Quince días después de su posesión, el Gobierno de Gustavo Petro da muestras de cumplimiento de sus promesas de campaña y empieza a conformar un equipo de gente capacitada, honesta y, hasta donde hemos podido ver en este inicio, eficiente, aunque algunas sombras, afortunadamente corregibles, a veces parecen enturbiar el panorama.
Apenas posesionado, el nuevo ministro de Hacienda, que había sido designado una vez Petro ganó la segunda vuelta electoral, radicó en el Congreso el proyecto de Reforma Tributaria, tal como había prometido el ya Presidente electo. Tiene como puntos esenciales el aumento considerable de tributo de las tierras ociosas, el impuesto a bebidas azucaradas y la llamada comida chatarra, el gravamen a pensiones que superen el monto de diez millones de pesos y el impuesto a dividendo de empresas, con la mira puesta en la producción.
Este ministro, curtido en cargos del ramo en Colombia y el exterior, como que ha sido además de varias veces ministro y director del Departamento de Planeación Nacional, director de la Cepal y Secretario General Adjunto del departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas, ha presentado su proyecto sometiéndolo a discusión, con disposición a concertar.
Desde la primera semana y una vez nombrado como ministro de Defensa un abogado civil, hizo un cambio radical en la cúpula de la fuerza pública, considerada guerrerista, con la destitución de 21 generales de la Policía y recompuso la dirección de las otras fuerzas. Retiró al subcomandante general del Ejército, a quien acababa de nombrar, porque se descubrió que la Comisión de Justicia y Paz (JEP) lo está investigando por falsos positivos.
Además propuso legalizar el canabis sin licencia, prohibió el fracking por los daños ambientales que acarrea, restableció las relaciones con Venezuela, inició diálogos de paz con el ELN a realizarse en Cuba, país al que quitó el estigma de apoyo a terroristas, ofreció acogimiento a la justicia a las bandas criminales armadas, prometió acabar con las nóminas paralelas que mediante contratos duplican las funciones de los empleados de planta y consumen los recursos de la entidad, y empezó el desmonte de las numerosísimas consejerías presidenciales, totalmente prescindibles en su mayoría, que constituyen una muestra de despilfarro.
La nueva -y experimentada ministra de Agricultura ya ha dado pasos para lograr la tan anhelada Reforma Agraria basada principalmente en depuración de baldíos que por ley pertenecen a la nación y han sido asignados a particulares, así como la implementación del punto agrario del Acuerdo de Paz que permaneció inactivo durante todo el pasado gobierno.
La ministra de Medio Ambiente se ha comprometido con una agenda ambientalista que incluye el cese de la deforestación amazónica y la protección de las cuencas hidrográficas, y la ministra de Minas ha creado polémica por su propuesta de cesar progresivamente la dependencia del extractivismo.
En el Departamento Nacional de Planeación y la Escuela de Administración Pública nombró a profesionales egresados de la Universidad Nacional y con carreras sólidas en sus materias. (Por fin nos libramos del monopolio de funcionarios egresados de la ultraconservadora Universidad Sergio Arboleda, de muy baja calidad académica, de donde egresó el expresidente Iván Duque, quien llenó ministerios, Fiscalía y embajadas con sus condiscípulos).
El lunar en el tema militar lo puso el presidente Petro, que dejó a todas las fuerzas uniformadas de gala y listas en el campo de paradas, donde debían hacer el reconocimiento del Presidente y su ministro de Defensa. Ese campo es el máximo espacio de protocolo, que sólo se pisa en cuatro ocasiones. Ni siquiera está permitido cruzarlo de camino a otra parte. Cuando ya declinaba el día, de la Casa Presidencial enviaron un mensaje a la prensa diciendo que el Presidente se hallaba en reuniones privadas importantes, sin especificar, pero luego el mismo Petro dijo que obedeció a un “profundo” dolor de estómago.
El reproche ha sido general y Petro ha intentado suavizar la relación con la tropa visitando un destacamento en la Amazonia donde se almorzó con los soldados y no en el casino de oficiales.
La impuntualidad o, peor aún, la no concurrencia a eventos importantes a los que se ha comprometido, han demostrado ser características de personalidad del nuevo Presidente que causa malestar y rechazo: cita Consejo de Ministros y se presenta dos horas después; cita posesiones de ministros, las aplaza y también incumple el nuevo horario; en el caso de la policía, finalmente se reunió con ella pero llegó una hora tarde y así en otras ocasiones más.
Estos productivos 15 días han sido opacados por varios eventos de ese tipo. Algo tan fácilmente corregible no puede ser que desluzca una gestión admirable en todos los demás campos. Quienes lo acompañan son personas acostumbradas a ejercer vigilancia ciudadana sobre el poder; muchos de ellos luchadores sociales que han expuesto hasta su vida por defender principios.
El Presidente debe considerar que ese espíritu batallador y crítico no se pierde porque alguien de sus fi las haya llegado al poder.