Opinión

Apuesta por el general invierno

El retroceso en Europa es tan categórico que puede asomarse a los escenarios de las guerras mundiales. Quien crea que exagero, pregúntese si hace unos meses esperaba ver caer misiles sobre Kiev, Járkov, Odessa, Mariupol y otras ciudades ucranianas. Por qué no temer que también puedan impactar a Londres, Varsovia, Bruselas y otras urbes. La única manera de conjurar tales peligros es detener la guerra.

La historia reciente transitaba por buenos caminos porque, rebasada la inestabilidad derivada de los ajustes asociados a la remisión del Socialismo Real en Europa Oriental, el colapso de la Unión Soviética, salvo episodios como la agresión de la OTAN y Estados Unidos y las luchas fratricidas en la exYugoslavia, en Europa la cooperación prevalecía sobre la confrontación.

Como resultado de aquel vertiginoso proceso, en Rusia + 11 países exsocialistas de Europa Oriental + 20 Estados surgidos en los territorios exsoviéticos y seis originados por la disolución de Yugoslavia, casi 50 Estados restablecieron el capitalismo. Por primera vez en 70 años, Europa alcanzó la homogeneidad político-ideológica que había dejado de existir con el triunfo de los bolcheviques en 1917.

No obstante, debido a las reservas y la hostilidad mutua entre la OTAN y Rusia, sobre todo por la insistencia de la organización militar de expandirse aproximándose a las fronteras del Estado eslavo que desde el 1991 reclamó garantías de seguridad, la armonía no se consolidó.

La situación se agravó hasta volverse crítica a partir del 2014 debido al intervencionismo de Rusia y Estados Unidos en los asuntos internos de Ucrania. No obstante, debido a necesidades y a la ausencia de contradicciones ideológicas, la cooperación, sobre todo económica se ensanchó; una muestra de ello es que Europa, descuidó la diversificación de sus fuentes de abastecimiento de gas, llegando a una situación de dependencia de los suministros desde Rusia que ahora le pasa factura. Aquellos polvos trajeron lodos que han conducido a la situación en la cual la guerra dicta las pautas en un entorno en el cual parecía extinguida.

En comprensible respuesta a las sanciones de Europa, los Estados Unidos y otros Estados, Rusia esgrime el gas como arma, amenazando con reducir y eventualmente paralizar las entregas a Europa, lo cual, ante la llegada del invierno, extremadamente crudo en esas regiones, puede someter a privaciones a la población de prácticamente todos los países. Al igual que como ocurrió ante las invasiones de Napoleón y Hitler, como antes lo hicieron los zares y la Unión Soviética, Rusia apuesta por el “general invierno” para poner la naturaleza a su servicio y doblegar a sus adversarios.

En conjunto, la guerra que amenaza con hacer retroceder a Ucrania a la época de las cavernas, los riesgos de que la contienda se expanda, involucre directamente a los Estados Unidos contra Rusia y pueda incluso alcanzar rangos nucleares y el implacable uso de la economía, las sanciones y los bloqueos como armas, debería avergonzar a quienes provocaron, desataron y sostienen una guerra que hubiera sonrojado a las hordas bárbaras que una vez cargaron contra Europa. No es hora de ganar, sino de parar. Los vencedores serán los sensatos.