Alma Dzib-Goodin*
La educación ha apostado todas sus canicas al proceso de memoria, más que al proceso de aprendizaje dentro de las aulas al momento de proponer contenidos, por lo que brinda mucha información de la cual el alumno tendrá que extraer sólo 5 ó 10 conceptos claves.
Por supuesto, quizá sospecha de su error, ante lo cual presenta ayudas al alumno, por eso los exámenes siempre son de opción múltiple, así el alumno tiene una oportunidad al menos del 20 o el 25 por ciento, dependiendo del número de opciones que se presenten para atinar a la respuesta.
El problema es que entonces el alumno ni siquiera tiene que recordar de una manera específica el problema planteado, pues sólo está resolviendo un examen, y para el siguiente, tendrá otros temas de los cuales ocuparse; en el examen final repasa todo de nuevo y pretende que sabe algo, aunque sea conceptos desligados de la realidad.
Sin embargo, la educación dista mucho de entender el complejo proceso de memoria, aunque no se le ha de culpar pues, de hecho, la neurociencia aún está tratando de comprenderla. De tal forma que lejos de lo que dicen los expertos en educación de que se aprende mejor cuando el alumno está emocionado, la memoria ha de cumplir algunos requisitos para que se consolide.
Con el descubrimiento hecho por el anatomista Ramón y Cajal, en la década de 1890 de que las neuronas se conectaban unas con otras, surgió la siguiente pregunta clave ¿cómo y bajo qué principios se conectan las neuronas para crear la conciencia del mundo?
Desde siempre ha quedado claro que el cerebro permite a los organismos aprender y adaptarse a su entorno y lo hace literalmente cambiando las sinapsis entre las neuronas, fortaleciendo los patrones significativos de la actividad neuronal para almacenar información, a dicho proceso se le conoce como plasticidad cerebral.
Más de medio siglo después de los estudios de Ramón y Cajal, el psicólogo Donald Hebb reconoció que las neuronas deberían reconectarse para almacenar información sensorial proveniente del medio, por lo que postuló un mecanismo simple para la formación de la memoria y el aprendizaje asociativo que se ha probado con éxito en numerosos modelos computacionales de redes neuronales.
La característica común de estos modelos es el aprendizaje a través de correlaciones, por lo que una reformulación de la hipótesis de Hebb conocida como la regla de aprendizaje de Hebbian, explica que los pares de unidades neuronales que están excitados por el estímulo deberían aumentar su correlación después de la estimulación; por lo que los pares de unidades neurales que son inhibidos por el estímulo también deberían aumentar su correlación; mientras que los pares de unidades neurales, donde una está excitada y la otra inhibida debería disminuir su correlación; por otra parte, los pares de unidades donde al menos uno no responde al estímulo no deben cambiar su actividad correlacionada.
Sin embargo, recientemente se descubrió otro proceso conocido como plasticidad sináptica homeostática, que, como otros procesos homeostáticos, su objetivo es mantener un equilibrio de los procesos y mantener las sinapsis estables. En este caso de la plasticidad homeostática garantiza que el cerebro no acumule demasiada actividad (como en el caso de la epilepsia) ni se vuelva demasiado silencioso (como ocurre en la enfermedad de Alzheimer).
Quizá este equilibrio es lo que permite aprender nueva información al mismo tiempo que se establece una estabilidad del conocimiento. Sin embargo, aún falta mucho por aprender de cómo estos procesos benefician los mecanismos sobre el aprendizaje y la memoria.
Si bien existen muchas preguntas sobre cómo es que ambos procesos se ajustan en tiempo real, los modelos computacionales postulan que trabajan de forma paralela.
Al respecto, una de las muchas preguntas que se plantean busca resolver cuáles son los efectos conductuales si uno de los dos tipos de plasticidad falla. Por ejemplo, si sólo se presentan la excitación sináptica, pero la homeostasis no ocurre. Una de las ideas es que se produciría ansiedad, pues el sistema no sería capaz de volver a su estado original y, por ende, sobrecargaría la energía hasta un punto en que no sería posible que la plasticidad de Hebb se produzca.
De ahí que en las aulas de clase es importante tanto la calma como la excitación.
Hace algunos años tuve la oportunidad de asistir a diversas conferencias en la Ciudad de México. Uno de los conferencistas apoyaba la idea de que la emoción producía mejores aprendizajes. Durante una hora trató de explicar los efectos de la memoria a partir de ejemplos chuscos, por lo cual disparaba un chiste tras otro. Realmente fue hilarante escucharle la primera vez, pero conforme pasaron los días, fue curioso observar que sabía de memoria, palabra por palabra, segundo a segundo su conferencia. Afortunadamente pudimos preguntar a algunos asistentes cuánto recordaban de la experiencia.
No es sorprendente que recordaron las bromas, pero a la semana ya se había diluido el contenido de lo que se dijo durante las sesiones. Al mes, se recordaba menos las situaciones chuscas, y a los dos meses, se recordaba vagamente la idea de las conferencias o el nombre del conferencista. El efecto no es distinto a cuando intentamos recordar los castigos de los padres años después de ocurridos. Siempre se va a recordar el castigo, pero no lo que lo motivó.
Con esto es fácilmente refutable la idea de que la emoción es absolutamente necesaria para el aprendizaje, Demasiada excitación bloquea la sinapsis, al punto tal que no permite analizar la información, pero de igual modo, si la información es presentada de modo poco atractiva, otros procesos pueden fallar, como la atención.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]