Es madre de tres hijos (dos adolescentes y uno de siete años); en el seno familiar todo transcurría con normalidad, hasta que en febrero pasado a Sulemy Lol-Bé Parra Vázquez le diagnosticaron cáncer cervicouterino.
Al instante la invadió el miedo y la zozobra; temía perder la vida y dejar a sus hijos; ellos fueron su principal preocupación y a la vez el motor que la impulsó a iniciar un tratamiento de inmediato.
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Tuvo que separarse de su familia para trasladarse al hospital O’Horan, en Mérida, Yucatán. Mientras ella luchaba por su vida, sabía que su familia, como todo el mundo, corría el riesgo de contagiarse del SARS-CoV-2; por su mente a veces pasaba la idea de que los volvería a ver.
Sin embargo, Sulemy fue afortunada, y luego de seis meses de ardua batalla, el día de su cumpleaños 33 recibió la buena noticia por parte de los médicos que la atendieron: había vencido a esta mortal enfermedad.
Como toda mujer de fe, destaca la coincidencia religiosa con la edad en que murió Jesucristo. “Así es, Él me levantó y me sanó”, asegura, emocionada y satisfecha por lo que considera una nueva oportunidad.
De la mano de médicos y enfermeras, aguantó 24 radiaciones, tres quimioterapias y tres braquiterapias.
Siempre tuvo el apoyo de su familia, que nunca la abandonó en los momentos más difíciles, ya que, aunque a la distancia, en todo momento estuvo pendiente de su enfermedad.
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Sintiéndose afortunada por su pronto restablecimiento, Sulemy exhorta a las mujeres a que periódicamente acudan con su médico familiar para practicarse la prueba de Papanicolaou, a fin de detectar esta enfermedad, ya que hay mujeres que no le dan importancia a su salud.
Hoy, esta joven madre de familia que llegó a sentir que el mundo se le desmoronaba vive para contarlo y vuelve a estar al lado de sus seres queridos después de lo que considera “el mejor regalo” en su existencia.
JCL