“Hace siete años me llamaron a medianoche del ministerio: (la periodista no especifica, debe haber sido el del Interior) se tomaron La Giralda unas señoras porque les secaron un río y una de ellas dice que no se va a ir”. Siete años después, esa señora es la Vicepresidenta de Colombia”. Y no está ahí como tantas veces se pretende usar a las personas de las comunidades o afrodescendientes o indígenas, para dar una imagen de inclusión que en la realidad no existe.
Está ahí porque es un símbolo de la lucha de las mujeres, de los afros, de los ambientalistas, con amplio reconocimiento nacional e internacional y porque su votación en la coalición de Gustavo Petro le ganó ese derecho. De su temple tuvimos noticia, quienes no la habíamos conocido en sus luchas, cuando el expresidente César Gaviria, presidente del partido Liberal, se acercó a Petro para ver posibilidades de ingresar a esa coalición. Francia Márquez dijo que él era “más de lo mismo”, un neoliberal y que no tenía cabida ahí.
Es posible que Petro mismo estuviera pensando en sellar esa unión, pero Gaviria se mostró indignado, dijo que Francia lo había insultado, que había sido grosera y rechazó el acuerdo. Ella se adelantó a los reproches y dijo que no había sido grosera ni dicho ninguna mentira y que ella y Petro eran uno y una, no una sola persona.
Había nacido en 1981 en el corregimiento La Toma del municipio de Suárez, Cauca, hija de un obrero y agrominero y de una partera y también agricultora y minera. Como todos en esa región, tenía pasión por el baile y el canto e incluso hizo parte de un conjunto musical.
Esa zona del Pacífico colombiano, casi exclusivamente poblada por afros, esconde, detrás de su alegría, del canto y el baile que los acompaña en todos los eventos, sean bautizos, bodas o funerales, un trasfondo de desplazamientos, de temor por los grupos armados que controlan la vida de las comunidades, de los abusos de las empresas mineras que actúan sin control y la pobreza extrema, el hambre, la falta de agua potable, las carencias de salud y la precaria educación y siempre bajo el dominio de las grandes empresas mineras y los grupos armados.
En medio de esas privaciones y peligros han surgido organizaciones comunitarias. Una de esas fue Proceso de Comunidades Negras (PCN), y allí aprendió a rescatar el valor de su cultura, a defender a su gente contra la opresión y el abuso de la minería ilegal que “acababa con el agua y las montañas de su tierra”.
Por esos días, con 15 años, cuando hacía el bachillerato, quedó embarazada: “ni siquiera lo sabía. Fueron otras personas las que me vieron y me lo dijeron”, le contó a la revista Bocas. El padre del niño era un “hombre blanco de ojos verdes” que se perdió de la región apenas supo que ella estaba embarazada. Así que asumió sola la maternidad. Tuvo que abandonar el bachillerato, pero como todo lo suyo, logró terminarlo. Empezó así muy joven su lucha social que la obligó a salir de su tierra por un tiempo.
En 2015 recibió el Premio Nacional por la Defensa de los Derechos Humanos por su trabajo como líder de la Marcha de los Turbantes, conformada por cientos de mujeres, que salió de su comunidad hasta Bogotá para denunciar la situación de violencia y expoliación a que eran sometidos. Se dio entonces cuenta de que para ser más útil en sus luchas necesitaba adquirir más conocimientos y se inscribió en la carrera de Derecho en la Universidad Santiago de Cali.
No fue una carrera fácil; debió suspender varios semestres porque no tenía cómo sostenerse económicamente y pagar la matrícula. Pero finalmente obtuvo su diploma. A los 20 años fue nuevamente madre, como en la vez anterior, sola. Fue empleada doméstica en Cali (“Me sentí como una esclava”, diría después), a donde se había ido luego de dejar La Toma, para sobrevivir porque su activismo la puso en la mira de los grupos armados que pusieron precio a su cabeza, y en mayo de 2019 irrumpieron en una reunión que adelantaba con otros líderes en el Cauca, y dispararon y detonaron una granada.
Tres años después del Premio Nacional le otorgaron el Premio Goldman, considerado el Nobel de los Derechos Humanos, por su lucha por la defensa del medio ambiente. Y en el 2019 la cadena británica BBC la incluyó entre las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del planeta. En 2020 escribió en su cuenta de twitter que quería ser presidenta del país e inició una campaña por la reivindicación de “los nadies”. “Porque este país nos ha hecho sentir que somos responsables de las desgracias que nos ha tocado vivir”. Con el aval del Polo Democrático se postuló como precandidata presidencial en la consulta del Pacto Histórico.
Obtuvo la segunda votación luego de la de Gustavo Petro, por lo cual este la escogió como su fórmula en la Vicepresidencia. Francia es una fuerza de la naturaleza, a donde llega se crea una conmoción, la gente empieza a gritar su nombre y ella alza el puño en señal de fuerza pero con una sonrisa de felicidad y resolución. En el evento de celebración por el triunfo, su aparición en la tarima generó una efervescencia festiva, porque en Francia la seriedad de su trabajo y de sus propuestas no excluyen la alegría. En la campaña la vimos sobre una tarima bailando con sus vestidos de mil colores y la multitud que la rodeaba estaba en una especie de fascinación, como en trance, todos bailando como ella y gritando consignas de apoyo.
Recorrió los territorios del Pacífico, visitó las comunidades negras y las indígenas, fue a los cabildos del Sur, visitó las regiones apartadas de la zona amazónica, siempre alegre, siempre fuerte, siempre con el puño en alto. Buena parte de la votación se la debemos a ella, a su carisma, su inteligencia, que es un verdadero imán. Imposible mejor representación de “los nadie”.