Por Pilar Faller Menéndez
La grandeza de la ocasión no implica vestirse con trajes suntuosos y disfrutar de manjares y bebidas importadas, así como excéntricos adornos para el disfrute de todos los invitados a esta celebración, que ha perdido su verdadero sentido para muchos. No hay que olvidar cómo fue la primera Navidad: un modesto establo y un pesebre, y un recién nacido en compañía de sus padres, junto con los animales que los ayudaron en su travesía para llegar a Belén, donde encontraron ese modesto lugar.
Como bien dijo el Arzobispo de Yucatán, la Navidad es un tiempo para compartir con solidaridad y misericordia, y qué mejor tiempo para compartir esta Nochebuena en familia, con un festejo que nos recuerde el motivo del mismo, que muchas veces se pierde entre tantos regalos y posadas, en las que se comparte con los amigos, pero que muchos lo consideran como la llegada del mes de diciembre, época de festejos, los cuales no los relacionan como una espera para un gran día que se aproxima.
Se nos llama a compartir con solidaridad y misericordia, y aquello que compartimos son muchas cosas que nos sobran o juguetes baratos para los niños, o ropa que ya no usamos, porque lo más caro está reservado para nuestros festejos: repartimos despensas básicas y en nuestras mesas hay carne de todo tipo, en generosa cantidad, para que al día siguiente se pueda disfrutar de nuevo, después de abrir los regalos, que muchas veces son excesivos.
Al margen de estos excesos, es importante retomar que la Navidad, es una fiesta familiar, sin excesos de alcohol, donde recordamos ese humilde pesebre donde reposaba un niño que vino a salvarnos, al cual debemos de adorar y orar por los más necesitados, pero principalmente pedir por la unión y comunicación en las familias que tanta falta está haciendo, como hemos podido constatar en los hechos lamentables que se dan entre los jóvenes hoy en día.
La solidaridad para los que sufren debe estar presente siempre en nuestros corazones, es una ofrenda muy apreciada, cuando logramos sentir el dolor de los otros, cuando nos detenemos a pensar y reflexionar cuál es el sentido que les estamos enseñando a los niños sobre la Navidad: si es una fiesta de lujos o excesos, o el nacimiento de un rey que vino al mundo en las condiciones más humildes que deberíamos de imitar.