Opinión

Ucrania. Las armas y la guerra

En una disertación sobre el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, Jorge Gómez Barata habla sobre el verdadero problema de esta guerra

Lamento que la crítica por la venta de drones iraníes a Rusia y las aprensiones de Occidente porque alguna vez China o Corea puedan suministrarle armas, así como las impugnaciones de Rusia por el envío de armas a Ucrania, no se acompañe con la condena de ambos a la guerra.

El problema no son las armas, es la guerra. Al margen de especulaciones, simpatías o antipatías y de las razones de Rusia, especialmente sus preocupaciones de seguridad ante la expansión de la OTAN y la posibilidad de que Ucrania fuera parte de ese proceso, la guerra se trata de la confrontación entre una superpotencia y un país notoriamente más débil.

Además de la asimetría, concurre la circunstancia de que la lucha se realiza con las reglas de la superpotencia que se conduce de un modo clásico que, a algunos expertos les parece anticuado, una especie de “remake” del modo de operar en la II Guerra Mundial. El caso es que, la Operación Especial, derivó hacia una guerra grande, de posiciones y desgaste, realizada con armamento avanzado, lo cual requiere de una logística que Rusia posee y de la cual Ucrania carece.

No ocurrió así en Vietnam, donde Estados Unidos libró una guerra también asimétrica, pero con las reglas de los vietnamitas, que determinaron el carácter de las acciones y la intensidad de la lucha, lo cual explica por qué no hubo allí guerra de posiciones y que el empleo de artillería y los tanques fuera limitado, sin procurar la conquista y ocupación de las ciudades. Se trataba básicamente de la infantería estadounidense contra guerrillas vietnamitas. Hombres contra hombres.

Los vietnamitas no necesitaron tanques ni misiles, aviones ni helicópteros, al menos en cantidades signifi cativas, por lo cual a sus apoyos les resultaba más fácil suministrar fusiles, ametralladoras, granadas, minas, lanzacohetes, morteros y otros armamentos, con los cuales ganaron.

Los bombardeos de Estados Unidos contra Hanoi, Haiphong y otras ciudades, la quema de aldeas y el empleo de napalm y agente naranja, fueron acciones de venganza de escasa influencia en el curso de la lucha.

Estas circunstancias, que examino desde el ángulo estrictamente militar, explican por qué sus aliados tratan de suministrar a Ucrania, aproximadamente lo mismo que Rusia entrega a sus tropas, entre otras cosas: artillería, tanques, drones y aviación, de modo que, al menos en el plano técnico, la correlación de fuerzas reduzca la asimetría.

La OTAN y Estados Unidos han suministrado a Ucrania entre otras armas de artillería: el Sistema de Lanzamiento Múltiple HIMARS montado sobre camión posee alta movilidad. Cada carga consta de seis cohetes que pueden alcanzar 80 kilómetros o un misil TACMS que pudiera llegar a los 500 kilómetros; obús ligero estadounidense M777, uno de los más eficaces que existen (utiliza proyectiles de 155mm, cuenta con sistema de control de fuego guiado por GPS, realiza seis disparos por minuto con alta precisión a distancias de hasta 50 kilómetros y puede arrasar una superficie de 30 mil metros cuadrados en 30 minutos).

Cañón autopropulsado (SPG) AS90 de 155 mm, suministrado por Reino Unido. Capaz de disparar diferentes tipos de proyectiles, es compatible con el proyectil guiado de alta precisión M982 Excalibur y con todas las municiones estándar de 155 mm de la OTAN; se desplaza a una velocidad máxima de 55 km/h con una autonomía de crucero de 370 km y alcanza 24 kilómetros.

Cañón autopropulsado Caesar de 155 mm, de Francia. Montado sobre camión se desplaza hasta 100 km/h, alcanza 50 km y dispara de seis a ocho proyectiles por minuto.

Obús autopropulsado AHS KRAB, polaco, de 155 mm. Puede alcanzar objetivos a 40 kilómetros de distancia, realiza seis disparos por minuto, avanza hasta 60 km/h, carga 48 proyectiles y cuenta con una ametralladora como arma secundaria.

Obús autopropulsado Panzerhaubitze (PzH) 2000 enviados por Alemania. Es calibre 155 mm, dispara hasta tres proyectiles en nueve segundos a distancia de 40 kilómetros, puede destruir objetivos fuertemente blindados como tanques, el reabastecimiento está automatizado, puede cargar 60 proyectiles y sus respectivas cargas propulsoras en menos de 12 minutos.

Entre las armas más letales suministradas a Ucrania figuran los misiles antitanque y anticarros Javelin que, en número de decenas de miles, han llegado a los campos de batalla. El Javelin que puede hacer blanco a más de dos kilómetros; es un misil que una vez lanzado echa a andar un motor propio. Posee una cabeza doble; la primera detona al impactar el blindaje, mientras la segunda lo perfora. Según sus fabricantes, es capaz de penetrar cualquier vehículo acorazado y es operado por un solo hombre.

No debería omitirse el hecho de que cada vez que un Javelin impacta un tanque, liquida la dotación, como regla de seis a ocho hombres, y si lo hace en un transporte de tropas las bajas son muchas más.

Otro del mismo estilo es el misil tierra-aire Stinger que puede impactar blancos a una distancia de 5 mil metros a alturas de hasta 4 mil metros. Una vez salido del tubo de lanzamiento, arranca su propio motor de combustible sólido. Es letal para aviones que vuelen a baja altura y drones, y es operado por un solo hombre.

Últimamente, Estados Unidos decidió suministrar sistemas de defensa antiaérea Patriot y misiles NASAM, HAWK, Stinger y equipos contra vehículos aéreos no tripulados (Drones) así como misiles antirradiación de alta velocidad (HARM). También tanques avanzados Abrams, Leopard, de Alemania, y aviación de caza y bombardeo.

Con todo y la opulencia de los envíos de Occidente, ningún proveedor ha suministrado a Ucrania algún arma o dispositivo que Rusia no posea y no haya utilizado primero.

Lo pertinente no son las exhortaciones para detener el envío de armas a cualquiera de las partes, sino detener la guerra y hacerlo ¡Ya! Así no sólo todos ahorrarían miles de millones de dólares, sino que salvarían decenas de miles de vidas.