La descompresión es un mal que hasta hace 10 años no se registraba en Chiquilá, pero ahora es común; esto se debe a que los pescadores tienen que bucear en aguas más profundas y permanecer más tiempo de lo necesario para dar con el producto, lo que los deja expuestos a los efectos, que pueden ser graves e irreversibles; incluso, hasta pueden perder la vida, señala William Aguiñaga Chay, exdirigente de la Federación de Cooperativas Pesqueras de la zona Norte.
Hace 12 años trabajaba como pescador en el puerto y solía capturar mucha langosta en cada temporada; sin embargo, reconoce que el crustáceo poco a poco se alejó hacia aguas más profundas, de modo que para ir en su búsqueda requieren un compresor; incluso, dijo que con toda su experiencia en la actividad, sufrió una descompresión.
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Explicó que a los pocos minutos de salir del mar, comenzó a sentirse desorientado, con un fuerte dolor en los brazos y en la columna vertebral, por lo que de inmediato sus compañeros intuyeron lo que pasaba y lo trasladaron al puerto de Chiquilá y luego a Isla Mujeres, que en ese entonces era el único lugar que tenía el servicio a través de un patronato.
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Añadió que aunque lo atendieron rápido, le quedaron secuelas por el episodio, se le adormecen los brazos y eventualmente siente dolores. “El médico realiza los estudios correspondientes y conforme uno se va recuperando te dan de alta, pero advierten que quedan secuelas… y eso si te va bien, porque hay quienes quedan paralíticos o con afectaciones graves en el cerebro; incluso hasta puedes perder la vida”.
Pesca furtiva, efecto colateral de la veda
Recuerda que hasta hace una década pescaban langosta en aguas bajas, no requerían un compresor, “con un buen pulmón se podía capturar esta especie”, pero dijo que la veda ha provocado la pesca furtiva y, a su vez, que el producto se aleje a aguas más profundas.
Dijo que ahora los pescadores tienen que descender hasta 40 metros bajo el mar, profundidad que al cuerpo le cuesta adaptarse. Además, el tiempo máximo sugerido para estar sumergido y subir a la superficie lentamente es de aproximadamente 40 minutos.
Sin embargo, comentó que la pandemia afectó al sector y los hombres de mar anteponen su necesidad de ingresos económicos y a veces permanecen hasta dos horas para capturar más producto.
Detalló que el compresor alimenta de aire al buzo, pero ocasiona que el nitrógeno se acumule en su cuerpo, de modo que debe subir a la superficie en un periodo de 40 minutos de forma gradual, para que el cuerpo libere ese nitrógeno acumulado en la sangre, pero muchas veces tardan mucho en el fondo y emergen muy rápido, así que no alcanzan a liberarlo, provocando la descompresión.
Hace cuatro años, recordó, un pescador joven de Chiquilá perdió la vida de ese modo, hicieron todo lo posible para salvarlo, pero todo esfuerzo fue en vano. En los últimos años han aumentado los casos cada temporada o mucho antes de que permitan la captura.
Dijo que hay pescadores que recurren a la captura furtiva, sobre todo los que provienen de fuera y sufren percances, pero como saben que es una actividad ilegal, omiten explicarle al doctor el origen de sus dolores o entumecimiento.
Piden una cámara hiperbárica
Por eso, manifestó que los más de 600 pescadores de Chiquilá han pedido en varias ocasiones una cámara hiperbárica, pero ni las autoridades municipales ni estatales los han escuchado.
Explicó que para recuperase de una descompresión, implica gastar 40 mil pesos en promedio, si no es grave, pero si el daño es mayor esta cifra se puede elevar hasta 500 mil pesos; incluso, puedes perder la vida en cuestión de minutos si la descompresión es severa al salir del mar.
Recordó que en la administración del ex presidente municipal Emilio Jiménez, una asociación civil se interesó en apoyarlos, cotizaron el equipo y la instalación, que en promedio serían 7 millones de pesos; también se requería donar un terreno, que también fue otorgado, pero al final no se logró concretar.
La esperanza es que la nueva administración, que entrará en octubre, cumpla su palabra de retomar el proyecto, que incluía una cuota fija de cada pescador para pagar el salario del doctor especializado en la cámara hiperbárica y crear un patronato para el mantenimiento del equipo.
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RM