Por Santos Gabriel Us Ake
Doña Sofía Betancourt Bravo, cumplirá 100 años de edad el 27 de mayo, se encuentra confinada en su casa sin poder salir a causa de la pandemia de coronavirus, pero mantiene el ánimo y recomienda “echarle ganas”, porque confía en que esta emergencia sanitaria muy pronto terminará.
Ella vive en Sky Residences en Puerto Cancún con su única hija Sofía Martínez Betancourt, quienes llegaron a radicar a este centro turístico el 21 de agosto del año 2000, procedentes de su tierra natal, la Ciudad de México.
Nació en 1920, diez años después del inicio de la Revolución Mexicana, de tal manera que su familia padeció los estragos posteriores de la guerra, pero siempre luchó por salir adelante y logró estudiar la primaria y la secundaria que en aquellos tiempos era muy difícil para una mujer.
La entrevista fue realizada por teléfono con la ayuda de su hija, quien relató que vivió los momentos terribles del terremoto del 23 de agosto de 1965 y del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, y después en Cancún el huracán Wilma en 2005.
Ella goza de buena salud y de buen ánimo para vivir, no es hipertensa, aunque tampoco le teme a la muerte porque lo considera “un proceso natural de la vida que hay que agradecer a Dios, es trascender y regresar al amor de Dios”, y además se siente muy afortunada por tener la oportunidad de llegar a los 100 años de vida.
De todas sus amigas de la infancia solamente vive una que tiene 90 años, su esposo Juan Martínez Soberanis falleció cuando ella tenía 39 años, y nunca pensó en el divorcio porque en aquellos años dijo que a las mujeres se les enseñaba a no separarse nunca del marido y además cuidar los hijos con mucho amor.
Su hija mencionó que ella se encargó de criar a sus nietos y sobrinos al grado de la obsesión, y por tanto nunca se quejó de hacer esta labor sino al contrario lo hacía con entrega, y ahora su mayor deseo es que vengan a verla cuando cumpla los 100 años y planea reunir a toda la familia en una hacienda en Cancún, pero algunos cancelaron su viaje por la pandemia y eso la entristece.
Recordó que antes la mujer era muy hogareña pero también hacía el trabajo de hombres, como montar a caballo y manejar la pistola, y como su esposo fue capitán forestal por la época de 1940, andaban en poblados muy pequeños en el país, y a pesar de tener dinero no se podía comprar comida, sin embargo toda esta experiencia no le pareció un sacrifico sino una oportunidad que le agradece a Dios.