Al cumplirse 37 años del decreto por el que se declaró como área que requiere la protección, mejoramiento, conservación y restauración de sus condiciones ambientales, la superficie denominada Reserva de la Biósfera Sian Ka’an, este “pedazo de cielo” hoy sufre un cáncer que de no ser atendido por las autoridades será irreversible: la privatización de sus playas.
En un recorrido por este sitio que comparten los municipios de Tulum y Felipe CarrilloPuerto se pudo constatar cómo diversos particulares se han apropiado de la playa, cercado y construido diversos inmuebles y espacios turísticos, dejando muestras claras del daño que ocasionan, mediante la generación de residuos sólidos, pesca y caza ilegal.
Desde el famoso Arco Maya sobre la carretera costera (zona turística de Tulum) hasta el Puente de Boca Paila, hay decenas de propiedades donde la actividad turística es clara.
La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) observa únicamente sin poder actuar, por la falta de recursos económicos y humanos.
Llama la atención que durante el 2022, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos naturales (Semarnat) no autorizó ningún proyecto, de los muchos que se presentaron para construir supuestas viviendas, villas y hasta zonas de camping.
Sin embargo, el turismo llegó a este gran pulmón y orgullo de Quintana Roo, que sufre el arribo masivo de sargazo y, por supuesto, el recale de basura que llega proveniente de diversos países del planeta.
Hay que recordar que fue hace 37 años cuando, como resultado de los planes del Gobierno del entonces Presidente Miguel De la Madrid Hurtado, en su estrategia en materia de ecología, planteaba como tema prioritario el establecimiento de medidas preventivas que regularan el aprovechamiento integral y racional de los recursos naturales, así como acciones orientadas a la conservación y enriquecimiento de los recursos naturales renovables que son parte del patrimonio de la nación, y el diseño de un sistema nacional de áreas naturales protegidas, parques y reservas representativas de los principales ecosistemas del país, con el propósito de conocer, estudiar y preservar los recursos naturales renovables; es así como se da el nacimiento de la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an.
Los orígenes
El decreto del año 1986 planteaba la necesidad de proteger el patrimonio de la flora y fauna del Estado de Quintana Roo, así como promover la conservación de sus ecosistemas representativos, cuya fragilidad lo hacía susceptible de alteración por las actividades humanas. Fue entonces que el Centro de Investigaciones de Quintana Roo y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología concluyeron que el área geográfica que cubre la región de Sian Ka’an representaba una gran variedad de ambientes, como selvas medianas y bajas subperennifolia y bajas caducifolias; manglar, tíntales marismas y petenes; y los ecosistemas acuáticos formados por lagunas, bahías, dunas, cayos y arrecifes, que a su vez albergaban una enorme riqueza de fauna.
Se declaró como área que requiere la protección, mejoramiento, conservación y restauración de sus condiciones ambientales la superficie de 528 mil 147 hectáreas; además establecieron dentro de estas reservas tres zonas núcleos, denominadas Muyil, Cayo Culebras y Uaymil, con superficies de 33 mil 418 hectáreas, 6 mil 105 hectáreas y 240 mil 180 hectáreas; y una zona de amortiguamiento con superficie de 248 mil 443 hectáreas.
Sólo dos guardias de la Conanp
A 37 años, hoy las condiciones son muy diferentes, pues para empezar, la zona costera de Tulum, que en esa época era como una extensión de este paraíso, es ahora una zona de bares, restaurantes, hoteles y diversos establecimientos que llegan hasta la puerta, el arco maya que simboliza el acceso a Sian Ka’an.
Aquí, apenas dos guardias de la Conanp se encargan de verificar el ingreso de las personas.
Posteriormente, continúan las mallas, cercas y alambradas que protegen la parte que va hacia la playa de los visitantes.
Diversos carteles dejan en claro que son propiedad privada; algunos incluso ofrecen en venta los predios, y otros con sellos de clausura de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) o de aseguramiento por parte de la Fiscalía General del Estado (FGE); lo que significa que ese “cachito de cielo” es propiedad de alguien.
Villa Destiny, Casa Niños, Boca Paila Fishing Lodge, Casa Almaviva, son algunos de los nombres de esas propiedades que impiden el acceso a la playa, pero que tienen toda una infraestructura para atender visitantes que, en algunos puntos se observaba entrar o salir; incluso había vehículos de agencias de viaje estacionados.
Afuera de estas propiedades, la basura acumulada en bolsas de plástico, como esperando que un camión recolector llegue por ellas, son la evidencia de la huella que el mismo hombre deja a lo largo y ancho del planeta, la contaminación.
En el famoso puente de Boca Paila, donde la laguna se junta con el mar, la marca se hacía más evidente. Pescadores que llegan a instalarse bajo este puente ya hicieron un basurero, principalmente con latas de cerveza, bolsas de hielo colgando entre las ramas de los árboles y hasta chanclas que alguno habrá olvidado.
Este puente, que también muestra un desgaste por el paso continuo de vehículos, lejos de ser un atractivo visual, se vuelve un riesgo y, no obstante, ahí se ponen también las personas a tirar anzuelo, pese a que está prohibida tal actividad. Aunque, sin ningún aviso de prohibición que se los recuerde.
El camino a Punta Allen, en la Delegación Rojo Gómez se complica más por las condiciones en que se encuentra, y aun así se observan villas y ranchos, aunque ya no como en el primer tramo, que las construcciones están contiguas.
En esta parte ya hay accesos a la playa, una playa que muestra el destino final de mucho plástico que el mar arrojó después de un largo viaje; así como el sargazo, que ninguna autoridad pudo retirar.
Por la parte continental, las lagunas son las que, afortunadamente, aún no muestran este lado agresivo del hombre, pero ya están amenazadas. Latas de cerveza o refrescos, bolsas de alguna fritura, colillas de cigarro pueden observarse en los atracaderos de algunas embarcaciones que navegan estos cuerpos de agua. Eso sí, el agua de las lagunas aún es cristalina, libre de estos desperdicios plásticos.
En el 2022, la Semarnat rechazó un total de 15 solicitudes de particulares y empresas que presentaron proyectos como Villas Punta San Juan, Mirage Sian Ka’an, Casa McCune-Quinn, por citar algunas; y quedan pendientes de resolutivo cinco proyectos como Casa Max, que promueve una fiduciaria, o Playa Fleming, que pretende explotar una zona de casi 12 mil metros cuadrados.
De las construcciones que se esconden entre la selva, hay algunas que ya rebasan los dos, tres niveles, retando a cualquier autoridad.
Así, Sian Ka’an se mantiene como uno de los lugares más paradisiacos de Quintana Roo y México, pero el turismo parece una enfermedad que quisiera acabarlo.
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NR