En el 1957, en plena Guerra Fría, la Unión Soviética lanzó el Sputnik 1, primer satélite artificial que orbitó la Tierra y, en el 1961, Yury Gagarin realizó el primer vuelo espacial tripulado. La Unión Soviética fue también la que en el 1966 envió la primera sonda que se posó suavemente en la Luna.
El país de los soviets, que se llenó de gloria en los campos de batalla de la II Guerra Mundial, lo hizo también en la carrera espacial, el más importante cometido pacifico común a toda la humanidad. En ese campo, que conllevó enormes gastos, y que incluye la cohetería estratégica, las comunicaciones, la metalurgia, la ingeniería y otras áreas tecnológicas avanzadas, su superioridad fue indiscutible.
No se trataba entonces de un país, sino de un sistema social que obtenía tales logros sobre bases diferentes a las propuestas del capitalismo que, representado por Estados Unidos se sintió retado. El 12 de septiembre del 1962, el presidente John F. Kennedy asumió el desafío, por cierto, con un hermoso discurso:
“Escogimos la Luna -dijo- no porque sea más fácil, sino porque es más difícil... El espacio se puede explorar y controlar sin alimentar la llama de la guerra, sin repetir los errores que el hombre ha cometido al extender su mandado sobre este planeta nuestro...”
Esos términos de paz, que eran compartidos por la Unión Soviética -aunque continuaron las pruebas nucleares y se intensificó la Guerra Fría-, aparecieron en un inmenso campo donde la lucha que, aunque intensa, fue pacífica.
El 5 de agosto del 1963, en Moscú, se firmó el Tratado sobre la Prohibición de los Ensayos Nucleares en la atmósfera, el espacio ultraterrestre y debajo del agua. En 66 años ningún país de los que cuentan con programas espaciales, ha actuado contra un artefacto espacial de otro ni ha obstaculizado ninguna prueba, al contrario, la cooperación ha sido la regla.
El 17 de julio del 1975, mientras orbitaban la Tierra, dos naves, una Soyuz, de la Unión Soviética, y Apolo, de los Estados Unidos, en vuelo manual, realizado por los capitanes Alexéi Leonov y Thomas Stafford, aproximaron sus vehículos y suavemente se acoplaron continuando un vuelo conjunto. En el 1998, gracias a la colaboración de cinco países, entre ellos Estados Unidos y Rusia, se puso en servicio la Estación Espacial Internacional.
Cincuenta y cuatro años atrás, en el 1969, comenzando por la Apolo 11 el 20 de julio de 1969, Estados Unidos inició una secuencia de vuelos tripulados a la Luna. Entre esa fecha y el 1972, seis naves y 12 astronautas estadounidenses viajaron al satélite de la Tierra. El costo del programa fue de 25 mil 400 millones de dólares que hoy serían 169 mil 510 millones.
Hasta fecha reciente, los viajes a la Luna habían sido archivados, mientras actualmente varios países y la Unión Europea, encabezados por Estados Unidos, China y Rusia retoman los esfuerzos por viajar a la Luna, al parecer convertida en parada obligatoria para cometidos mayores, principalmente el planeta Marte.
Precisamente el pasado día 10, Rusia lanzó con éxito la sonda Luna-25, la primera tras una larga pausa desde que, en el 1976 la Unión Soviética envió la Luna-24. Rusia que heredó de la Unión Soviética una poderosa economía, un poderío militar atómico que no puede ser desafi ado y un puesto como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, ha asumido como suyo el legado espacial soviético cuya continuidad está hoy contaminada por una guerra cuyas proporciones representan una amenaza global, cosa que no excluye el espacio.
Ojalá el retorno a la carrera espacial, que exige cuantiosos recursos y dedicación, sea un acicate para cesar la guerra que es incompatible con el espíritu que anima la competencia pacífica. Pronto, Estados Unidos, Rusia y China se verán en la Luna. ¿Colaborarán o pelearán allí?