Opinión

AMLO va a La Habana

No ha sido posible determinar si el bolero es cubano o mexicano. En México, Dámaso Pérez Prado creó uno de los más populares ritmos cubanos que Benny More acreditó como binacional mediante la fórmula: “¡Que bonito y sabroso bailan el mambo los mexicanos...!” Debido a la historia y a la cultura, no existen dos países latinoamericanos que se entiendan mejor que México y Cuba.

Alrededor de 1515, desde Cuba se inició la aproximación de España a México que lamentablemente la codicia convirtió en conquista, y en México vivieron los notables de todas las gestas cubanas, desde José Martí a Fidel y Raúl Castro. A México, que acoge a multitudinarias caravanas de centroamericanos que aspiran a emigrar, llegan hoy cubanos que sin hacer daño buscan caminos y… son devueltos.

En la diplomacia latinoamericana, especialmente cuando se trata de los Estados Unidos y de Cuba, México hace la diferencia. Varios presidentes de ese país han mediado para aproximar a los dos vecinos peor llevados del hemisferio, anales bien contados por William Leogrande y Peter Kornbluh en un libro memorable.

Según se cree, esa andadura diplomática comenzó con la negativa de México de sumarse a la maniobra de la OEA que en 1962 expulsó a Cuba y recomendó la ruptura de relaciones diplomáticas colectivas con la Isla. Según ciertas afirmaciones, esa posición, además de una demostración de solidaridad y respeto constituyó una maniobra diplomática a la cual Estados Unidos y probablemente La Habana, no eran ajenos y que se encaminó a mantener abierto un canal de comunicaciones para eventualidades futuras, lo cual, efectivamente, ha servido a varios presidentes mexicanos para tratar de aproximar a ambos países.

Actualmente, cuando debido a la lucidez y determinación de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro se han registrado trascendentales avances en la relación bilateral, López Obrador, un amigo del pueblo cubano hasta la devoción y cuya excelente comunicación con el presidente Miguel Díaz-Canel es conocida, tiene mayores espacios para la maniobra y argumentos de excelente calidad.

Fue el presidente Obama quien, del lado Norte, se percató de la obsolescencia de la política estadounidense, en especial el bloqueo hacia la Isla. Entonces Joe Biden, que ahora habita la Casa Blanca y John Kerry un cercano colaborador, acompañaron la visión política del líder. Ni siquiera hace falta innovar, sino que basta con refrescar la memoria.

Pero mientras los americanos deshojan margaritas acerca de cuál es el mejor momento para rescatar las medidas, todas justas y razonables que en gesto revelador, entre otras cosas de primitivismo político, Donald Trump enterró, Obrador por su cuenta puede adelantar, entre otras cosas porque avancen las reformas en Cuba que, no se realizan para agradar a Estados Unidos, tampoco los incordia y, por el contrario, favorecen las gestiones mediadoras.

Lo contrario del bloqueo o embargo, que Obrador repudia, es el libre comercio, algo en lo cual México es un campeón. No sólo porque fue el primer país del hemisferio en elevarse hasta la altura que le permitió suscribir el primer tratado al respecto con la mayor superpotencia económica del planeta, sino porque ha tejido una red de 14 tratados de libre comercio que lo asocian con 50 países, incluida la Unión Europea, la Alianza del Pacífico y la Asociación Transpacífico, en total mil 300 millones de consumidores.

Sería magnífico que a ese rosario se sume un Acuerdo de Libre Comercio con Cuba que curiosamente no cuenta con ninguno con ningún país. De ese modo, sin apelar a nadie más, AMLO pudiera clavar un poderoso clavo al ataúd del bloqueo y promover un movimiento latinoamericano al respecto y así pasar de