Las personas de formación marxista suelen operar con abstracciones y concentran la atención en los procesos históricos y, excepto se trate de líderes máximos, apenas reparan en las individualidades. La filosofía liberal hace lo contrario, por lo cual el carácter social de algunos procesos, de los cuales individuos relevantes son expresión, resultan soslayados. Se trata de errores metodológicos.
Entre los componentes esenciales de la historia del capitalismo americano figura el papel de los individuos que fue trascendental en la primera revolución anticolonial y en la exitosa evolución económica de aquella sociedad.
En el primer caso figura la vanguardia política que en el siglo XVIII realizó simultáneamente la lucha anticolonialista y la integración económica y política de las 13 Colonias de Norteamérica. Al lograr a la vez que la liberación nacional, la integración económica y política, auspició la más relevante innovación que instauró un modelo en el cual la democracia política ampara el liberalismo económico.
En ese modelo económico, en el cual, dentro de la ley, “vale todo”, entre los factores más relevantes figura el papel de los emprendedores cuyo impacto trascendió las fronteras de los Estados Unidos proyectándose sobre todo el mundo. Como iconos, entre la multitud de pioneros figuran: Tomás Alva Edison (1947-1931), que no completó la enseñanza primaria y legó más de mil inventos entre estos la bombilla incandescente, el fonógrafo y el proyector cinematográfico, el telégrafo automático y, en el 1882, desarrolló e instaló la primera central eléctrica en el mundo.
Henry Ford (1863-1947), obrero de origen campesino, mecánico empírico, en el 1893 construyó un automóvil rudimentario y, en el 1903, fundó Ford Motor Company. Su gran innovación fue la cadena de montaje que, junto con la fabricación previa de partes y piezas, introdujo la cadena de montaje que permitió la producción en masa de automóviles y redujo considerablemente los costos de producción, lo cual permitió su masificación.
Duplicó el salario de los trabajadores y fue el primero en pagar cinco dólares la hora. En el 1916 facturó 60 millones de dólares y durante la Segunda Guerra Mundial produjo casi 10 mil aviones de combate. John D. Rockefeller, todavía considerado el “hombre más exitoso del mundo”, fundador de la que, según se afirma es la poderosa y reconocida “dinastía” económica de los Estados Unidos, creador entre otras decenas de empresas y entidades como la Standard Oil que, en su época, llegó a controlar casi toda la producción y refinación del petróleo en los Estados Unidos.
Un fallo judicial, amparado en leyes antimonopolio obligó a dividir su empresa en más de 30 compañías diferentes. Del presente es obligado mencionar tres nombres: Bill Gates, Elon Musk, el hombre del momento, y Jeffrey Bezos, fundador, presidente ejecutivo y director ejecutivo de Amazon.
A la iniciativa y la creatividad de estos hombres, se debe la creación de Microsoft, desde hace uno 40 años líder mundial en el mercado de software, Tesla Motor, SpaceX y Amazon, gigantes empresariales que han revolucionado áreas como la producción de automóviles eléctricos, cohetes, satélite y naves espaciales, el comercio en línea y otros emprendimientos que constituyen pilares tecnológicos, productivos y comerciales del mundo moderno.
Ellos y otras decenas de millones que, en todos los países, al frente de negocios pequeños, medianos y grandes, sin responder a la orientación de nadie ni a planes ajenos, arriesgando sus capitales y sus créditos, trabajando incansablemente, al forjar su éxito personal han arrastrado a millones.
Los emprendedores son creadores de riquezas y de empleos, facilitadores para la realización de aspiraciones personales y de proyectos de vida, adalides en la lucha contra la pobreza que merecen no sólo respeto, sino también apoyo, en primer lugar, de los Estados y gobiernos de los cuales son aliados en la búsqueda del bien común, cometido esencial del poder. Algunos son ricos, pero ninguno condena a nadie a la pobreza, todo lo contrario