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Yucatán

Felipe era como nosotros, los héroes son personas más valientes que otras

Carlos Francisco Chablé Mendoza*

Yucatán es maya…Fuimos físicamente conquistados por el español, pero nuestra vida cultural persistió, nuestro lenguaje, nuestras costumbres, nuestra religión bajo un nuevo nombre, también nuestras relaciones sociales que han seguido realizándose a pesar de la negación...El futuro de Yucatán pertenece a los mayas.

Felipe Carrillo Puerto. The New Yucatan , revista Survey , N. 56, mayo 1924.

No pretendo repetir el ritual de escribir un artículo o aceptar la invitación para pronunciar un discurso acerca de la vida y obra de Felipe Santiago Carrillo Puerto, el líder de los socialistas del sureste. En esta ocasión, previa a la conmemoración de un aniversario más de su asesinato, prefiero compartir a través de las páginas de POR ESTO!, el periódico de la Dignidad, Identidad y Soberanía, reflexiones y recuerdos, antes de que se instale en mi cabecita aquel programa alemán que daña la memoria de algunas personas mayores.

Hace unos días insistía yo en decirle a una persona que no me parece correcto referirse a Carrillo Puerto, el personaje, con el título de “Don” Felipe pues a él, según los abuelos, siempre le gustó ser llamado como J’pil, Felipe o compañero Felipe.

– Felipe era una persona normal como cualquiera de nosotros, sólo que con más valentía y decisión para hacer las cosas. Quería mucho a la gente, fue, vivió como mucha gente, así me dijo mi abuelo al que con cariño sus nietos y nietas llamábamos papá Pox.

Mi abuelo Próspero era un excelente artista alhajero, oficio que enseñó a sus hijos y en el que dos de ellos también destacaron. Tuvo un taller en su casa que estaba a media cuadra del cuartel de Caballería, ahí por Reforma, y ocupó y enseñó su arte a varios muchachos. En su juventud fue miembro de una liga de resistencia del Partido Socialista del Sureste. Logró con esfuerzo establecer un tallercito o puesto de reparaciones en el mercado grande de Mérida, sabía tratar a todo tipo de gente, desde los que le encargaban la fabricación de sus alhajas o joyas para portar como ostentación de riqueza y poder, hasta quienes le pedían elaborar artículos que le compraban para usar como amuletos, para fines rituales o simbólicos. Otros más, tal vez muchas personas previsoras, hacían sus joyas considerándolas como una inversión, las atesoraban y vendían cuando se necesitaba dinero por alguna urgencia.

Bueno, a papá Pox le escuché varias historias y la que más me impactó fue la referente a la detención y fusilamiento del compañero Felipe. Siempre me habló del líder socialista como si éste fuera su amigo. ?Es que así nos trataba a todos, como compañeros y amigos, por eso lo quería mucha gente —dijo el abuelo con sus ojos claros muy encendidos y una jovialidad recuperada cuando charlábamos.

?Si la gente lo quería tanto, ¿por qué dejaron que lo maten? —pregunté inocentemente.

Y la mirada viva del abuelo se tornó triste, unas lágrimas corrieron por sus mejillas. ?Tuvimos miedo —dijo apenado. Tocándole el hombro lo animé a contarme lo que recordaba de esos días que conmovieron Yucatán y me dijo:

—Cuando supimos que los militares le quitaron el gobierno y lo perseguían yo, en mi caso, me puse el sombrero y el pañuelo de los socialistas, enfundé mi pistola sin medir consecuencias y salí en busca de los demás compañeros para hacer algo por salvar al gobernador Felipe. Ya en el camino vi a unos que regresaban y me dijeron que estaban arrestando y fusilando gente del partido, que nada había que hacer, pues Felipe iba rumbo a Cuba prometiendo regresar para recuperar el gobierno. Envió un mensaje: no se sacrifiquen, regresaremos.

La charla, que inició con el tema de Carrillo Puerto, derivó en el papel que juegan las personas en la historia, la gente común, el pueblo, resultando a mis ojos que el abuelo era un analista de la vida y de la política. Así me dijo que Felipe, Morelos, Hidalgo, Zapata y otros tantos eran gente de carne y hueso y que siempre habría más como ellos. Él bajó del pedestal a los héroes, entendí que todos podemos serlo y ahora, en el inicio del invierno de mi vida, estoy seguro que también muchas mujeres fueron, son y serán también heroínas.

Poco antes de que falleciera, animado por sus pláticas, se me ocurrió llevarle el “Diario del Che en Bolivia”, libro que me había dado prestado un compañero del frente estudiantil, eran los años 70, y yo un idealista de apenas quince años. En mi nueva visita le pregunté:

—Abuelo, ¿qué te pareció el libro?

Y me respondió: —Te lo dije, los héroes son gente como nosotros sólo que más valientes.

Con mis escasos conocimientos de política y el abuelo con su sabiduría, sostuvimos otros interesantes e inolvidables diálogos hasta que se puso más enfermo y murió.

Recuerdo otras reflexiones que hicimos juntos. Por ejemplo, desde entonces cuestionaba que las últimas palabras de Felipe, antes de ser fusilado, hayan sido “no abandonéis a mis indios”. Cuando se lo expuse me dijo:

–¿Tú crees que a los mayas les gustaba que les llamaran indios y que hubiera necesidad de defenderlos? —me dijo y continuó: los de Kanxok, Xokén y Tixualajtún se levantaron cuando supieron que el gobernador había sido destituido y que era perseguido, y además resistieron con sus armas a los huaches. De por sí los kanxokes son famosos por su bravura, no necesitaban que los defendieran. Felipe siempre les dio ánimo a los mayas y con su gobierno se hicieron muchas cosas por ellos y para los trabajadores en general.

?Lo que sí pensaba, decía, escribió y firmó Felipe es que “Yucatán es maya, el futuro pertenece a los mayas”. Eso sí, así me dijo Prospero Chablé Ávila, mi abuelo y corroboré, años después, no muchos, cuando encontré y leí el artículo “El Nuevo Yucatán” escrito por Felipe Carrillo Puerto y publicado en mayo de 1924 por la revista norteamericana Survey.

Chen lelo’. Tak tu jel k’íin

* Cronista de Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo

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