Ricardo Manuel Wan Moguel1
Los historiadores han dedicado gran cantidad de papel y tinta para analizar uno de los conflictos más importantes que se desarrolló en la península de Yucatán a partir de la segunda mitad del siglo XIX: la llamada Guerra de Castas. El gobierno federal utilizó muchos mecanismos para contrarrestar el levantamiento indígena maya, entre ellos el ferrocarril.
El objetivo de este artículo es dar a conocer los estatutos de la compañía de ferrocarriles Sud-Orientales. Esos caminos de hierro se vieron como el elemento esencial para poder llevar “el progreso” a regiones que habían sido ocupadas por los mayas y que de alguna u otra forma “entorpecían” el proyecto de nación porfiriano. Ahora bien, en 1900, la imprenta “Gamboa Guzmán” publicó las concesiones y estatutos de la compañía de los Ferrocarriles Sud-Orientales2, de la que obtuve la información que presentaré a continuación.
En primera instancia, a través de ese documento se puede observar que en el Consejo de Administración de dicha compañía se encontraban los hombres más prominentes del Estado, entre ellos: Manuel Sierra Méndez, Augusto L. Peón, Martín Peraza Pacheco, Pedro Peón de Regil, Ernesto Cámara y Alberto García Fajardo. Por su parte, el representante de la compañía en México sería Joaquín D. Casasús. Al parecer, el proyecto sería financiado por tres bancos importantes: en Yucatán por el Banco Yucateco, en México el H. Scheler & Ca y en New York, el Muller Schall & Co.
En el contrato emitido por el gobierno federal se dice que primero se planeaba construir un ferrocarril que fuera de Peto a San Antonio y de ahí a la Bahía del Espíritu Santo. Después, conectar esa nueva vía con la de Valladolid y, por último, entablar una conexión entre Peto y la Bahía del Espíritu Santo, hasta llegar al Río Hondo. De igual forma, se le daba un plazo de doce años a la empresa para terminar los trabajos de construcción, se tenía que hacer un reconocimiento de vía para que la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas lo aprobara y se planeaba que la anchura de la vía fuera de 914 milímetros y el peso de los rieles menor de 20 kilos por metro lineal.
Asimismo, los miembros del Consejo de Administración consideraban que la construcción de dicha vía se justificaba por dos causas. En primera instancia la patriótica y social y la segunda la comercial. En referencia a la primera, se puede decir que parte de la región de lo que actualmente es el Estado de Quintana Roo, estuvo ocupada por los mayas sublevados, por lo que el ferrocarril sería “un elemento poderoso que el Gobierno Supremo utilizará para la terminación de la Guerra de Castas y la total y definida ocupación del territorio sustraído a su obediencia acarreando su ejecución, la repoblación de aquella rica zona y la repartición en el mayor número posible de manos, de la propiedad territorial de Yucatán, lo que tratamos de conseguir con la forma que vamos á imprimirle al ponerla en planta.”
Por su parte, en relación con la causa comercial, se decía que el ferrocarril traería el progreso del Estado impulsando el intercambio de productos, esto a su vez permitiría explotar la riqueza de esas tierras, crearía nuevas industrias, fomentaría la agricultura y aseguraría la paz y el porvenir.
Además, los miembros del Consejo de Administración hicieron referencia a que la construcción de dicho ferrocarril ayudaría a establecer nuevos e importantes puertos en la costa oriental y la frontera de Belice, el desarrollo de las riquezas del oriente y del sur del Estado, la supresión del fraude y contrabando de maderas en Belice y el aprovechamiento de un buen contingente de brazos para la agricultura, como resultado de la pacificación.
Dicho esto, es importante mencionar que el ferrocarril no sólo se ha utilizado para traer bienestar social y desarrollo económico, sino también como elemento de guerra. Abraham Lincoln lo utilizó para contrarrestar las tropas separatistas del sur de los Estados Unidos en la Guerra de Secesión. Adolfo Hitler para transportar municiones, tropas y personas a los campos de exterminio. Y en este caso, Porfirio Díaz para acabar con la sublevación maya y “pacificar” la región de lo que actualmente es el Estado de Quintana Roo.
1Historiador, [email protected]
2 El documento se encuentra digitalizado en la Biblioteca Yucatanense de Yucatán.