Son casi invisibles para quienes acuden diariamente al Aeropuerto Internacional de Cancún, pero son quienes se encargan de mantener limpias las instalaciones, a menudo a costa de jornadas extenuantes para ganar un poco más de dinero.
Las compañías que los contratan son extremadamente estrictas con este ejército de trabajadores que, en distintos turnos, se rotan para mantener lustroso el extenso piso de mármol que se extiende por cientos de metros cuadrados en cuatro terminales.
Sus herramientas son un enorme bote de basura, una cubeta, trapeador y escoba, utilizados para dar brillo una y otra vez al piso que ve pasar anualmente a más de 30 millones de personas de todo el mundo.
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Si encuentran algún objeto de valor, deben reportarlo inmediatamente a su supervisor, aunque saben que eso no garantiza que el objeto sea entregado al departamento de objetos perdidos de la terminal aérea, según el protocolo.
Tampoco pueden hablar mucho con las personas con las que se encuentran diariamente. Incluso tienen estrictamente prohibido recibir propinas en caso de que algún turista se las ofrezca por su labor.
El grado de condicionamiento bajo el que trabajan es tal que prefieren no dar sus nombres, ya que cualquier comentario que hagan puede ser usado en su contra para diversas represalias laborales de parte de sus jefes inmediatos.
Desde descuentos hasta amenazas de despido, o largas pláticas de amenaza en las zonas internas de la terminal aérea, son algunas de las represalias a las que se enfrentan.
A ello se suma el bajo salario que perciben, condenando a estos trabajadores a doblar turno. La jornada de muchos de ellos comienza a las 5 de la mañana, momento en el que deben estar esperando el transporte de personal que los llevará hasta el aeropuerto.
En un horario normal de trabajo, saldrían a las 2 o 3 de la tarde, pero con la paga que reciben por esa jornada, deben hacer otro turno, por lo que su jornada termina a las 10 de la noche, todos los días. Esto les deja apenas tiempo para regresar a sus hogares, dormir unas escasas seis horas y levantarse al día siguiente en una dinámica interminable para lograr un ingreso que les permita sobrevivir.
Miles de historias como estas se entrelazan todos los días en los grandes vestíbulos de la terminal aérea de Cancún, donde el ajetreo diario apenas permite detenerse un momento para observar los enormes esfuerzos que diariamente realizan miles de trabajadores para mantener la funcionalidad de este enorme complejo aeroportuario.
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