Los espacios geográficos ejercen notable influencia en la historia y la política, lo cual explica el surgimiento de la geopolítica, categoría originada en el siglo XIX cuando las potencias europeas y los Estados Unidos se percataron de que sus intereses imperiales se preservaban mejor reorganizando los espacios geográficos ajenos.
La llegada de los europeos a América en el 1492 fue un hecho casual que dio lugar a un reparto del mundo y a un ajuste geopolítico planetario.
En cambio, muchos conflictos, especialmente las guerras mundiales fueron acciones conscientes para reorganizar los espacios geográficos globales. La geopolítica tuvo importantes impactos en el Nuevo Mundo, tales como el traspaso de Luisiana, Florida, Alaska, Hawái y de vastos territorios de Francia, España, Rusia y México a Estados Unidos. Geopolítica fue la ocupación de Filipinas, Cuba y Puerto Rico.
La categoría, que en una etapa usurpó connotaciones pseudocientíficas y académicas, y cuyos componentes racistas y xenófobos son obvios, adquirió relevancia trascendental cuando la Alemania nazi y el Japón militarista invocaron la noción de “espacio vital”, filosofía basada en la idea de que unos Estados resolverían sus carencias territoriales a cuenta de otros.
Alemania fijó sus intereses sobre los países de Europa Oriental, Polonia y Rusia, mientras Japón lo hizo sobre China, especialmente Manchuria y Australia. Durante la II Guerra Mundial, las potencias vencedoras llegaron a entendimientos, según los cuales las prácticas imperiales prescindían de las conquistas territoriales, incluidas las colonias, sustituyéndolas por el reparto (no escrito) de “zonas de influencia”, con lo cual la geopolítica perdió vigencia.
Al dar lugar a transformaciones políticas asociadas a los espacios geográficos, el fin de la Guerra Fría relanzó la geopolítica. El cambio de régimen en nueve países de Europa Oriental y de Mongolia, en Asia, así como la disolución de la Unión Soviética, que dio lugar a 20 nuevos Estados, y de Yugoslavia, que originó a otros seis, y de Checoslovaquia, dividida en dos, involucró a 40 países en un mega ajuste geopolítico que, como prueban las anexiones de Crimea y Donbass, no ha concluido.
Por primera vez Una de las características de esos procesos es que, por primera vez en 77 años, las grandes potencias europeas y los Estados Unidos (por persona interpuesta) están en guerra.
La Europa de las guerras mundiales retoma su peor versión y como en las dos conflagraciones anteriores acude a Estados Unidos que, con bajos costos y alta rentabilidad, les saca las castañas del fuego y les pasa factura.
De hecho, todas las potencias mundiales, excepto China, están involucradas en una guerra que carece de connotaciones ideológicas y de la legitimidad que tuvieron las luchas de liberación o antifascistas, las cuales generaron alianzas pertinentes.
Las asociaciones de hoy, excepto las que vinculan a Europa y los Estados Unidos, nacidas de procesos históricos y credos compartidos, no son solidarias sino interesadas y circunstanciales y, debido a la novedad introducida por las sanciones, tienen trasfondos esencialmente comerciales.
Situación inédita Se trata de una situación inédita en la cual las confrontaciones internacionales carecen de la moralidad y del romanticismo que pudieron tener las luchas contra el colonialismo, la defensa de la República Española, el combate contra el fascismo o la lucha contra el comunismo en Corea.
La política exterior se atiene cada vez menos a principios y más a conveniencias que no son necesariamente económicas. La guerra que sin razones decisivas se libra en Europa es resultado de retrocesos que han llevado a la humanidad a etapas trascendidas, entre ellas a las conquistas y anexiones territoriales y al renacer de la geopolítica, una categoría repugnante que sirve para encubrir modos de comportarse de los imperialismos. En esencia se trata de una aberración civilizatoria que no es casual sino interesada y mezquina.