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Quintana Roo

Por Yolanda Gutiérrez

Confía la población en general y el sector comercio en particular que la Guardia Nacional pueda abatir los índices delictivos y, sobre todo, devolver la tranquilidad a los habitantes de Cancún, que viven en constante inquietud sin saber en qué momento les va a tocar una bala perdida o serán testigos de una ejecución.

La peor parte la llevan los comerciantes, en virtud que, al riesgo de ser víctima de alguno de los delitos de índole común que se perpetran a lo largo y ancho de la ciudad, sufren en carne propia el flagelo de las extorsiones, que no siempre son de grupos criminales, sino de las mismas autoridades.

Esto en virtud que inspectores de diferentes áreas del Ayuntamiento, básicamente Fiscalización y Ecología, se dedican a acosar a los microempresarios y amenazan con levantar un acta o inclusive clausurar bajo los más peregrinos argumentos, todo para negociar el pago de una “mochada”.

La fuerte inseguridad que agobia a los habitantes de Cancún y ha obligado a muchos a cambiar sus costumbres y modos de diversión por temor, afecta con crudeza al sector comercio, que ya no sabe qué hacer para protegerse de manera efectiva de asaltos y robos a sus establecimientos, que en muchas ocasiones se perpetran con lujo de violencia.

Cuando en Cancún aún se podía salir a la calle sin tanta prevención como en la actualidad, la mayor parte de los negocios, fueran del giro que fueran, ofrecían paso franco a sus clientes, a excepción de los expendios oficiales de cerveza, que siempre operaron tras las rejas.

Si acaso, el propietario o encargado guardaba bajo el mostrador un arma blanca, generalmente bate de beisbol o palo, en algunos casos inclusive un machete, suficientes para inhibir a los delincuentes que, por lo general, daban media vuelta y se marchaban con el rabo entre las patas.

Pero hoy en día las condiciones han cambiado para los microempresarios, indefensos cuando los asaltantes amagan con armas de fuego que, falsas o reales, basta mostrarlas para acabar con la determinación de cualquiera.

Por tanto, no es de extrañar que más de uno haya decidido adquirir legal o ilegalmente un arma de fuego con la que defenderse en caso de asalto, aún a sabiendas de que las modificaciones efectuadas a la ley los deja peor parados como víctimas que a los verdaderos delincuentes, lo que demuestra hasta dónde ha llegado el hastío.

“No hay quien nos defienda, la policía no hace patrullajes, en caso de robo a comercio se presentan dos horas después, cuando ya no hay nada que hacer y aunque los asaltantes estuvieran en la esquina, mirando y los señalásemos a la policía, no pasaría absolutamente nada porque los oficiales no lo vieron y por lo tanto no hubo flagrancia, ojalá y la Guardia Nacional logre abatir los índices de delincuencia, que acaben con esos bandidos que nos traen de cabeza con los cobros por derecho de piso, de los que prácticamente no se salva nadie”, fue el comentario del propietario de un negocio de abarrotes con venta de cerveza, que atiende a su clientela tras las rejas, obligado a instalarlas desde hace un par de años, tras sufrir tres robos en su establecimiento, todos en horario de atención al público.

Micro y medianos empresarios consideran que con la entrada en operaciones de la Guardia Nacional se implementarán verdaderas estrategias de seguridad y combate a la delincuencia común y organizada a fin de devolver la tranquilidad al destino.

Y es que actualmente el elevado índice de robos a comercios de todos los giros mantiene en jaque a los pequeños empresarios, que exigen una mayor seguridad, más presencia policial y, sobre todo, que cuando se solicita el apoyo de una patrulla, los uniformados acudan de manera inmediata y no más de media hora después, cuando los asaltantes tuvieron tiempo sobrado para huir sin que nadie les intercepte.

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