El júbilo que llevó a don Heliodoro Nicolás Martínez a caminar por vez primera en grupo por los espesos senderos en la selva de Quintana Roo, hace ya unos 46 años, para dar sus primeros pasos en la floreciente industria del chicle natural en la Península de Yucatán, hoy contrasta con el ocaso de la actividad chiclera en el sur de la entidad, sobre todo en el ejido Laguna Om (Nicolás Bravo) en donde los jóvenes no quieren saber nada de los trabajos en el monte, porque la modernidad es lo suyo y sienten que no sobrevivirán.
"En Laguna Om, como en Caobas, Tres Garantías, en el municipio de Othón P. Blanco luego de tener un centenar de chicleros, ahora solamente sobreviven tres o cuatro, por ejemplo, en Nicolás Bravo solamente quedamos tres, estoy en espera de la confirmación de alguno de ellos para regresar a la selva, de lo contrario me iré solo", afirmó el sexagenario.
El antiguo chiclero ya preparó su equipo, probó la firmeza de la soga de nailon, revisó con cuidado las bolsas de lona, afiló las puyas que ata en sus botas para apoyarse en el tronco y escalarlo a más de 30 metros de altura, ya despalmó el machete, se cercioró que la paila no tenga huecos.
Se frota las manos y, afirmó que vivir en la selva no se compara con nada, por lo que ya se reportó listo para trabajar una temporada más en la extracción del látex del chicozapote.
Afirmó que inició con sus “pininos” en la extracción del látex de chicozapote en 1974, atraído por las historias de sus abuelos y padres todos ellos grandes chicleros que se remontan a los años 1902 cuando la explotación y chicle natural estaba en su punto máximo.
Desde que la entidad era Territorio Federal, hoy Estado Libre y Soberano de Quintana Roo, la industria del chicle era acaparada por la Federación de Cooperativas Chicleras, la cual estaba a un costado del Palacio de Gobierno y el gerente en ese entonces era Carlos Hoy, pero hoy todo ha cambiado hasta de nombre, hoy se llama Consorcio Chiclero propietaria de la marca Chicza.
"En ese tiempo contaba con 19 años de edad, me gustó el trabajo y desde ese año a la fecha soy chiclero de corazón, no voy a decir que soy el mejor, pero hubo temporadas en que logre recopilar de 500 o 600 kilos; no me acuerdo en que año, pero llegue a extraer 900 kilos casi una tonelada, fue algo inolvidable temporada. Sacaba 60 kilos semanales, entregaba 220 o 230 kilos mensuales en promedio", resumió.
Nicolás Martínez, afirmó que la vida de los chicleros ha cambiado mucho, "antes no había caminos, ni mucho menos carreteras, todo se abrían con machete y hacha, el caminar 20 kilómetros bajo la montaña nos llevaba hasta tres o cuatro días, todo dependía del terreno, hoy se tienen carreteras por todos lados, y se llega a los campamentos en dos o tres horas".
En este año los trabajos de extracción del chile los realizará en la reserva forestal del ejido de Laguna Om, como a 20 kilómetros de la alcaldía de Nicolás Bravo, en el municipio de Othón P. Blanco por los excampamentos Sombras, Palmas, El Jaguar y otros que ya desaparecieron, pero que en un tiempo albergaron a cuadrillas de 20 chicleros, cocineras, mulas y otros.
La reserva de la Biosfera de Calakmul es extensa, tan solo el área de conservación voluntaria del ejido Laguna Om se tienen 35 mil hectáreas con la cantidad suficiente de árboles de chicozapote listos para ser explotados. Gracias a Dios la madera se recupera de cinco a seis años luego de ser cortada para la extracción del látex y la selva está en condiciones para chiclear.
La vida en la selva
El trabajo diario no es fijo, en ocasiones uno puede sacar tres kilos, en otras seis y en los mejores días hasta ocho kilos. Un día se pueden sacar 10 kilos. “Mi costumbre es trabajar desde que llegó al monte a las siete u ocho de la mañana, muy tardado dejo de laborar a las dos de la tarde, yo no me mato trabajando, dijo de manera coloquial”, acotó.
"Acampo en la montaña, ahí construyo un cobertizo de huano sin paredes también conocido como “hatito”, siempre cerca de una laguna. Sin embargo, hoy se tienen campamentos de investigadores de la fauna y la flota y me dan alojamiento. Permanezco de 10 a 15 días en la selva, pues tengo que bajar para entregar la poca o mucha producción, así como reabastecerme de víveres".
"Aunque en ocasiones he trabajado un mes completito, el trabajo en la selva es de lunes a sábado, el domingo es para cocer el chicle y luego de un proceso se hacen en marquetas de 10 o 20 kilos y luego entregarlas".
"El precio ha cambiado a través de los años, cuando inicié en 1974 se pagaba a 15 pesos el kilo del chicle, luego a 20, 30, 50 y así se fue, el año pasado se pagó a 70 pesos y 5 de remanente. En este año me ha prometido el presidente de la cooperativa de Laguna Om, Gregorio Martín, una liquidación de 100 pesos el kilo de chicle cocido y 10 pesos de remanente".
Resumió que el proceso de trabajo se inicia con el calado del árbol chicozapote, a través del escurrimiento por canales conectados. Se extrae la resina se coloca en un cazo a fuego lento y con movimientos circulares se realiza la cocción y deshidratación para obtener la goma. Se deposita en un bastidor de madera y se le da forma.
Se espera un tiempo para su secado y se trasladan los recipientes con el producto a la fábrica para el suavizado, planchado, saborizado y envasado.
Finalmente, se ponen las iniciales en la marqueta de chile, como una especie de rubrica y finalmente se manda a Chicza.
Dueño de todo y de nada
El Consorcio Chiclero SC de RL., propietario de la marca Chicza, tiene afiliado a don Heliodoro Nicolás Martínez, como “Guardián de la selva”, pero que no ha recibido ningún beneficio extra, sino que únicamente le pagan por los kilos que entrega y el remanente.
"Tenemos seguridad social, pero de nombre, porque a veces nos sale más caro viajar de las comunidades rurales a la capital del estado en donde se encuentran los mejores servicios de salud, pero en ocasiones no te atienden y se debe regresar, por lo que hay que gastar de nuevo".
"Los hombres de la selva nos curamos las heridas y enfermedades hirviendo hojas, como dolor de garganta o huesos".
De acuerdo del Consorcio Chiclero el productor trabaja el tiempo que él quiera durante toda la temporada de extracción del látex, él pone su ritmo, sino quiere trabajar esta o en la otra temporada, no se le inhabilita, porque él es un cooperativado no es un empleado, no trabaja por jornal, él sabe que va a ganar de acuerdo a su interés y su capacidad.
Los productores son socios y dueños de esto; pero la cooperativa tiene una característica que él trabaja tiene, porque la cooperativa es para generar trabajo y tener una serie servicios solidarios.
"Actualmente estamos en la temporada del chicle, el problema de siempre es que uno ya tiene trabajo en campo, y cuando levante mi cosecha me voy a chiclear".
La selva vive, el chiclero se extingue
Las reservas forestales están más vivas que nunca, el problema, es que ya no hay chicleros, ni quien se interese en esta legendaria e histórica actividad, primero porque la edad de los antiguos chicleros es superior a los 60, algunos ya no pueden subir a un árbol de más de 30 metros de altura chicozapote, otros ya no pueden caminar, y lo lamentable es que la gran mayoría de históricos chicleros ya falleció.
"Todo indica que el oficio de chiclero está agonizando, porque los jóvenes de hoy no se interesan. Aquí en el ejido estamos en la etapa final, porque el problema es que no hay quien lo haga, los chicleros se acabaron", sentenció.
"Hablarle a un joven del monte es ofenderlo, prefieren ganarse el dinero en alguna “talacha”, como ayudante de albañil, pero ir a la selva a extraer el chicle, ya no", subrayó.
"Tengo dos hijos, uno de ellos de 33 años que aprendió bien a chiclear, trabajamos juntos, llegamos a sacar hasta 450 kilos mensuales, solo que luego le gusto ser operador de maquinaria pesada y se fue".
"En la selva se come bien, hay de todo, puerco de monte, venado, faisán, tepescuincle, solamente que ya no vamos. En el monte hay tranquilidad, ahí se come carne cuando quieras", dijo.
También tiene su parte mala, porque ahí hay carencias, no hay televisión, refrescos embotellados dulces y agrios.
Cooperativas se llevan las mejores ganancias
El Consorcio Chiclero lo conforman 21 cooperativas de Quintana Roo y 11 de Campeche, y trabajan en la temporada entre 700 a mil 500 productores, de acuerdo a las oportunidades, es decir, siempre que no haya sequía.
La producción anual es de 90 toneladas, aunque a veces se logran extraer 60 o 100 todo depende del clima y mercado.
Chicza, sin el menor esfuerzo obtiene ganancias millonarias, por ejemplo, les paga el kilo de chicle natural en 100 pesos el kilo al campesino y 10 pesos de remanente, luego de pasar una serie de penurias.
Sin embargo, vende 10 paquetes de Chicza de 30 gramos de los sabores canela, frutas rojas, menta, yerbabuena y café en 330 pesos. Además de cinco cajas de Chicza de 15 gramos de diferentes sabores en 990 pesos.
Cuenta la historia que el látex del chicozapote maya convertido en chicle, comienza con el científico estadounidense Thomas Adams Junior, quien en el año de 1869 vivía cerca del exdictador mexicano Antonio López de Santa Anna en la ciudad de Nueva York, donde este último vivía exiliado, y para manejar un poco su angustia y tristeza mascaba una resina descubierta por los mayas años atrás la cual era extraída del árbol mexicano llamado chicozapote.
Por Luis Enrique Tuz