Fernando Martí / Cronista de la Ciudad
Si usted tiene algunas décadas residiendo en Cancún, con toda seguridad sabe dónde está el Libramiento Kabah. Ese no es nombre oficial, sino popular: así solía llamar la gente a la Avenida Kabah, cuando su función era conectar la carretera a Mérida con la carretera a Chetumal, librando a los automovilistas de atravesar el centro de la ciudad. Pero esa denominación hoy resulta un poco absurda, ya que el libramiento se convirtió con el tiempo en una parte del centro de la ciudad.
Lo que sí es oficial fue que, en 1992, el Ayuntamiento decidió honrar a los fundadores de Cancún, y con ese afán impuso a la avenida un nuevo nombre, el de Rodrigo Gómez, quien fuera director del Banco de México cuando se elaboró el Proyecto Cancún. Hubo ceremonia protocolaria, el gobernador en turno fue testigo, el alcalde pronunció un discurso, pero quizás nadie le avisó con claridad al encargado de rotular las calles, pues si bien empezaron a aparecer placas que rezaban Avenida Rodrigo Gómez, nunca desaparecieron las que decían Avenida Kabah.
Tal duplicidad causó cierta confusión que, desde luego, se agravó cuando otro responsable de las calles, no muy ducho en historia de la patria, confundió a Rodrigo Gómez con el penúltimo gobernador del Territorio, Javier Rojo Gómez, y sin dejar nada fuera, inventó la Avenida Rodrigo Rojo Gómez Kabah.
Ese triple enredo no es más que un botón de muestra del caos existente en la nomenclatura local, que no se corresponde con la fama que tiene Cancún de ser la ciudad mejor planeada de México. Un breve recuento:
•En el polígono sur hay una Avenida de las Torres, que tal vez no es nombre oficial, pero vaya usted a saber cuál es el nombre oficial, pues en la misma arteria hay placas que informan que se trata de la Calle 56, la Avenida Carlos Castillo Peraza, la Avenida Cancún y la Prolongación Bulevar Cancún.
•La quíntuple denominación le provoca cierta inquietud a los taxistas, que saben que en el norte hay otra Avenida de las Torres, que también se llama 20 de Noviembre, no muy lejos de una tercera Avenida de las Torres, igualmente llamada Avenida Chaac-Mol, en lo que parece un siniestro empeño de la CFE por confundir a la ciudadanía.
•En las regiones 200 hay una avenida que se llama Galaxias del Sol, pero sólo de un lado de la calle, donde se encuentra el fraccionamiento del mismo nombre. Del otro lado la calle se llama Avenida Jacinto Canek, en unos tramos, y Avenida Centenario, en otros, sin que nadie tenga plena certeza de cómo se dio esa mescolanza.
•Infratur bautizó las avenidas del centro histórico con nombres de ciudades mayas, pero le sobraron ciudades mayas, o le faltaron avenidas, pues la que comienza como Avenida Sayil cambia en pocas cuadras a Avenida Labná, luego es Avenida Tankah, luego Avenida Xelhá, y otra vez Avenida Tankah, todo en un recorrido de dos kilómetros.
•En las cercanías del crucero, las calles fueron numeradas (1, 3, 5…), y se les añadió una referencia de rumbo, la palabra Norte. Hacia el rumbo contrario también fueron numeradas, pero no con números pares (2, 4, 6…), como hubiera sido lo lógico, sino con idéntica serie (1, 3, 5…). Para diferenciar, aquí se les añadió otra referencia de rumbo, pero no Sur, como hubiera sido lo lógico, sino Oriente (!!!). El resultado es que la Calle 3 Norte, sin cambiar de rumbo, se transforma súbitamente en la Calle 3 Oriente, cuestión que marea hasta a los carteros, que tienen que aprenderse la ciudad de memoria.
En resumen, un caos. Eso sin contar la arbitraria numeración de las supermanzanas, la inexistente nomenclatura de las ciudades perdidas, la triple nomenclatura del ejido Bonfil (todas ellas oficiales), la falta de placas en más de la mitad de las calles de la ciudad, el lamentable deterioro de las placas que sí existen, y el sacrosanto derecho del Ayuntamiento de contribuir al desorden, todo lo cual se narra con cierto detalle en el capítulo Me puedes decir dónde diablos queda…, del libro Fantasía de banqueros II, que puede solicitar al correo electrónico fantasiadebanqueros@gmail.com
Mientras tanto, ahí le dejo este dato: de los ocho mil empleados del Ayuntamiento, no hay ninguno que sea el responsable directo del nombre de calles y avenidas, función que ha pasado a ser del dominio de la comunidad y que ejercen sin control los fraccionadores, los próceres de ocasión, las líneas de autobuses, los vecinos, y el público en general. Para Ripley…