Opinión

Hamás. Golpe de timón o distracción

Hamás y su brazo armado, las brigadas Qassam, fundadas en 1987, se sostiene con financiamientos externos, es una entidad religiosa fundamentalista militarizada y proyectada hacia la política

Hamás, la más intransigente de las organizaciones islámicas palestinas, autora de la incursión al territorio israelí el 7 de octubre de 2023 que originó la desmesurada represalia de Israel sobre la población de Gaza, ha puesto en circulación una presunta propuesta de paz.

La propuesta consiste en una tregua de cinco años en los cuales se avanzaría en la creación de un Estado palestino. De ese modo, Hamás renuncia al exterminio de Israel y acepta la idea de un Estado democrático y laico en Palestina; se desarmaría, se convertiría en partido político y se integraría a la OLP.

De este modo, probablemente, se avanzaría para cerrar el círculo de violencia iniciado en 1947, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la división de Palestina para crear allí dos Estados: árabe uno, judío el otro.

La dirigencia judía acató la decisión y en 1948 proclamó el Estado de Israel, cosa que por falta de un liderazgo políticamente competente y de instituciones políticas, no pudieron hacer los palestinos. Ante tales carencias, los países árabes asumieron la lucha contra Israel, que tuvo un carácter estatal.

El mismo día de la proclamación, cinco países (Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak) le declararon la guerra e invadieron Israel. No solo fueron vencidos, sino que, apoyado en la fuerza demostrada, Israel amplió el territorio que le fue asignado y expulsó a unos 750 mil palestinos que, casi 80 años después, siguen expulsados. La derrota árabe en la primera guerra árabe-israelí (1948) debió avisar de que, por esa vía, difícilmente se conseguiría derrotar a Israel.

Después de 16 años, en 1964, la Liga Árabe, formada por siete Estados, creó el Consejo Nacional Palestino y poco después surgió la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), designada “legitima representante del pueblo palestino”, lo cual planteó un cambio fundamental.

Aunque los gobiernos árabes siguieron comprometidos con la causa palestina la dirección política y la conducción de las acciones recayó en lo que hoy se llamarían Entidades o estatales, lideradas por la OLP, a su vez conducida por Yasser Arafat.

No obstante, la situación no experimentó cambios notables hasta que en, 1977 después de treinta años de infructuosos esfuerzos, gestiones fallidas y confrontaciones militares, el presidente egipcio, Anwar el-Sadat, actuando por su cuenta y en nombre de Egipto, a cuyos intereses se atenía, inició la primera negociación directa encaminada la solución tanto del conflicto árabe-israelí como del israelo-palestino.

James Carter, presidente de los Estados Unidos en ese momento, actuó como mediador. La agenda de Egipto incluyó la retirada israelí de la península del Sinaí, de la Franja de Gaza y de Cisjordania como paso previo a la constitución de un Estado palestino. Israel aceptó la retirada a cambio del reconocimiento por parte de Egipto. Así fue acordado.

Egipto obtuvo sus territorios y Palestina una vaga promesa de que se establecería un calendario para negociar un acuerdo de autonomía para Cisjordania y Gaza. Israel no honró sus compromisos. En 1988, 10 años después de Camp David, Arafat proclamó la independencia de Palestina, renunció a la lucha armada y reconoció el derecho de existencia de Israel. Aunque correcta, históricamente justificada y apoyada, la decisión resultó polémica al interior de los palestinos, lo cual debilitó el liderazgo de la OLP.

En el escenario aparecieron dos poderosas organizaciones: Hezbollah y Hamás. La primera opera en Líbano y la segunda en Palestina. Y un nuevo actor: La República Islámica de Irán. Hamás y su brazo armado, las brigadas Qassam, fundadas en 1987 se sostiene con financiamientos externos, es una entidad religiosa fundamentalista militarizada y proyectada hacia la política, en cuyo programa se inscribe la idea de crear en Palestina un estado islámico y considera a Israel como una entidad ilegítima.

El fundamentalismo de Hamás la llevó a estar contra todas las banderas: ¡No! a la existencia de Israel. ¡No a la presencia judía en Oriente Medio! ¡No a la OLP, a su liderazgo y a su proyecto de estado laico! En 1993, la organización rechazó los acuerdos de Oslo que condujeron al reconocimiento por la OLP de Israel, a la autonomía de Cisjordania y Gaza, y a la creación de la Autoridad Nacional Palestina.

En 1996, Arafat condenó algunas acciones terroristas de Hamás y arrestó a un centenar de sus miembros. En 2006, Hamás ganó las elecciones parlamentarias en Gaza y se hizo con la dirección del Consejo Legislativo Palestino.

Ismail Haniya, líder de Hamás, fue nombrado Primer Ministro. En 2007, Hamás tomó militarmente el control de Gaza. Aquel año, el presidente de la Autoridad Nacional y del Gobierno Autónomo Palestino, Mahmoud Abbas, disolvió el Gobierno y destituyó a Ismail Haniya como Primer Ministro. Haniya lo rechazó y continuó como líder de facto en Gaza, protagonizando el primer golpe de Estado en Palestina.

En 2011 Hamás y Fatah acordaron establecer un gobierno de unidad. En 2012, Mahmoud Abbas fue nombrado presidente y jefe de Gobierno interino. Las sugerencias puestas en circulación por Hamás significan un paso al costado, tal vez un esfuerzo por reinventarse y convertirse, no en parte del problema, sino de la solución. Ojalá ocurra.