Seis meses después de su toma de posesión, el presidente Gustavo Petro creó la primera crisis de su gabinete ministerial. En un ambiente de conjeturas no aclaradas por la Presidencia, los ministros de Educación, Alejandro Gaviria, Cultura, Patricia Ariza, y Deportes, María Isabel Urrutia, fueron cesados de sus cargos sin explicar motivos y, al parecer, sin respeto a las buenas maneras que de exigen en estos casos.
La ministra de Cultura, si bien no ha sido especialmente destacada en el desempeño de su cartera, pertenece al mundo de la cultura y, sobre todo, es simbólicamente importante porque su nombramiento fue una manera de honrar a la Unión Patriótica, partido víctima de un genocidio que el Estado ha reconocido y del cual ella es sobreviviente.
En cuanto a la exministra de Deportes, fue la primera medallista olímpica del país y hace unos años fue representante a la Cámara por elección popular.
Ambas se quejaron de haberse enterado de su destitución por los medios de comunicación y no por el presidente directamente. Ha sido conmovedor escuchar a la destituida ministra de Cultura ratificarse en su convicción de militante de izquierda y decir que ella apoya al presidente y al Pacto Histórico irrestrictamente, y que nunca ha estado en contra de las reformas que él va a presentar al Congreso.
Pero la destitución que ha levantado polvareda es la del ministro de Educación. Alejandro Gaviria es un intelectual liberal de izquierda que renunció a la rectoría de la Universidad de Los Andes, la más prestigiosa entre las privadas de elite de este país, cargo que se considera la coronación de una vida consagrada a la academia, para lanzarse como precandidato presidencial en la coalición de Centro. Derrotada esa pretendida alianza, que estalló en mil pedazos a partir de la ambición y las zancadillas de Ingrid Betancur y los personalismos de los otros, apoyó a Petro en la segunda vuelta presidencial.
Como ministro de Educación diseñó un sistema integral del sector, estableció un tope al aumento de matrículas en las universidades privadas y difundió en todos los centros de educación el informe final de la Comisión de la Verdad para que los horrores de la guerra fueran conocidos y nunca más se repitieran.
Como ministro de Salud durante los ocho años de la presidencia de Juan Manuel Santos, hizo bajar el precio de muchos medicamentos esenciales de alto costo. Ya en el gobierno de Petro, consideró que con ese bagaje podía aportar en la discusión del proyecto de reforma sobre el tema. Escribió sus críticas en un documento que luego, con algunos aportes de los ministros de Agricultura y Hacienda y el director del Departamento Nacional de Planeación (DNP) que lo respaldaron con su firma, fue entregado al Presidente para ser discutido en el Consejo de Ministros.
Pero no alcanzó a entrar a ese Consejo porque antes de entrar, no está claro si fue por los medios de comunicación o por conducto de la jefa de gabinete, se enteró de su destitución. Las dos ministras destituidas también dicen que acudieron al Consejo y no alcanzaron a entrar porque se enteraron de que habían sido despedidas.
Así que es posible pensar que las críticas de Gaviria lo convirtieron en un coequipero incómodo, aunque él siempre ratificó su apoyo irrestricto al presidente y eso explique su salida, pero, en el caso de las ministras ¿cuál es la explicación? Todavía no lo sabemos.
Cuando Petro fue alcalde de Bogotá recibió fuertes críticas porque no pudo crear un equipo estable debido a que cambiaba frecuentemente de colaboradores. El esposo de actual directora del Museo Gaitán, ya reconciliado con él, hizo pública una carta en la que le reclamaba haberla despedido de manera destemplada y le decía que un déspota de izquierda sigue siendo un déspota.
Como casi de inmediatamente después de los despidos el Presidente se reunió con el expresidente César Gaviria, presidente del Partido Liberal, y la doctora Dilian Francisca Toro, del Partido de la U y quien, al parecer, domina la repartición de cargos para ese partido, las suspicacias indican que necesitaban esos dos para sellar alianza con ellos.
El expresidente César Gaviria hizo pública una carta al presidente Petro en la que protesta por la forma como fue tratado el exministro Alejandro Gaviria, pero todos sabemos cómo se suavizan las susceptibilidades de los políticos. Él había dicho que no apoyaría el proyecto de reforma a la salud y criticó ácidamente a la ministra Corcho, señalando su poca disposición a la concertación y sus malas maneras, sumándose a lo que muchos otros han dicho sobre ella, incluido Roy Barreras, presidente del Congreso y puntal en la coalición que le da a Petro las mayorías que necesita para que le aprueben sus reformas, quien dijo que la ministra “es arrogante e ideologizada, rompe el diálogo, impone sus decisiones y no escucha ni siquiera a sus pares en el gabinete; no escucha a los gremios y los descalifica y alimenta una especie de reforma revanchista”.
Sin embargo, esa es la reforma que defiende Petro, quien le ha dado todo su respaldo a la ministra, una médica conocedora del sistema y sus deficiencias, pero cuyas fórmulas de solución pueden resultar problemáticas y generan oposición incluso dentro del Pacto Histórico, pero que, con disposición al diálogo, podrían afinarse mediante concertación.
Alejandro Gaviria ha retomado su faceta de escritor; próximamente presentará su libro sobre las conexiones de Stefan Sweig con Colombia. El martes pasado se conoció que se reunió con Petro en un almuerzo amistoso que ojalá sirva para seguir contando con su opinión crítica y desinteresada.