Opinión

Experiencias geopolíticas

Al conocer que Estados Unidos trasladó su embajada en Ucrania de Kiev la capital, hacia Lviv o Lvov, a 70 kilómetros de Polonia, recordé que una vez estuve allí. Entonces era un joven oficial de bajo rango, pero en uno de los estados mayores mejor instalados de Iberoamérica. No contaré a qué me enviaron tan lejos de casa.

Lviv, Lvov lo pronuncian los rusos, Lemberg los alemanes, y Lwów los polacos; más lejos en la historia empleando el latín en uso por los católicos polacos le llamaron Leópolis (literalmente, ciudad del león). Según una versión de su historia, la urbe fue fundada ucraniana en 1256, conquistada por los polacos en 1340, en 1772 resultó convertida en austriaca y en 1919 fue reincorporada a Polonia

En 1939, como parte del Pacto Ribbentrop-Molotov, una de las más desafortunadas y criticadas maniobras geopolítica y diplomáticas de Joseph Stalin, la ciudad vivió uno de los momentos más trágicos de su historia, al ser ocupada por tropas de la Unión Soviética, a quien Alemania se la arrebató dos años después. En 1944 fue retomada por el Ejército Rojo en ruta hacia Berlín, y en 1946 fue oficialmente anexada a la Unión Soviética que la incorporó a Ucrania hasta hoy. 

Bajo la ocupación nazi, la ciudad conoció los campos de trabajo y exterminio, el asesinato masivo de judíos, eslavos, comunistas, socialdemócratas y católicos y el establecimiento de un gueto donde se segregaron unos 100 mil hebreos, uno de ellos fue Simón Wiesenthal, sobreviviente de tres campos de concentración y consecuente cazador de nazis hasta su muerte en 2005.

Según estimados, bajo la ocupación nazi, Lviv (Lvov) perdió alrededor del 80 por ciento de su población original y fue repoblada, principalmente por rusos y ucranianos. Cuna de Stephan Bandera, para unos, nacionalista furibundo y cabecilla contrarrevolucionario, cuyo anticomunismo lo llevó a pactar con los ocupantes nazis y para otros un luchador por la independencia de la nación al que en 2007 le levantaron un monumento.

La tradición política nacionalista, antisoviética y antirrusa, de parte de los ucranianos, ha sido visible en los nativos de Lvid (Lvov) que expresaron júbilo por el colapso soviético que, por primera vez otorgó la independencia a Ucrania y la autodeterminación a Polonia y se han destacado por la repulsa a los gobernantes ucranianos afines a Rusia y por el apoyo a quienes la confrontan. Lviv o Lvov bastión del nacionalismo ucraniano y polaco, cuyo casco histórico desde 1998 ostenta el merecido título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, añade ahora a sus relumbrones, ser escogida como sede de la embajada de los Estados Unidos en Ucrania, la única que no radica en una capital, o quizás, como ya lo fue en 1272 vuelva a ser capital de Ucrania en el caso de, como vaticina Biden, Rusia conquiste a Kiev. Ojalá nada de eso ocurra, haya paz en Europa y pueda yo conservar los buenos recuerdos de mi estancia en Lviv (Lvov)