Los aeropuertos son lugares donde convergen personas de diferentes partes del mundo, cada una con su propia historia. Desde reuniones emocionantes hasta despedidas conmovedoras, pues son escenarios de todo tipo de experiencias humanas y los trabajadores desde luego, son personas con anécdotas únicas, pues son los ojos y oídos de las terminales aéreas.
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Se llama Roberto Fernández, tiene 52 años de edad, 18 de ellos trabajando como maletero en el Aeropuerto Internacional de Cancún (AIC), en la Terminal 2, aunque es originario de la Ciudad de México y explicó que lo más bonito de su trabajo, es conocer a gente distinta todos los días y lo más complicado es tener la actitud de que para los pasajeros, su tesoro más preciado es el equipaje y esa buena actitud sirve para que la gente les confíe sus maletas y esa actitud, sólo la da el tiempo.
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“Es como una especie de aura, algo que reflejes, para que los viajeros puedan confiar en uno, generalmente yo me acerco a la gente para ofrecer mis servicios, pero también tengo la fortuna de que mucha gente me conoce y me busca para que lleve su equipaje, además otra cosa que te da la experiencia es saber quiénes andan de buenas o de malas, sólo con verles la cara, muchas veces, vienen de vacaciones y de regreso ya se van divorciando, me han tocado muchas historias como gente que cambia de pareja en pleno viaje, o que dejan a su pareja en el Aeropuerto y reciben a la otra, en una ocasión, un señor iba con una gran familia, una bonita mujer, dos preciosos hijos y yo llevaba sus maletas, la familia se subió al avión y el señor luego me pidió que lo acompañara a la zona de llegadas y ahí recibió a su novia”, dijo a Por Esto!
También comentó que le ha tocado ver a artistas drogándose en pleno Aeropuerto -sin mencionar nombres-. Sobre qué tipo de viajeros son los más agradecidos en cuanto a propina se refiere, explicó que los turistas norteamericanos tienen más arraigada la cultura de darlas y en cuanto al nacional dijo que depende del humor que tengan al momento de viajar.
“Durante 15 años trabajé en una terminal nacional y estuve muy contento porque me dieron mucho económicamente. Mi trabajo es bello, conozco gente de todo el mundo, con distintas costumbres y formas de hablar, ese me ha dado mucha cultura y por eso estoy muy agradecido con mi trabajo”.
Roberto Fernández invierte dos horas desde que se levanta hasta que llega a la Terminal 2, tiene un horario de 6 de la mañana a 12 del día y a veces lleva su almuerzo o en ocasiones le compra una torta o un refresco a compañeros que llevan para vender.
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