Elárbol de jícara de nombre científico (Crescentia alata), igual llamado “Árbol sagrado maya” crece en el sur de México y Sudamérica.
La jícara tiene un valor significativo y simbólico para la cultura maya, el árbol crece de 5 a 14 metros de altura.
La especie abunda en los estados de Campeche, Chiapas, Guerrero Michoacán, Tabasco, Veracruz, Oaxaca, Quintana Roo y Yucatán.
Sus raíces que se anclan en suelos empobrecidos, a los que enriquece con sus hojas durante sus 100 y hasta 200 años de vida.
El fruto (la jícara) es redondo, liviano y de gran resistencia a las condiciones naturales o las plagas y desde tiempos precolombinos se le utiliza en la artesanía, la medicina tradicional, el forraje, la música y la juguetería.
El fruto al cortarlo y secarlo, es utilizado desde hace miles de años para muchas cosas, entre ellos, servir bebidas típicas como el pozol, el tejate o la horchata de morro; calientes como el café, el atole, el chocolate o el mate, y espirituosas como el pulque, mezcal o tequila.
Las flores de este árbol son de color amarrillento, banco verdoso o café, estas al caer la noche se abren y de las semillas se extrae un aceite comestible muy nutritivo o bien, se tuestan y se muelen con canela para preparar un chocolate curativo.
De igual manera este árbol es usado para usos medicinales, ya que sus propiedades antibacterianas y antiinflamatorias ayudan aliviar afecciones respiratorias: tos, asma y tuberculosis, entre otras, en jarabe o infusión preparados con la flor y el fruto o bien, el fruto macerado en vino tinto o blanco.
La pulpa de la jícara se les da a las vacas para que estas produzcan leche más sabrosa y cremosa.
La planta crece de modo tan abundante que se le arranca como si se tratase de mala hierba.
En la parte de la medicina orgánica, con el jícaro se curan diarreas, alopecía, susto, indigestión y úlceras, dolor de oído, padecimientos hepáticos y renales, insomnio y hernias inguinales y se usa como antídoto para mordedura de serpientes.
RM