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Opinión

Las políticas y las caras

No existen datos que sugieran que la guerra en Ucrania, por ahora, pueda parar. No hay razones para presumir que lo harán las partes porque Rusia, que no ha logrado conquistar Donbass, tiene la tarea por cumplir, mientras Ucrania que lucha en su tierra y por la supervivencia como nación y Estado, tiene argumentos para no ceder.

Lo que se puede prever es la escalada del conflicto con un involucramiento cada vez mayor de la OTAN y de Estados Unidos, lo cual puede conducir a un enfrentamiento directo con Rusia que, en franca desventaja, pudiera tratar de nivelar las acciones apelando su arsenal nuclear, cosa que se sabe cómo concluiría.

Durante la Guerra Fría Estados Unidos y la Unión Soviética que por haber combatido juntos en la II Guerra Mundial, exhibido sus músculos en la Guerra de Corea y poseer un arsenal equivalente de municiones y misiles intercontinentales, fueron suficientemente racionales para no comenzar litigios que pudieran escalar y conducir a una confrontación total, cosa que ahora no ha ocurrido.

La OTAN no atendió a los reclamos de seguridad de Rusia, se empecinó en la expansión a cuenta de sumar países exsocialistas de Europa Oriental y Estados constituidos a partir de territorios exsoviéticos, lo cual alcanzó límites al tratar de incorporar también a Ucrania, mientras que Rusia que contaba con cierta variedad de opciones, optó por la peor y comenzó una guerra para la cual no tiene solución de salida.

El plan de desmembrar territorialmente a Ucrania e intervenirla para desnazifi carla y desmilitarizarla, recuerda lejanos días cuando las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial, incluidos los Estados Unidos, mediante Tratado de Versalles, intentaron hacer lo mismo con Alemania, consiguiendo un resultado inverso que llevó a la II Guerra Mundial, la más grande y cruenta conflagración bélica de todos los tiempos.

El rasgo más peligroso del actual conflicto es que, al involucrar a los principales actores internacionales no queda quien tenga suficiente influencia como para oficiar como mediador. Entre los beligerantes fi - guran Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia, cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, mientras China que es el quinto, aunque ha mantenido ciertas distancias, se ha alineado políticamente con Rusia, lo cual la anula como mediadora.

Anulada está también la ONU debido a que la Asamblea General condena inequívocamente a Rusia, el Consejo de Seguridad no puede tomar ninguna decisión sustantiva porque lo impide la capacidad de veto de los beligerantes, mientras que el Secretario General no ejercita la capacidad de convocatoria con que lo dota su alto cargo. Quedan el Papa Francisco y el Patriarca ortodoxo Kiril que, actuando en conjunto, pudieran influir.

Por ahora se sabe que es poco probable que Rusia renuncie a los objetivos originales anunciados por su presidente hace casi un año al comenzar la invasión, tampoco parece que Ucrania esté dispuesta a la rendición que se le exige. Europa no dejará de apoyar a Ucrania y Estados Unidos insistirá en el empeño de tratar de anular política y económicamente a Rusia. Tampoco hay ningún mediador con suficiente influencia para llamar al diálogo a las partes.

Nadie sabe cuántos muertos y cuánta destrucción hará falta para que callen las armas y la paz reciba una oportunidad, la única certeza es que serán muchos más. Alguien dijo una vez: “A veces, para cambiar las políticas es necesario cambiar las caras”. ¿Será el caso?

 

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