Quintana Roo

Hombre pide apoyo en Cancún para sobrevivir

En su silla de ruedas, Naú González abría con un listón la puerta en una tienda de conveniencia en Cancún, la gente lo ayudaba pero ya no le permiten hacerlo y la situación se ha vuelto muy difícil.
Foto: Víctor Ávalos

Debido a su situación de inmovilidad, con un listón amarrado a la puerta de una tienda de conveniencia, Naú abría la puerta a los clientes y conseguía obtener una propina para sobrevivir, pero hace días le dijeron que ya no podía amarrar la cuerda, lo que ha disminuido la ayuda que recibe.

“Con la difícil situación por el COVID-19 pensé en dar un servicio a la gente, ganarme su ayuda, no sólo estirar la mano; y sí me ayudaron, pero a los de la tienda ya no les gustó”, refirió.

Sentado en su desgastada silla de ruedas, Naú González Tapia cuenta que tiene 54 años, y desde hace 35 vive en Cancún. Fue en 1985 que llegó de la Ciudad de México para trabajar en la zona hotelera y, como tantos, decidió quedarse.

Pero la vida le jugó una mala pasada y hace años un conductor ebrio lo atropelló para después darse a la fuga; fue trasladado al hospital y lo operaron, pero quedó inválido de por vida.

“Ahí me cambió la vida, perdí todo, a mi familia, mi casa, todo; mis hijos y mi mujer me dejaron, la mayoría vive en Estados Unidos y no me hablan ni yo a ellos, simplemente los dejo en paz”, aseveró.

Refiere que al quedarse sin caminar una persona le rentó un cuarto en 50 pesos el día, donde además cuida una bodega en la Supermanzana 23, atrás de la Terminal del ADO.

“Me dediqué a limpiar y cuidar vehículos en el Parque de las Palapas, pero hace un mes y medio tuve otro accidente y me rompí el peroné, entonces me volvieron a operar en el Hospital General, pero por el COVID-19 no pude convalecer allí y me sacaron rápido”, señaló.

Al salir del nosocomio la realidad en el mundo ya era otra, su antigua actividad de cuidar y limpiar carros ya no le dejaba lo mismo, pues ya no había casi vehículos y la gente no tenía dinero para ayudarlo, dijo.

“Con el COVID la cosa se puso muy difícil, entonces pensé en quedarme afuera de las tiendas para pedir ayuda, pero se me ocurrió ofrecer un servicio y abrirle la puerta a los clientes amarrando un listón a la puerta”, refirió.

Sin embargo, la vida le volvió a dar otra voltereta, ahora los encargados de la tienda de conveniencia, que precisamente participa en programas de apoyo a grupos vulnerables, ya no lo dejaron amarrar el listón.

“Pues sí, desde que quité la cuerda la gente voltea a verme menos, ya no sienten que les doy un servicio y muchos ni voltean, pero otros sí, entonces de cualquier forma estoy agradecido”, subrayó.

Finalmente, pidió a las autoridades apoyo para mejorar su silla de ruedas, pues le hace falta una llanta, además de despensa o cualquier otra cosa con la que pueda sobrellevar su situación.

Por Lino Sarmiento