocó a Winston Churchill, primer ministro británico y a bordo de un buque militar, frente a las costas de Terranova, firmaron la Carta del Atlántico, un documento excepcional.

Aquel acuerdo entre imperialistas declaró que los firmantes no procuraban conquistas territoriales, reconocían el derecho de todos los pueblos a la independencia y a elegir su forma de gobierno, y establecía que vencedores y vencidos podían acceder a los recursos naturales de la Tierra, estimulaban la cooperación entre países y reconocía la libertad de los mares y de comercio. Tan avanzada plataforma dio lugar a que inmediatamente, 26 países, entre ellos la Unión Soviética, se sumaran. Así nació la Coalición Aliada.

En 1943 los Tres Grandes, líderes de la coalición (Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética), se encontraron en la remota Teherán. Para llegar allí, Roosevelt navegó unos 15.000 kilómetros y Churchill 10.000, Stalin llegó en tren (entonces la URSS e Irán compartían fronteras). Más tarde se sumó la China de Chiang Kai-shek que combatía contra Japón en Manchuria y serían los Cuatro Grandes, finalmente, como un regalo, a propuesta de Stalin, Francia fue invitada y nació el “Big Five” o los Cinco Grandes que todavía ocupan los asientos de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

Entonces, con luces y sombras, el mundo tuvo un liderazgo solidario y común que no solo proporcionó la victoria sobre el fascismo, sino la liberación de Europa, la descolonización afroasiática y la creación de la ONU. El desempeño político y los legados de Roosevelt y Stalin en la conducción de la guerra y la política internacional de entonces fue irrepetible. La muerte de Roosevelt provocó la ruptura de una alianza que ganó la guerra, pero no sobrevivió en la paz.

El mundo de entonces se dividió en dos bloques encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética que basados en perspectivas ideológicas confrontadas, lideraron y presionaron al mundo y aunque defectuosamente, mantuvieron la paz y permitieron el desarrollo. Aquel ambiente terminó cuando la Unión Soviética colapsó y prosperó una visión unipolar que también puede darse por liquidada.

La pandemia COVID-19 ha mostrado de un modo trágico la falta de cohesión y la ausencia de liderazgo en el mundo y reiterado la necesidad de que otra vez vuelva a existir el espíritu de cooperación que salvando enormes diferencias ideológicas y políticas permitió a Roosevelt y Stalin aliarse para derrotar la peor epidemia política que ha conocido la humanidad. Todavía creo que estratégicamente, la globalización camina en esa dirección. El obstáculo es que los líderes de hoy, no están a la altura.

Recién se ha conocido que Estados Unidos se prepara para enfrentar una nueva pandemia como una vez se trazó como meta el viaje a la Luna o encabezó el Proyecto Genoma Humano. Según la Casa Blanca se trata de un plan valorado en 65.300 millones de dólares. Al frente del programa estará Matthew Hepburn, director de desarrollo de vacunas contra el COVID.

Ojalá que haber comprendido que Estados Unidos no podía solo contra Hitler y que la Unión Soviética tampoco, certezas que conllevaron a la adopción de posiciones pragmáticas y a una eficaz alianza, se entienda hoy que un solo país por más dinero y potencial científico que posea solo no puede como semejante empresa como lo ha evidenciado la COVID-19.

Nunca he escuchado críticas a Stalin no sólo por haberse aliado a Estados Unidos, sino por haber aceptado el liderazgo político de Roosevelt y tampoco, antes ni después el presidente norteamericano ha sido impugnado por ofrecer una cuantiosa ayuda militar a la Unión Soviética y haber pactado con ella. El realismo no solo es parte de la política, sino que es un núcleo racional.

La historia se repite, ninguna potencia europea ni todas juntas están en capacidad de encabezar un empeño internacional semejante y tanto China como Rusia, carecen de la capacidad de convocatoria necesaria para hacerlo, cosa de la que tampoco Estados Unidos dispone. Si otra vez son los Tres Grandes, deberían estar a la altura. Sus diferencias ideológicas no son insalvables. Allá nos vemos.