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Opinión

Cuando mueren los generales

En el servicio militar como oficial en academias y estados mayores, y en lecturas aprendí que en los ejércitos profesionales (en los cuales los ascensos no son prebendas) los generales son los oficiales de mando más competentes y respetados y, a pesar de su jerarquía, suelen ser cercanos a las tropas por lo cual no es extraño que en la guerra se expongan y mueran. Según fuentes ucranianas, cuya exactitud no he podido verificar, en un mes de guerra siete generales rusos han muerto en campaña (de los suyos no hablan).

La cifra no me parece exagerada porque durante la II Guerra Mundial, en la cual sirvieron 3 mil 363 generales alemanes, 136 de ellos cayeron en combate. La estadística toma en cuenta que los alemanes combatieron durante seis años (1939-1945), período en el cual en operaciones cayó un Comandante de Cuerpo de Ejército cada tres meses y un jefe de división cada tres semanas. En los combates algunos fueron hechos prisioneros, el más notorio fue Friedrich von Paulus, mariscal jefe del 6° Ejército alemán, derrotado y apresado en Stalingrado.

Durante su cautiverio, Paulus aconsejó la rendición porque, a su juicio, la guerra carecía de sentido y de moralidad, y actuó como testigo en los Juicios de Núremberg. Liberado en 1953 vivió y trabajó en Alemania Oriental hasta la muerte en 1957. Más trágico fue el final del General Erwin Rommel. Al descubrirse su involucramiento en el atentado a Adolfo Hitler, el Alto Mando le ofreció como opciones: un juicio y la horca o el suicidio.

Eligió la última. Durante la capitulación ante los mandos occidentales y soviético se entregaron decenas de oficiales del más alto rango. Los más famosos fueron Alfred Jodl y Wilhelm Keitel, Karl Dönitz que firmaron la capitulación ante los mandos aliados y soviético. Algunos de ellos fueron condenados en los procesos de Núremberg. Los generales soviéticos Ningún cuerpo de ofi ciales tiene más mérito que el de la Unión Soviética que participó en la Gran Guerra Patria. Inexplicablemente Joseph Stalin prestó oídos a los oportunistas que intrigaron contra ellos convirtiéndolos en víctimas de las purgas realizadas entre 1936 y 1938, precisamente en la antesala de la invasión nazi.

Aunque las cifras difi eren, está probado que más de 200 generales y tres mariscales fueron arrestados, encarcelados y/o ejecutados. De los 18 mariscales de aquella etapa tres: Mijail Tujachevski, Vasili Konstantínovich Blücher y Aleksandr Ilich Yegórov fueron fusilados. Todos fueron reivindicados. No pocos generales salieron de las prisiones y los gulags para tomar el mando de divisiones y regimientos.

La hija del más notorio de ellos, Konstantín Rokossovski, contó que en los años 50 preguntó a su padre: ¿Por qué siempre lleva una pistola? ¡Porque si algún día vuelven por mí, no me tomaran vivo! No dispongo de un estudio completo de los generales soviéticos muertos en combate durante la II Guerra Mundial, seguramente son decenas. Con la mención de los cinco primeros caídos en acción los recuerdo: Lev Dovator, Iván Panfi lov, Nikolai Vatutin, Iván Lazarenko e Iván Zhernishezki. Las guerras son aberraciones de la civilización, momentos de locura colectiva en los cuales los militares reciben licencia para matar y unos hombres pueden acabar con la vida de otros impunemente. Acudir a semejante recurso cuando hay otras fórmulas, es un injustificable acto de barbarie.

Es preciso lamentar la muerte de los civiles no beligerantes, así como de los combatientes de todos los bandos y de todos los rangos y alzar todas las voces para repudiar la guerra y a quienes la promuevan. La paz, declaró Nelson Mandela, no es un camino, es el camino. No hay otro.

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