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Quintana Roo

Por Yolanda Gutiérrez

 

A pesar de que la Zona Hotelera está saturada de desarrollos turísticos, se intentan edificar nuevos proyectos, algunos tan ambiciosos, como el Grand Island, que contempla 3 mil cuartos de hotel, sin que se tenga la certeza de que la infraestructura existente resista sin problemas la dotación de servicios básicos, especialmente electricidad, agua potable y alcantarillado.

En el caso del Grand Island, preocupa la fragilidad de la zona en la que se pretende levantar el desarrollo turístico, pero sobre todo, que haya garantía de que Fonatur puede proporcionar la dotación de servicios necesaria, no sólo para este proyecto, sino para todos los que se construyen actualmente en la Zona Hotelera.

Fonatur sólo cuenta con tres plantas de tratamiento de aguas residuales, la más “moderna” es de 1987, que se encargan de procesar las aguas negras y grises que emiten hoteles, condominios, comercios de todo tipo y domicilios particulares, mismas que actualmente casi no se dan abasto y podrían quedar rebasadas ante la proliferación de edificios, a lo que habría que añadirse el incipiente proyecto Grand Island, que nadie puede entender cómo pudo autorizarse en un área repleta de manglares, que las máquinas arrasarían para proceder a la construcción.

Además del polémico proyecto, promovido por la empresa Administraciones Bay View Grand, en la Zona Hotelera se construyen actualmente otros dos desarrollos, el Gran Solaris, a un costado del balneario público Delfines y un hotel de lujo para adultos en playa Langosta, con una proyección de 426 cuartos sobre una superficie aproximada de 15 mil 769  metros cuadra­do y un máximo de 20 plantas.

En el kilómetro 12 de la Zona Hotelera se inaugurará en fechas próximas el anexo de Plaza La Isla y una nueva Rueda de la Fortuna, más alta que la actual y que se levanta mucho más cerca de la laguna, con lo que tanto el inmueble como el juego mecánico pueden representar otro riesgo ambiental para los manglares que rodean el cuerpo de agua.

Otro proyecto que apenas comenzó a levantarse se ubica en el terreno que ocupaba el restaurante cubano La Farándula, catalogado durante muchos años como uno de los elefantes blancos más siniestros de la Zona Hotelera, inmueble prácticamente en ruinas que reflejaba una pésima imagen para el turismo que nos visita.

 

 

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