Por Roger Aguilar Cachón
Con el paso del tiempo y la entrada de productos que provienen de diversas partes del mundo, hacen que a mi mente cincuentera llegue una serie de eventos y recuerdos de mi infancia cuando los productos que podíamos adquirir más allá de nuestras fronteras provenían de Chetumal, es decir, productos de fayuca.
Los dulces, caramelos, chicles, galletas y demás golosinas que podíamos degustar los cincuentañeros de hoy si bien es cierto podían circunscribirse a un universo de determinados productos, eran de buen gusto y además nos permite poder hacer una comparación de los que ahora pueden probar las nuevas generaciones.
Había en aquellos tiempos pocas dulcerías especializadas, pero en las tienditas de la esquina se podía encontrar un sinnúmero de dulces y chocolates que eran de nuestro agrado. Los habían baratos y otros que costaban un poco más de lo que se podía gastar en algunas ocasiones. Si hablamos de chicles podemos afirmar que había una gran variedad de éstos, desde aquellos que se llamaban Yucatán, pasando por los Negritos, los famosos Motitas (que de paso les comentaré que solamente había en dos sabores, natural y de plátano), unos de color morado de nombre Bobitos, los Canels, había también unos cuadraditos de la familia Adams que venían en cajitas de cartón, los conocidos celofanes. Ahora que me acuerdo también había de tabletitas alargadas que venían en paquetitos. Pero asimismo habían otros que se expendían al menudeo y costaban creo que cinco o diez centavos y eran los chicles cuadrados y de bola. En el mercado grande se podía adquirir con las venteras aquel chicle maya que se llama sicte.
Si se nos antojaba algún caramelo podíamos escoger entre los famosos kikos, que solamente los podíamos comprar en la tienda la Villahermosa, allá por la 34 x 69, los tehuanos -que le gustaban al recordado maestro Ricardo Homá Arias-, los caramelos de miel eran para las personas que tenían algún problema de la garganta, también habían otros con relleno de sabores, pero si se quería comprar alguno de calidad se podían conseguir unos de la marca Laposse que tenían dentro de cada caramelo una pasita. También había a la venta al menudeo los famosos huevitos con cacahuate dentro.
Si de chocolates se trataba, en la tiendita se podía comprar entre otros los gustados Almon Ris, los Vaquita -de etiquete verde-, los Tres Vapores. También para regalar en algún cumpleaños existía el chocolate Presidente, que venía en tabletas grandes y que por la casa del de la letra sólo se conseguían en la tienda El Sufragio, de la 42 x 69. También habían aquellos con figuritas de animales, otros con anisitos encima, los Tin Larín, aunque también se podían conseguir los que venían de fayuca como los Kit Kat que ahora se encuentran en todos lados. Ya que hablamos de los de fayuca, había otros que venían en empaques de lata y otros que eran nugat recubiertos con una capa del material con que se hacen las hostias y tenían chocolates.
Si queríamos darnos el gusto de alguna golosina de la localidad, solamente había que ir a la casa de las viejitas, en la 69 x 44 y 46, y en sus pequeñas vidrieras podíamos adquirir algún dulce de merengue, coco, rosquillas de sabores, besitos, pastelitos de coco, etc. Pero no cabe duda que siempre había un lugar para dulces del paladar exigente, en la mera plaza grande estaba la dulcería El Colón, hablar de esos dulces es otra historia.
Cabe mencionar que también se podían conseguir alguno que otro dulce en la puerta de la casa en donde pasaban los expendedores de varios dulces de pepita como los que degustamos para finados, los de palanquetas, los de coco negro, y también los sorbetes en sus diversos sabores que se conseguían con el sorbetero que pasaba con su carrito. Ahhhhh se me olvidaban las famosas barquillas, que se podía saber que venían porque el barquillero hacía tocar su triángulo, anunciando su llegada, cargado con latas de galletas y dentro las barquillas en diversos colores.
Seguramente alguno que otro caro o cara lectora le habrá venido a la mente recuerdos de aquellos dulces que en su momento consumíamos en nuestra niñez.