Estados Unidos, que junto a la OTAN participa en una costosa guerra contra Rusia en Ucrania y no se esfuerza por instar a Israel a un alto al fuego en Gaza -unido, además, a otras potencias navales-, ha iniciado lo que puede ser otra guerra al bombardear a los hutíes de Yemen que, según ellos mismos reconocen, atacan buques mercantes en el Mar Rojo en solidaridad con Palestina. Unos y otros están en el lado equivocado.
Lo menos que necesitan Palestina, Líbano y los Estados de la volátil zona de los golfos Pérsico, Suez y Eilat, los estrechos de Adén y Tirán, así como el Océano Índico y el Mar Rojo, donde varios países están confrontados entre sí, se libra la guerra en Yemen y está latente la beligerancia de Israel, es otra guerra.
Finalmente, ha ocurrido lo que era previsible. Además de tratar de contener los ataques piratas en el Mar Rojo y otras locaciones en las que efectivos hutíes realizan acciones contra buques mercantes, Estados Unidos y Gran Bretaña, apoyados por una veintena de otras naciones, siguen el trazado inverso y en dos días sucesivo, con aviones y buques, y atacaron más de 100 objetivos en varias provincias de Yemen, incluida la capital, utilizando misiles y bombas de precisión.
Con esa acción, el conflicto en Yemen puede adquirir una nueva dinámica de pronóstico reservado. Ahora no se trata de combatir piratas en el mar que, al menos oficialmente, actúan por cuenta propia, sino de atacar a un Estado con el cual no se está en guerra y es parte de importantes alianzas en la región.
Los hutíes son un grupo rebelde de matriz islámica y tribal predominantemente chiíta, surgido alrededor del 2004, que tomó el nombre de su fundador Hussein Badr al Din al Huti. Originalmente su lema fue: “Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, maldición a los judíos y victoria del Islam”, lo cual lo definió como una entidad teológica.
En 20 años de accionar y de relacionarse con otras organizaciones afines sus efectivos militares han crecido hasta rebasar los 100 mil, incluidos misiles y embarcaciones artilladas. Actualmente ha pasado a denominarse Ansarolá, en árabe Ansar Allah (Partidarios de Dios) y virtualmente han tomado el poder en Yemen, aunque no controlan a todo el país ni son reconocidos internacionalmente. La posibilidad de que otros Estados de la región, aliados y adversarios, tanto de los hutíes como de los Estados Unidos -como ocurre con Irán y Arabia Saudita- sean arrastrados al conflicto pudiera ser inminente. Probablemente para evitar que esa probabilidad se concrete en hechos militares, por ahora, Estados Unidos ha dejado fuera de las operaciones con los hutíes a Israel cuya intervención contra las bases en Yemen pudiera precipitar un desastre.
Perpleja y confundida, la comunidad internacional que con la misma vehemencia rechaza los comportamientos imperialistas de casi todas las potencias y las acciones terroristas de entidades que, incluso en nombre de Dios, con su comportamiento visceralmente violento, ponen en peligro la paz y la seguridad internacional.
Existen diferentes versiones acerca del nombre del Mar Rojo, algunas bíblicas, otras naturalistas. Ojalá la sangre derramada allí no se sume a las explicaciones. Los terroristas no son buenos ni malos, sólo terroristas; los imperios no tienen amigos, sino intereses, y la piratería en el aire y en el mar son acciones repudiables. Tampoco la guerra es la solución. Se trata del A, B, C de la política.