Opinión

Petro o el arte de administrar la victoria

En la política latinoamericana para un ganador de izquierda, nada es más difícil que administrar la victoria, escoger las batallas y lidiar con amigos y adversarios. Gustavo Petro, presidente electo de Colombia, es parte ya de esa dinámica que, involucra a las clases y capas de la sociedad colombiana, a la oligarquía y a la derecha, a las guerrillas y sus disidencias, al paramilitarismo y al narcotráfico de su país y, en el ámbito externo, a vecinos cercanos y lejanos, y a Estados Unidos.

Los escenarios no pueden ser más complejos. Tras la independencia, cuando las oligarquías se apoderaron de las repúblicas latinoamericanas, las luchas populares entraron en un impasse alterado, entre otros sucesos, por la Revolución Mexicana (1910), las luchas de Augusto Cesar Sandino (1926), los procesos que en Argentina, Brasil y México lideraron Juan Domingo Perón, Getulio Vargas (1930-1954), Lázaro Cárdenas (1934-1940) y el movimiento político en Guatemala encabezado por Jacobo Arbenz (1951-1954).

Entre aquellos momentos estuvo el Bogotazo, rebelión popular provocada por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, quien disfrutaba de gran popularidad en los sectores populares y cuyos efectos, 74 años después, se refl ejan poderosamente en la política colombiana y se dejan sentir en Latinoamérica.

A partir de 1959 la Revolución Cubana ejerció una notable influencia sobre los procesos políticos en América Latina, los cuales aceleró, al evidenciar que era posible para los movimientos populares alcanzar la victoria. El debate se centró entonces en dos problemas: uno, cómo tomar el poder, y otro, qué hacer con él.

En aquel contexto las ideas fomentar la lucha armada e instalar el socialismo ganó espacios y, a pesar de la violenta reacción de las oligarquías y el imperialismo, llegaron a convertirse en programas de luchas. En 1970, cuando la idea de la lucha armada estaba vigente en América Latina, el socialista chileno Salvador Allende alcanzó la presidencia mediante elecciones, inició un camino acogido por la izquierda latinoamericana que a partir de los éxitos electorales de Hugo Chávez (1999) y Luis Inacio Lula da Silva (2002) comenzó a apostar por democracia electoral, terreno en el cual era inexperta.

En el medio siglo transcurrido desde el triunfo de Salvador Allende, en cuyo derrocamiento Estados Unidos se involucró directamente, en Latinoamérica y el Caribe se han establecido más de 20 gobiernos de izquierda, encabezados por brillantes y consagrados líderes la mayoría de los cuales han logrado impulsar conquistas populares.

Gustavo Petro llega al poder en Colombia en un momento de extrema complejidad, cuando la violencia golpea rudamente a los sectores política y socialmente más activos, pero también cuando en Colombia se avanzó extraordinariamente en el proceso de paz, abiertamente saboteado por la administración saliente que, no obstante, no pudo paralizar las ansias y la voluntad popular claramente expresada en las urnas.

Frente al proyecto de la izquierda que encabezan Petro y Francia Márquez se alzarán obstáculos colosales, entre ellos la resistencia de la derecha oligárquica y reaccionaria que si bien tienen cuantiosos recursos le faltan dos: el apoyo que pueblo y los resortes de la presidencia que están ahora en manos de genuinos representantes populares. Buena suerte.