El dolor, las penas y necesidades de los cancunenses y turistas que creen que sólo un milagro puede solucionar, son visibles en el Santuario María Desatadora de Nudos, un lugar que en poco tiempo se convirtió en un punto de visita para los católicos, pues además de ser ideal para meditar y reflexionar, también lo es para solicitar o agradecer a la Virgen por destrabar problemas.
Este lugar no es como el resto de los templos católicos de la ciudad. El Santuario está en medio de una zona de selva en la parte sur de Cancún, pero con la amenazante mancha urbana avanzando hacia ella; el terreno cuenta con senderos bordeados con miles de listones blancos colgando de hilos en los que los feligreses escriben el problema o necesidad que tienen y que María habrá de desatar.
No es necesario que personal del lugar recomiende guardar silencio; el mismo ambiente natural hace que las personas caminen en silencio y si comentan algo lo hacen en voz baja. Sitios como este se vuelven cada vez más necesarios en una ciudad en la que la violencia en casa, en las calles y a todas horas del día no baja el ritmo, y una muestra de las intranquilidades que aquejan a sus habitantes son los miles de listones blancos, unos ya amarillos por el paso del tiempo, que entre los nudos guardan mensajes personales, clamores llenos de dolor, pero también de fe.
Los senderos muestran la necesidad de milagros que tienen los habitantes de Cancún, el destino a donde millones de turistas llegan para ser felices y son atendidos por quienes en su día de descanso van a amarrar el listón en el que escriben sus penas.
Desde la reapertura del lugar, una vez que el Semáforo Epidemiológico lo permitió, llegan alrededor de 400 personas cada día.
El sacerdote Rodrigo Hernández Preciado, vicario del Santuario, comentó que antes de decidir el concepto que tendría la nueva iglesia, pensada para cubrir la necesidad de un templo católico hacia donde iba el crecimiento urbano, fue analizada media docena de proyectos, pero conforme a los recursos y material recaudados primero edificaron las cabañas que hoy son capillas, y al generar un ambiente de tranquilidad supieron que justo eso era lo que requerían los creyentes. “Por eso muchos lo sienten suyo, porque se les escuchó cuando externaron la sensación de paz que les da naturaleza y el silencio que hay en el lugar. Estamos creciendo pero respetando el estilo”, explicó.
El lugar está conformado por la iglesia principal, dedicada a María Desatadora de Nudos y cuatro capillas: la del Santísimo, la de la Virgen de Guadalupe, la Plaza de los Agradecimientos y la de la Divina Misericordia, en la que exhiben las reliquias de dos santos: San Juan Pablo Segundo y Santa Faustina Kowalska; del primero es una gota de sangre y de la segunda un hueso. “A ambas reliquias las une la devoción de la Divina Misericordia, pues esos santos eran devotos, por eso en la capilla están juntos”, explicó el vicario.
Este mes van a inaugurar una quinta capilla que albergará la réplica de la Sábana Santa con la explicación de los estudios que los científicos han hecho al artículo original.
“Somos un punto de referencia, por lo bonito del lugar, pero también por la búsqueda de consuelo. El poner el listón y apuntar la petición es una bonita manera de rezar y la gente se siente bien de orar de esta manera”, narró el sacerdote.
Para el padre Rodrigo los listones blancos son la evidencia de que todos luchan, todos batallan y tienen problemas; “pero no es lo mismo luchar solo que acompañado”.
El sacerdote, consciente del difícil año que ha sido 2020, mandó un mensaje: nosotros no podemos no sufrir, pero el tema es cómo vamos a sufrir. Cuando tienes fe y buscas en Dios una respuesta no vas a dejar de sufrir, pero lo harás diferente; sufres con esperanza, con sentido e ilusión. La pandemia ha sido difícil para todos, pero de la mano de Dios y con fe vamos a pasar este momento con esperanza y aunque en Navidad no esté presente un familiar, haya una silla vacía, con fe sabemos dónde está. Si aquí vamos a estar celebrando el nacimiento de Dios, nuestro ser querido va a estar viéndolo en el cielo. Con fe todo se vuelve diferente, el sufrimiento tiene consuelo y paz.
Por Eva Murillo