Opinión

Politología Comparada

La historia geológica del planeta registra colosales anomalías. En una de sus explosiones, el volcán Krakatoa liberó una energía de 350 megatones (350 millones de toneladas de TNT), 23 mil veces más que la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima y desplazó el planeta Tierra que pesa alrededor de 6 mil trillones de toneladas.

Con eso se compara la alteración que pudiera provocar la guerra en Ucrania, con potencial para alterar profundamente el curso de la historia. La reversión pudiera influir sobre la cultura política y modificar los valores éticos y morales aplicados en esas esferas. Al legitimar la acción militar preventiva, acreditar la agresión y validar anexiones territoriales, el mundo es empujado a momentos geopolíticos superados hace 100 años.

La acción bélica, provoca desconcierto entre las fuerzas progresistas que, aunque comprenden los argumentos de Rusia, no pueden justificar su actuación. No obstante personas políticamente avanzadas, operando con un pragmatismo político que, en los hechos desmiente su credo ideológico, justifican la intervención. Tales juicios parten de lo que denomino “politología comparada” Las investigaciones comparadas, cuyo papel en la ciencia no debe ser exagerado, consisten en el estudio de fenómenos naturales y sociales análogos, aunque desplegados en lugares y épocas diferentes.

En algunos casos se trata de determinar si unos dan origen a los otros y de establecer coincidencias y diferencias. Los practicantes de la “politología comparada” incurren en errores metodológicos al correlacionar unos fenómenos con otros atribuyendo a la precedencia cierto determinismo y, en el caso de procesos políticos, como ocurre con la guerra en Ucrania, le otorgan pertinencia al compararla con eventos anteriores.

Así excusan a Rusia porque la agresión de la OTAN a Yugoslavia fue peor, lo mismo que las invasiones de Estados Unidos a Irak y de Norteamérica y la URSS a Afganistán. Las guerras que cada vez son menos y el colonialismo han ido desapareciendo del horizonte de la humanidad, lo cual se evidencia en un proceso que pudiera enmarcarse entre la Paz de Westfalia que en 1648 puso fin a la guerra de los Treinta Años y promovió el abandonó la idea de una potencia hegemónica en Europa, auspiciando el equilibrio entre ellas lo cual, de hecho, significó el avance hacia un nuevo orden.

Concluidas las Guerras Napoleónicas entre 1814 y 1815 se efectuó el Congreso de Viena con participación de las potencias europeas que, por acuerdo organizaron casi todas las fronteras del Viejo Continente, establecieron la neutralidad de Suiza, condenaron el comercio de esclavos y de alguna manera, establecieron un equilibrio de poder entre ellas.

En el contexto de la Primera Guerra Mundial se expusieron los 14 Puntos de Woodrow Wilson que reivindicaron la renuncia a las pretensiones coloniales y se creó la Sociedad de Naciones y en 1941, en la Carta del Atlántico, declaración conjunta de la cumbre entre Roosevelt y Churchill, adoptada luego por Stalin, que sirvió de base a la coalición de Los Aliados y de borrador para la Carta de la ONU, se estableció inequívocamente que los contendientes no buscaban ampliación territorial. Mediante intensas negociaciones entre las potencias aliadas en la Segunda Guerra Mundial, cuando no podía preverse el ajuste geopolítico que provocaría el fi n del socialismo real y el colapso de la Unión Soviética, los líderes de entonces acordaron la intangibilidad de las fronteras europeas, un empeño cuyo espíritu parecía sobrevivir a aquel fenómeno.

En la segunda mitad del siglo XX con la descolonización asociada a la derrota del fascismo aparecieron 50 Estados y en el curso de la centuria unos 150 se sumaron a los que en 1945 fundaron la ONU. Entre los parabienes de la humanidad está que ya no existen colonias ni dictaduras.

Vencidas todas las etapas y realizadas todas las liberaciones, cuando la globalización parecía un destino común, la sociedad del conocimiento es una realidad y las nuevas tecnologías están al acceso de muchos, las querellas entre la OTAN, Rusia, Ucrania y Estados Unidos han desatado no sólo una guerra sino un tsunami civilizatorio cuyos costos pueden ser catastróficos. Luego les contaré más.