Progreso, ayer y hoy
PROGRESO, Yucatán, 25 de septiembre.- En estos últimos días han fallecido varios de los conocidos bebedores consuetudinarios, unos en la playa y otros trabajando o caminando por la ciudad.
Según investigaciones se trata de individuos que no dejan el alcohol y a los que se les llama bebedores consuetudinarios o teporochos.
No necesitan tener dinero para comprar sus bebidas, pues la consiguen de muchas maneras, incluso realizando algún trabajo o a veces cuando piden en las calles nosotros les damos el dinero para su vicio o enfermedad, como dicen los doctores en ocasiones en las zonas turísticas les dan los centavos sin saber la gente que son para su alcohol.
En estos días de vacaciones, temporadas y fiestas, los teporochitos engañan buscando lugar para los automovilistas y muchos creen que están buscando dinero para comer, pero el caso como se ha publicado que ya fallecieron en este puerto varios de ellos porque como se sabe es el destino de los bebedores consuetudinarios, no hay otra porque de tanto beber no descansan, tienen quemados los órganos que mantienen con vida a las personas.
Disculpa a nuestros lectores
En ocasiones, como en una nota de este martes anterior, con los huracanes y las medidas que deben aplicarse para tomarse en cuenta, como en el caso de la administración del Sr. Magadán en que se intercaló su nombre pedimos una disculpa a los lectores, pues en nuestra crónica diaria tomamos en cuenta los antecedentes que existen respecto al tema como en el caso anterior en que se realizaron medidas muy apuradas y siempre en nuestra crónica diaria hacemos alguna mención, pero resulta equivocada en algunas veces en fecha y personajes como hoy sale equivocado y por eso pedimos una disculpa.
El tiempo ahora no tiene importancia
En estos días para muchos asuntos no tienen importancia, pues aunque no haya ocasión para ellos se trabaja normalmente en la captura del pulpo, langosta y el mero, el rey de los peces, y también vemos en la zona turística y en las playas a muchos visitantes de los cruceros y familias de otros lugares que vienen de visita.
El tiempo, al parecer, para ellos no tiene importancia, los cambios atmosféricos como los nublados cerrados y las precipitaciones, así como la amenaza de perturbaciones, el puerto sigue su vida normal por la necesidad de recursos.
Respecto a los visitantes, no tienen importancia los cambios mencionados, pues sí ya tienen programada su visita a las playas de todas maneras, pues ya se hizo notar en la mayoría de las ocasiones realizan sus programas y ahora, sobre todo, que Progreso está preparado en la zona turística para recibir todo el año a los turistas.
Para compensar bajo sueldo y carestía, hacen trabajos en sus casas
No todos los pobres, los que ganan poco, sienten duros los latigazos de la carestía, están todo el día con el cerebro envuelto qué vamos a hacer, pues la mayoría para comer y vivir sin tantos aprietos, se ponen a trabajar en sus casas o salen a realizar en sus momentos de descanso alguna labor que les deje otros centavos.
Llegó el momento de sacrificar tiempo y esfuerzo para poder cubrir los gastos diarios y por eso en la casa realizan algún trabajo de carpintería y alguna curiosidad, o su esposa hace vestidos u otras prendas, o sale el marido llamado por un amigo para hacer una reparación de electricidad o plomería en el domicilio de dicha persona.
De esta manera compensan lo que falta para comer normalmente y cubrir otras necesidades, pues el sueldo es tan bajo que así todo se va cubriendo el recibo de la luz.
Es triste y hasta irritante lo que sucede hoy en México y por eso muchos se ven obligados a resolver sus problemas económicos, como ya se dijo, y los que no lo hacen así, el comentario que se deben, así que se van a morir de hambre o vivir en la mayor pobreza o esperar a los nuevos gobiernos a ver si hacen realidad tantos ofrecimientos para cambiar el ambiente que hoy priva al pueblo viviendo en su mayoría las peores condiciones.
Las épocas de mayor bonanza y sin quejas por el trabajo en los muelles
A pesar de que Progreso como los demás puertos tiene sus días buenos y malos, como se dicen según haya trabajo en los muelles, también hemos tenido épocas de bonanza sin que se escuchen quejas por la mala situación y días de verdad para llevar por no haber movimiento en la bahía.
En la historia de este lugar, por lo menos hemos tenido 5, 6 etapas muy buenas en que se vivió con tranquilidad y nadie se quejaba, porque todo el pueblo la pasaba bien porque todo el tiempo la bahía estaba muy activa con barcos cargando y descargando y uno de los factores, desde luego, éramos constantes en los embarques de henequén, y entradas de mercancías para el comercio de nuestra capital y de todo el Estado.
Porque desde Progreso se surtía, que se recuerda, fueron 5-6 etapas muy buenas porque entraba dinero, como se dice, a montones.
Una de ellas fueron los primeros años del puerto y el inicio del siglo pasado cuando ya teníamos 5 muelles muchas veces con todo su cupo cubierto y el ingreso era en esos tiempos en dólares, otra etapa, los años 20, cuando se inauguró la carretera y el malecón, así como también el ferrocarril que no descansaba, pero la época de oro de Progreso fueron los años 40 durante la segunda guerra mundial en la que se trabajaba día y noche y otra época muy boyante como se dice.
Estampas inolvidables
Por el poco valor de la moneda, se perdió la costumbre de ahorrar en el cochinito de barro y, por lo tanto, desparecieron los artesanos que se dedicaban a fabricar esos objetos.
Si se tratase de ahorrar en estos tiempos, los cochinitos se llenarían, pero del metal con poco valor y al abrirlo lo reunido sería muy poco.
En otros tiempos, hasta mamá y papá le metían monedas al cochinito y hubo época en que la barriguita crecía con monedas de oro que, en momentos de apuro, servían para mucho, para sacar de apuro en momentos críticos.
Los únicos cochinitos que existen en la actualidad son los que se llevan al rastro para abastecer a la población.
Porque los cochinitos de barro, para reunir los ahorros, ya desaparecieron.
¿Motivo? Que ya no hay dinero para “engordar” al animalito. Figúrese usted cuánto se necesitaría en estos momentos para inflar la barriguita del porcino. En otros tiempos, con los centavos, niqueles y “chepitas” que se metían, en poco tiempo teníamos una cantidad respetable porque el dinero tenía poder adquisitivo.
Si en la actualidad usted le pone al “cochinito” monedas de diez, veinte, cincuenta centavos o un peso nunca tendría nada para nada. Lo único que podría meterle al “puerquito” son monedas de diez o veinte pesos, pero muchas de éstas no hacen nada en esta época en que nuestra moneda anda en las alturas como satélite.
Por lo anterior, se ha perdido la costumbre del “cochinito alcancía” y ya no encontramos al animalito de barro por ninguna parte. Los artesanos de esta especialidad se dedican a otras cosas. No hay dinero para juntar ni tampoco éste tiene valor adquisitivo.
Recordamos que en el pasado, mamá guardaba en sus alcancías los niqueles y los “veintes” que hacían una suma respetable con el tiempo, para sacar de apuros. En la actualidad ¿qué dinero podría metérsele al “cochinito”?
“Por favor, solicito a la autoridad”
Tuvimos a un piloto yucateco que se las traía como persona seria y derecha.
No permitía que nadie interfiriese su trabajo cuando estaba en vuelo, porque era el único que mandaba a bordo.
El aviador había despegado de Cozumel con dirección a Mérida llevando a su patrón que era un rico de sangre azul muy infuloso ligado al turismo y a la actividad naviera en el vecino Estado, sólo unos minutos habían transcurrido del vuelo cuando el dueño de la aeronave comenzó a hacerle preguntas al capitán metiéndose en cuestiones del manejo del aparato. Llegó a tal grado su impertinencia que le dijo al joven piloto: “¡el avión es mío y yo soy el que manda aquí!”.
El comandante del avión se sintió tan mortificado por lo que había dicho el magnate, que hizo un viraje para retomar a Cozumel. “¿Oiga usted, está loco? -le señala el soberbio individuo.
“No estoy loco, le respondió el piloto, ahora verá usted”. El conductor tomó el micrófono y habló al aeropuerto: “por favor retorno al aeródromo y solicito a la autoridad al aterrizar para que detengan a un pasajero peligroso” y cuando descendió el avión, hizo detener a su mismo patrón…
“Oye, reina, ¿y el café?”
En el ambiente aeronáutico se escucha una de cuentos que sirven para equilibrar el humor cuando se han pasado malos ratos.
Entre los capitanes, sobrecargos y mecánicos se pasan unos a otros los chistes para entretenerse mientras está listo el avión para su salida.
Un avión de los viejos DC4 volando en la ruta tuvo que enfrentarse a una barrera de “cibis” -contó un piloto- de esos que desarrollan tormentas un poco desagradables. El comandante le indica al copiloto que se prepare para luchar contra la atmósfera histérica.
“Métale más potencia, quítele, vire tantos grados a la derecha, ahora a la izquierda, ascienda…”.
Todas las instrucciones del capitán se están escuchando en la sección de pasajeros, porque a los pilotos se les han olvidado desconectar el sonido donde se transmiten los detalles del vuelo.
Después de la tormenta, cuando todo se ha normalizado y el avión está volando en un cielo despejado, el copiloto pregunta:
“y ahora, capitán, después de la turbulencia ¿qué apetece? “Pues yo -responde el comandante- lo único que desearía es una chica en mis piernas y un café”.
Para eso, toda la plática se sigue escuchando en el compartimiento de pasajeros.
Los sobrecargos, al darse cuenta de la metida de pata, se dirige rápidamente a la cabina de la tripulación, para hacerle notar al capitán que todo se está escuchando, pero en el camino la detiene por el brazo un pasajero y le dice: “señorita le falta el café…”.
Del libro Cráter Porteño
Ahora que los huevos empiezan a elevarse por su costo, todo el mundo habla de los blanquillos, cosa que nadie hacía en el pasado y se le daba más importancia a la frase o al chiste en que el huevo es el protagonista que a su precio, por aquellos que iniciaban el día con un par crudo para su alimentación, porque no se conocía el colesterol.
Se escuchaba mucho entre la gente: ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?, el huevo de colón, de un huevo comieron cien sastres.
Ya dijimos en varias ocasiones que por un peso se llevaba usted un cesto del producto. Estaba por los suelos, pero qué delicioso era un par de motuleños, panuchos con huevo, una torta de chícharos y todo aquello que se acompañaba con ese gran alimento que se origina con el gallo.
¿Fue primero el huevo que la gallina?
Entre los dichos, dedicados al huevo, hay uno que a la gente le parece prosaico, pero no tiene nada de esto: ¡a huevo!, que se interpreta, según los diccionarios de refranes, como hemos comentado, que en otros tiempos era tan barato dicho artículo que cuando alguien compra otra cosa que tenía bajo precio, el vendedor daba a entender que estaba a precio de huevo, barato.
Desde que se averiguó qué fue primero, si el huevo o la gallina, la literatura pintoresca, se ha llenado la expresión en que se alude a ese producto del gallo y la gallina, por ejemplo ¡ay huevo, blanco eres, pero quizá te vuelvas negro! (las apariencias engañan); sólo cacarean sin poner para aquellos que sólo prometen, nada más habla del huevo y quien lo puso el que habla demasiado sobre la misma cosa.
Las anécdotas también divierten
El capitán de un cuartel recibe la noticia de que murió la madre del soldado Gutiérrez. Llama al sargento y le encomienda que se lo diga, pero con la mayor delicadeza posible. El sargento toma la orden y hace formar a los soldados en el patio. ¡A ver, soldados, al que tenga la madre viva que dé un paso al frente! Grita el sargento. Cuando todos van a dar el paso al frente, levanta una mano y dice: usted, Gutiérrez, quédese donde está.
***
Un sargento llamó a un soldado a su despacho. Soldado, tengo que darle una terrible noticia, su padre conducía un auto junto a toda su familia y chocó contra un camión que transportaba nafta, se incendiaron los dos vehículos, murieron todos los de su familia, y como la explosión del camión mató a muchas personas que estaban en esa ruta, iniciaron acciones legales contra usted por ser el único familiar y piden un resarcimiento de varios millones de dólares.
El soldado, al escuchar todo esto, pálido, se le nubló los ojos y trastabilló. Cuando el sargento lo vio que estaba a punto de desmayarse, agregó: calma, calma. Todo lo que le conté es prácticamente mentira. Póngase contento; sólo murió su papá por un ataque cardiaco. Qué suerte ¿no?
Humorismo Porteño
A un nuevo marinero, su superior le hace una pregunta para saber sus conocimientos.
-Marinero, ¿cuántas anclas posee este barco?
-Si nuestro capitán es inglés, tenemos once, señor.
-¿De dónde sacó ese disparate?
-De la orden que da cuando dice: “eleven anclas”
En alta mar
El capitán da una orden:
-¡Tiren el ancla!
Se escucha la voz del marinero más joven:
-¿Por qué, si está nueva?
(R.F.B.)