Pilar Faller Menéndez “Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído”.
Jorge Luis Borges
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, considerado uno de los más destacados escritores de la literatura de la lengua española del siglo XX, nació en Buenos Aires en el año de 1899. Cultivó varios géneros que muchas veces fusionó deliberadamente, destacando entre ellos, los relatos breves.
Su mundo narrativo provenía de su biblioteca personal, y del mundo literario e intelectual, aunque sus ficciones recorrieron el conocimiento humano, aunque se podría decir que en la mayoría estaba ausente la condición humana de carne y hueso, por lo que sus hermosos argumentos eran espectaculares y asimétricos, con una prosa donde podía apreciarse el sentido y la gran capacidad de sugerencia.
Llevó la ficción a la fantasía filosófica, degradando la metafísica y la teología a un rango de mera ilusión. Sus temas eran recurrentes y obsesivos: el tiempo, los libros imaginarios, los espejos, la búsqueda del nombre de los nombres y los laberintos. Sus ficciones siempre estuvieron vinculadas con alguna alegoría mental, a través del razonamiento de la imaginación que se acercaba a lo metafísico.
De su colección de relatos más trascendentes pueden nombrarse tres: Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El Hacedor, escrita en 1960. Su obra estaba principalmente dirigida a lectores comprometidos con la aventura literaria, por lo que su fama universal es definida como el maestro de la ficción literaria.
De su vida, se sabe que procedía de una familia que contribuyó a la independencia de Argentina. Su abuelo, Francisco Borges, alcanzó el rango de coronel, pero su padre rompió esa tradición de próceres de la patria y se convirtió en maestro de psicología e inglés. En la casa de su abuela aprendió a leer inglés, y puede encontrarse en sus versos los recuerdos de aquella infancia que lo acompañó toda la vida.
A los seis años anunció su vocación como escritor y contando con apenas ocho años escribió una fábula, la cual tituló La visera fatal. A sus diez años ya publicaba traducciones al español de El príncipe feliz de Oscar Wilde, por lo que puede apreciarse que desde temprana edad desarrolló su afición por la lectura.
Debido a la Primera Guerra Mundial, su padre que ya estaba ciego y pobre, tuvo que renunciar a su trabajo, y viajar con su familia por varios países de Europa, hasta establecerse en Ginebra una vez que estalló el conflicto. Borges, ya un adolescente, comenzó a leer a los escritores clásicos franceses como Voltaire, Víctor Hugo, Baudelairem Verlaine, Rimbaud y Mallarmé, estos últimos cuatro de la corriente denominada simbolismo, y al descubrir el expresionismo alemán, aprendió el idioma para poder leer la novela de Gustav Meyrink El golem.
Funda revistas, continúa publicando poemas, ensayos y en los años treinta ya era famoso en Argentina, aunque su consagración universal llegaría muchos años después. Comienza a escribir asiduamente sobre la crítica literaria y publica antologías con sus amigos. Debido a su progresiva falta de visión, tuvo que recurrir a dictar sus cuentos fantásticos, y es su madre y sus amigos quienes le ayudan y asisten para continuar con su vocación de escritor.
Por razones políticas, el académico sueco Artur Ludkvist, declaró públicamente que Borges nunca sería galardonado con el Premio Nobel de Literatura. A pesar de que los académicos se resistieron a otorgar dicho reconocimiento a Borges, muchas voces fueron las que se alzaron, denunciando este hecho que desvirtuaba el espíritu del más preciado premio literario, ya que justificadamente Borges lo merecía.
Para compensar el agravio, le fue otorgado en 1979 el Premio Cervantes. Borges pasó los últimos años de su vida recorriendo el mundo siendo aclamado como “maestro”. El Premio Nobel, no fue necesario para reconocer la grandeza de un escritor como él.