Opinión

Geopolítica del hielo (1)

“El interés de Estados Unidos por Groenlandia que, con más de dos millones de km², es la tercera región más grande de Norteamérica, se asocia a factores económicos y geopolíticos”, destaca Jorge Gómez Barata.
Geopolítica del hielo (1)

En su obra cumbre, Cien años de soledad, Gabriel García Márquez contó que: “…Frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía recordó la tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”. De hielo se trata ahora. Con 16 millones de km², la región ártica, el Océano Ártico y Groenlandia, forman un escenario de la geopolítica contemporánea.

También en una época lejana (1723), Vitus Bering, un marino nacido danés-noruego y súbdito de Rusia, navegó por la región hasta encontrar el estrecho que lleva su nombre, desembarcando en lo que entonces se llamó la América Rusa. Unos 20 años después, una tormenta lo arrojó sobre la costa de Alaska. Así puso Rusia sus pies en América, posición que abandonó en 1867 cuando un zar la vendió a Estados Unidos por 7 millones 200 mil dólares.

De aquel modo, el joven país, debutó en el extremo norte, sumando un millón 717 mil 854 km. Así, con tierras y costas de México, Alaska y Hawái, Estados Unidos se convirtió en la única potencia de tres océanos, Atlántico, Pacifico y Ártico. El interés de Estados Unidos por Groenlandia que, con más de dos millones de km², es la tercera región más grande de Norteamérica, se asocia a factores económicos y geopolíticos.

La cuestión de seguridad obedece a que se trata del territorio europeo más cercano a sus fronteras y a las de Canadá. A 2 mil kilómetros de Rusia, la importancia estratégica de Groenlandia se incrementa. Tanto Groenlandia como Alaska, así como la alianza con Europa, especialmente Escandinavia y los países con acceso al Mar del Norte y al Océano Ártico, son elementos claves en las políticas y estrategias de Estados Unidos en la región ártica, el océano del mismo nombre y el Polo Norte, zona en cuya mayor parte, Rusia ejerce soberanía.

La autoridad de Dinamarca sobre Groenlandia, que data del año 982, fue ejercida durante casi un milenio, hasta que en 1940 cesó temporalmente cuando, durante la II Guerra Mundial, Dinamarca fue ocupada por la Alemania nazi que envió tropas a la isla y fraguó planes contra América del Norte. Percatado del peligro que constituía la presencia nazi a escasos kilómetros de Canadá y de sus propias fronteras, Estados Unidos puso fin a la situación al desembarcar tropas en la Isla en el 1942. Desde entonces, se incrementó el interés por la región ártica, especialmente por Groenlandia, la cual -en el 1867- el secretario de Estado William H. Seward trató de comprar, incluyendo a Islandia.

En el 1946, el interés se renovó y, en 1950, ante las tensiones de la Guerra Fría, Estados Unidos estableció la base aérea de Thule y proyectó la construcción de emplazamientos para misiles nucleares. En el 2019, el presidente Donald Trump relanzó la oferta que ahora renueva, ante lo cual el primer ministro danés, declaró que: “Groenlandia no está a la venta…” Desde el 1953, Groenlandia es constitucionalmente parte de Dinamarca que, en el 1979 le otorgó la autonomía.

Desde el 2009, los groenlandeses se autogobiernan, lo que se considera la antesala de la independencia plena que Estados Unidos percibe como  una oportunidad para sus aspiraciones. En ese caso bastaría con convencer al partido groenlandés en el poder, un parlamento de 31 miembros  y a unos 60 mil ciudadanos.

La ambigua filosofía territorial del presidente Trump, que tanto suma como resta, lo habilita para presionar a Ucrania para que acepte la pérdida del 20 por ciento de su territorio, maniobrar para despojar a Panamá del Canal de Panamá, y anexar a Canadá y a Groenlandia, relanzando las antiguas pugnas por el Ártico lo cual, dicho sea de paso, lo coloca en ruta de colisión con Rusia.

Los países árticos son Canadá, Dinamarca (con Groenlandia incluida), Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia que poseen territorios, y aguas en el Círculo Polar Ártico. Rusia es el país con más área en el Ártico, donde viven unos 4 millones de personas, más de la mitad de ellos rusos, lo cual explica el interés en la región y corrobora sus derechos.

Según se afirma, de persistir los actuales ritmos en el cambio climático, en un siglo se habrá registrado una drástica disminución de los hielos árticos que son su mayor riqueza al almacenar el 75% del agua dulce del planeta, contenida en centenares de miles de glaciares. El paulatino y rápido deshielo permite que buques de diseño especial, incluso convencionales, naveguen por las rutas del Ártico, tanto las que utilizan aguas de Rusia como de Canadá, lo cual es fuente de litigios.

Para Estados Unidos y China ambas rutas son estratégicas con implicaciones, no solo comerciales sino de seguridad. De persistir las rivalidades de hoy, ante la amenaza real de que se fundan los hielos árticos, aumente el nivel de mares y océanos y la escasez del agua dulce se torne dramática. En tal caso se estima que, de persistir las rivalidades de hoy, las guerras no serán por las materias primas y el petróleo, sino por el agua.