Opinión

¿Ruido de sables en la campaña presidencial?

En un ambiente altamente enrarecido, con intromisión militar y parcialidad del Presidente, avanza la campaña para elegir al próximo mandatario nacional.

Finalmente, luego de la elección del Congreso y de los ganadores de dos coaliciones alternativas y una de derecha, tres candidatos se perfilan con probabilidades de triunfo en las elecciones del 29 de mayo.

Aunque en algunas anteriores se podía percibir el favoritismo presidencial, en estas ha sido abierta la inclinación del presidente Iván Duque por Federico Gutiérrez, candidato de la derecha, exalcalde de Medellín, sobre quien pesan indicios preocupantes, como la condena de su secretario de seguridad, Gustavo Villegas, por relaciones con la llamada Oficina de Envigado, la cual, luego de la muerte de Pablo Escobar, se enseñoreó de la ciudad y sus alrededores. Otro de sus apoyos, el exgobernador Luis Alfredo Ramos, fue condenado hace dos días por la Corte Suprema dentro del caso de la llamada parapolítica.

El conocido paramilitar y narcotraficante alias “Otoniel”, extraditado a Estados Unidos pese a la oposición de organizaciones sociales y de víctimas que pedían que primero contara la verdad sobre sus relaciones con funcionarios civiles y militares, reveló ante la Justicia Especial de Paz (JEP) que un exalcalde de Medellín y un exgobernador de Antioquia se reunieron con los hermanos Castaño, fundadores y jefes de las Autodefensas (paramilitares) y el Clan del Golfo y les dieron el 5 por ciento de todos los contratos y que actualmente operan de la mano de funcionarios y fuerza pública. La JEP compulsará copias a la Procuraduría y fiscalía para lo que sea de su competencia.

El favoritismo de Duque por Gutiérrez (“Fico”, como le gusta ser llamado) ha llegado al punto de ser él mismo quien contradiga las propuestas de Gustavo Petro. Si éste propuso quitar el acento en la explotación petrolera, el Presidente sale en las noticias a decir que eso es un absurdo, que el petróleo es la mayor fuente de riqueza del país. Si Petro propuso que las pensiones, en vez de estar en dos regímenes, uno público y otro privado que utiliza los ahorros de los pensionados para pagos estratosféricos a sus dirigentes y para hacer inversiones riesgosas, pasaran a un fondo público que les diera mayor protección y cobertura, Duque al día siguiente pone el grito en el cielo diciendo mañosamente que se propone expropiar las pensiones.

No hace falta decir que el Presidente de la República tiene prohibición constitucional de participar en política partidista. Desde luego todas las actuaciones presidenciales son políticas, pero como primer mandatario de todos los colombianos no puede participar en campañas electorales, a no ser que fuera la suya propia por la reelección, prohibida en buena hora por iniciativa del expresidente Juan Manuel Santos.

Tal vez el Presidente actúa de esa manera porque considera a “Fico” incapaz de dar respuestas técnicas (no quiere eso decir que las del gobernante lo sean), tal como se vio hace dos días cuando debía fijar su posición sobre el reciente fallo del Tribunal de la Haya en el pleito con Nicaragua, donde se lo vio leyendo sin mucha soltura la respuesta que sus asesores le habían preparado.

Pero la más grave parcialidad del mandatario se vio hace dos días ante la grave intromisión en política del Comandante del Ejército General Eduardo Zapateiro, quien ante la denuncia de Petro por la irregular actuación del Ejército que produjo una masacre en Putumayo, en la que murieron una mujer embarazada y un niño, le replicó como si él fuera su adversario en campaña. El rechazo a la politización del Ejército ha sido unánime. Incluso Sergio Fajardo, también contendor por la Presidencia, rechazó tajantemente la intromisión del General. ¿Rechazo unánime? Eso se creía hasta cuando Duque salió a respaldar al General.

Sorprende ese rechazo del General a un candidato que se ha ganado a pulso su ascenso y que ha salido airoso de los problemas legales que ha debido sortear como cuando el procurador general de extrema derecha lo destituyó e inhabilitó para ejercer cargos públicos, comparado con la simpatía y solidaridad que manifestó “como Comandante del Ejército”, no a título personal, a la muerte de alias “Popeye”, el jefe de sicarios de Pablo Escobar.

Eso es gravísimo. En un ambiente caldeado, con alta posibilidad de que el candidato de la izquierda resulte ganador, que el Comandante del Ejército se muestre como su adversario es un indicio peligroso. Colombia no es tierra fértil para golpes de estado, pero este hecho y el respaldo del Presidente, son preocupantes. La derecha ha desplegado una campaña de amedrentamiento sobre lo que sucedería en caso de la subida de Petro: pérdida de la pensión, expropiación de bienes, conversión de Colombia en Venezuela. La misma con que lograron espantar a los incautos en el plebiscito por la paz.

Las encuestas muestran a Petro 13 puntos promedio por encima de “Fico”, y la distancia se mantiene a pesar de los escándalos en que se ha visto involucrado (de los que hablaré en la próxima columna) pero el miedo ha calado: gente que no tiene ningún bien ni disfruta de un digno apoyo a su retiro, asustada con la subida de Petro porque los va a expropiar y a convertir en Venezuela.

El colmo en esa campaña lo puso el noticiero Caracol, que informó, por voz de su corresponsal en Madrid, que el exmilitar venezolano Hugo Carvajal, conocido como el “Pollo”, en audiencia realizada ese día había hecho serias acusaciones contra Petro, para luego descubrir que no había habido audiencia.

¿En este escenario convulso, en el muy probable caso de que Petro gane, no contará entonces con la protección de la fuerza pública? O, más grave aún, ¿llegarán a atentar contra él? Me niego a aceptar que esa sea la posición de los militares. Quiero creer que Zapateiro, que ve próximo su retiro, esté lagarteándose un puesto bien remunerado en la reserva del ejército que salió de inmediato a respaldarlo.

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JG