La competencia económica y las rivalidades comerciales entre Estados Unidos, China y Rusia carecen de potencial para conducir a una confrontación militar en gran escala.
Si tal cosa llegara a ocurrir será por motivos políticos. A la vista sólo existen tres elementos capaces de generar una tragedia semejante, son Ucrania, Taiwán y Corea.
Alimentadas por la guerra, las tensiones en torno a Ucrania se incrementan constantemente, entre otras cosas porque en lugar de trabajar para sacarle presión a la caldera, los protagonistas echan leña al fuego.
Respecto a Taiwán,las provocaciones se reiteran y Estados Unidos se compromete cada vez más, convirtiéndose en rehén de las fuerzas separatistas y los gobernantes de la isla.
Entre tanto, en la Península Coreana los constantes ensayos de misiles, las maniobras militares y la retórica agresiva crean situaciones de seguridad que pueden salirse de control. Allí la casualidad impera sobre el cálculo.
De poder desactivar esos focos, la seguridad global estaría prácticamente garantizada y estarían bajo control las tensiones laterales asociadas a conflictos regionales sin potencial para alterar los equilibrios mundiales. La complejidad de la situación mundial radica en que los países que pudieran ser parte de las soluciones son parte de los problemas.
Estos focos generan fenómenos colaterales que en plazos relativamente breves se sumarán, con pronósticos políticos y militares reservados, el rearme de Alemania y Japón, así como el reforzamiento bélico de Corea del Norte y del Sur son los más preocupantes.
La actual situación política en la cual el pacifismo pierde terreno y la convivencia entre los Estados se enrarece por el renacer de tendencias revanchistas que, especialmente en Europa, incluida Europa Oriental, desempolvan conflictos territoriales que habían sido resueltos, no sólo por acuerdos políticos, sino por el avance de los procesos de integración y unidad, son de enorme peligrosidad.
A ello se añade el separatismo que tiene funestos precedentes en las regiones ruso-ucranianas de Crimea y Donbass. Un obstáculo que, de momento, parece insalvable es la inexistencia de espacios de diálogos multilaterales suficientemente solventes como para afrontar las complejidades de la situación internacional contemporánea y procurar soluciones.
El mejor instrumento y el único que durante casi 80 años resultó eficaz al generar el más largo periodo histórico sin guerras entre las potencias, fue la ONU, sus agencias y especialmente el Consejo de Seguridad que se obsoletizan y se tornan ineficaces, entre otros elementos por la existencia del veto, que resultó eficaz mientras las contradicciones entre las potencias no traspasaron el umbral que conduce a la guerra.
El veto funcional con la coexistencia pacífica, es incompatible con la guerra. Otro elemento que puede ser preocupante es el surgimiento de alianzas eventuales que estimulen la hostilidad y las divisiones como aquellas que falsean las situaciones para hacer creer que los problemas vigentes emanan de contradicciones entre Occidente y Oriente, lo cual es absolutamente falso.
Otro dato a tener en cuenta es la tendencia de algunos países a manipular foros multilaterales que como BRICS y otros surgieron para la cooperación y no para tributar a las contradicciones.
No obstante, los saldos de los climas de avenencia y la instalación de la coexistencia pacífica, los acuerdos que regularon las finanzas y el comercio mundial, paralizaron la proliferación nuclear y las pruebas atómicas, propiciaron la colaboración en el espacio y limitaron los arsenales nucleares, han creado un sustrato sobre el cual pueden brotar climas propios para la paz y la colaboración.
Aunque criticado desde diversas posiciones, sin ser perfecto, el actual orden internacional propició los avances del siglo XX en el cual se eliminaron las guerras entre las potencias, desapareció el colonialismo, la Unión Soviética y el socialismo mundial fueron hechos, se suprimió el apartheid, se produjo el milagro chino y más de 20 países se transformaron en potencias emergentes, se consolidó la democracia y prácticamente desaparecieron las dictaduras y se realizaron conquistas como la Unión Europa.
Aunque es todavía un vergonzoso flagelo, el hambre aumentó, el acceso a la educación y a los servicios de salud, hubo más empleo y la globalización propició intercambios tecnológicos que han impulsado el progreso y el bienestar de la humanidad.
Seguramente, la lucidez que hizo posible tales avances, prevalecerá para protegerlos. Entre quienes trabajan para lograrlo están prestigiosos estadistas latinoamericanos.