Jorge Frías Castillo
Gacetilla con recuerdos
En los años en que el maíz estaba a cuatro y cinco centavos el kilogramo, el frijol y la azúcar a doce centavos y las carnes a cincuenta, también el alquiler de las casas valía una bicoca, así fuese de “guano” que de madera, que en su mayoría estaban así construidas.
Desde que se fundó Progreso, los habitantes fueron previsores, en lugar de acercarse al mar se alejaban. Construían sus casas en los sitios más seguros, pues sabían que los “nortes” y ciclones eran muy agresivos. También tenían mucho cuidado de las inundaciones de la ciénaga.
En las épocas de que hablamos, todo era muy barato. Los artículos para los alimentos del día se cotizaban en centavos o en reales. Un centavo de cilantro, dos de rábano y uno de yerbabuena.
“Por favor, don Lino, deme dos reales de carne”. “Don Mónico, quiero dos reales de puerco y uno de manteca”.
En el aspecto de las casas. “¿Por dónde vive usted, don Pedro?” “Cerca del cementerio”. “¿Y cuánto paga de renta?” “Sólo cuatro pesos mensuales, y es tan fresca, que las brisas me bañan todos los días”. “¿Y usted, don Ruperto?”. “¿Yo?, por la Flor de Mayo, y pago diez porque mi casa es de madera”. Así estaban las cosas en ese ayer que nunca volverá…